BUENOS AIRES (Medios digitales). Este año se registraron tres muertes por contacto con cercas electrificadas. Dos de ellas fueron protagonizadas por niños, de cuatro y doce años. Ocurrió en lugares poblados y en centros urbanos, donde los chicos jugaban a la pelota. Las cercas eléctricas se incluyen entre una variada oferta que las empresas de seguridad privada amplían cada vez más: desde botones de pánico hasta puertas “súper resistentes” y alarmas monitoreadas. Pero las más cuestionadas son las cercas electrificadas, que por el momento no están prohibidas pero ya causaron varias muertes. ¿Existe alguna regulación? ¿Quién se hace cargo de los accidentes? Es el interrogante que planteó ayer el sitio Infojusnoticias.gov.ar. En su amplio informe indicaron entre otras cosas que “un chico de cuatro años murió el último martes al tocar un alambre electrificado en un barrio de Santo Tomé (Santa Fe). Se llamaba Lautaro Bustaver y esa noche estaba jugando en la vereda cuando, sin saberlo, tocó un tejido de alambres que tenía corriente. El chico fue llevado de urgencia a un hospital de la localidad, pero murió en la ambulancia. Hasta el momento la Justicia no pudo informar por qué había una reja electrificada al alcance de un chico, pero la investigación llevará a deslindar responsabilidades sobre un tema poco regulado”. El de Lautaro no es el único caso. Sólo 19 días antes, un nene de doce años, llamado Isaac, terminó de la misma manera al tocar una puerta que estaba conectada a una fuente eléctrica. Ocurrió el 30 de enero en el partido de Moreno (Buenos Aires). El chico jugaba con otros amigos al fútbol y se les había ido la pelota al terreno de al lado. Como era una casa abandonada, cruzó la medianera para ir a buscar la pelota. Ahí se tropezó con un rastrillo y tocó la puerta que estaba electrificada. Murió una hora y media después de haber llegado al hospital de Moreno. El dueño de la vivienda fue al hospital ni bien se enteró del hecho y se dirigió a la comisaría, donde quedó imputado por el delito de homicidio culposo. Las rejas y cercas eléctricas son un elemento de protección muy frecuente en otros países de Latinoamérica como México, Colombia y Brasil. En Argentina se difundieron en los últimos años y se complementan con otras medidas como cámaras de seguridad o alarmas. Originarias de los campos, donde se usan para mantener el ganado, de a poco se fueron implementando en centros urbanos, casas quintas y fábricas. Para las empresas de seguridad, las rejas comprenden una serie de ventajas. Son más baratas que otras instalaciones -alrededor de 6.000 pesos por única vez-, son disuasivas y, supuestamente, no son mortales para quienes las tocan. El problema viene cuando no están bien instaladas, y entonces dejan de cumplir con esas condiciones. Infojus Noticias se comunicó con varias empresas que brindan este servicio. En la mayoría explicaron que envían un técnico que verifica las posibilidades de instalación. Para que sea “legal”, dicen, debe instalarse a unos 2 metros de altura, de modo que sólo las toque una persona que pretenda saltarla y no un transeúnte cualquiera. Las hay de hasta 7 hilos de alambre y reciben corriente de un energizador que tiene un menor voltaje que el que pasa por un enchufe común. “Tiene voltaje pero no amperaje, es menos que una picana”, explicaron en una de las empresas. Además, deben estar siempre señalizadas, de donde derivaría el “poder disuasivo”. Supuestamente, las cercas colocadas por empresas autorizadas no deberían causar mayores daños sino sólo pequeñas “patadas” de electricidad. Pero casos como el de Lautaro o el de Isaac, entre otros, dan prueba de que no siempre es así. El primero parece haberse tratado de una reja conectada de manera casera. Antecedentes En 2007, la Sala III del Tribunal de Casación Penal Provincia de Buenos Aires condenó a una persona por la muerte de un amigo que se había electrocutado con su cerca de seguridad. El tribunal anterior lo había acusado por “homicidio culposo”, pero la instancia superior consideró que el hombre tenía “plena conciencia de que el medio defensivo empleado era apto para producir la muerte”, por lo que se trataba de un caso de “dolo eventual”. Se trata de una figura discutida que significa, a grandes rasgos, que la persona hizo algo sabiendo que podía ocasionar un daño, pero no le dio importancia ni intentó evitarlo. “Conocía el poder letal de ese peligro que él mismo había creado, y no adoptó las mismas precauciones con respecto a terceros indeterminados”, señalaron los magistrados. Lo cierto es que la regulación sobre el tema escasea. La normativa prescribe las condiciones en que deben instalarse, precisó la citada fuente, entre otras cuestiones al respecto.
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