JARDÍN AMÉRICA (Por Nicolás Maradona y Marcelo Galeano). Narcisa Isabel Silvero tenía 34 años. Murió al dar a luz a su octavo hijo, el pasado día 17. Carlos Helin, su esposo, la describió como “una mujer guapa”. Tuvo siete partos naturales y en el octavo, casualmente por cesárea, dejó la vida. Ella no quería que fuera el último y, en todo caso, que Dios decidiera. Así se lo dijo a su esposo antes de entrar a quirófano. “Que no me hagan la ligadura. Vamos a ver cómo nos cuidamos, pero que no me hagan la ligadura”.La última frase que Helin escuchó de sus labios fue “rezá por mí”, quizás intuyendo que algo andaba mal y podía terminar peor.El deceso se produjo en la madrugada del 17 en el hospital Ramón Madariaga de Posadas, pero la internación y cesárea la tarde anterior en el centro de salud privado de Santo Pipó.Helin radicó la denuncia por mala praxis el viernes pasado en la comisaría de Jardín América, “a los fines de que se investigue la causal de la muerte de mi mujer debido a que en este momento tengo muchas dudas de lo que pasó, porque mi mujer era una persona sana, no tuvo ningún inconveniente en todo su embarazo, solamente que a los nueve meses el bebé estaba sentado y no podía tener parto normal”, consignó en la presentación.Por cuestiones de jurisdicción, las actuaciones fueron giradas a la comisaría de Santo Pipó.“Mi esposa salió de casa caminando y regresó en un cajón”, manifestó este hombre de 40 años, de oficio tarefero, en una entrevista mantenida con este Diario en su domicilio de Jardín América, donde se estableció después de regresar de Puerto Menocchio justamente porque estaban aislados y Narcisa Isabel había dado a luz a su séptima hija en un parto casero. “Me acuerdo que rompió bolsa. Eran las 2 cuando salimos de la casa a esperar la ambulancia, porque el tiempo estaba feo y el camino era difícil. Ella no aguantó más y ahí afuera lo tuvo, en la intemperie. Esa vez hice de partero. Fijate lo guapa que era en el tema de partos que me explicaba cómo tenía que hacer. Y la criatura nació diez puntos. Hoy tiene cuatro años”, recordó.Fue ese aislamiento el que los hizo recapacitar y pensar en la posibilidad de radicarse en Jardín América. Y así lo hicieron.Pero Narcisa Isabel dejó la vida en el octavo parto y ahora Carlos Ramón Helin quiere saber qué sucedió, entender las razones de su muerte para poder, como mínimo, darle explicaciones a la familia de ella. “Mi suegra y algunos cuñados me acusan; dicen que soy el culpable de todo”, consignó aún con un dejo inconfundible de consternación, tristeza y desconsuelo.Carlos, que cobra en promedio unos 1.500 pesos por quincena, quedó con el dolor de la partida de su compañera de vida y la responsabilidad de criar a ocho hijos de 18, 16, 14, 12, 8, 7 y 4 años, además del neonato de doce días.En memoria de su compañera de ruta, Helin decidió ponerle Narciso al recién nacido; “Ezequiel Narciso”, aclaró rápido él en medio de la entrevista.Alguna vez la vida puso a prueba su solidaridad, su caridad; la suya y la de Narcisa. Fue en enero de 2013 cuando albergaron a dos hermanitos, de siete y dos años, que habían presenciado cómo el padre asesinaba a su mamá.Helin prácticamente resolvió el crimen. Con ayuda del mayor de los chicos, buscó y halló el lugar exacto donde el homicida escondió el cuerpo, en Colonia Naranjito. Luego dio avisó a la Policía, que hasta ahí se había mostrado indiferente al caso.Esos niños vivieron con la familia tarefera hasta febrero pasado, cuando un hermano mayor, de 20 años, fue a buscarlos, como habían acordado casi un año antes. Helin pedirá a la Justicia la exhumación del cuerpo de su mujer para la realización de una autopsia y saber por qué murió Narcisa Isabel. Paso que cambió sus vidasCarlos Ramón Helin pasó la mitad de su vida en Buenos Aires y hace exactamente veinte años se radicó en Misiones. La desgracia le pasó de refilón el año pasado, pero ahora dio en el blanco. En enero de 2013 albergó a dos hermanitos, de siete y dos años, quienes habían presenciado cómo su padre mató a su mamá en Naranjito. Él se encargó de ubicar el cuerpo y dar aviso a la Policía, poniendo en riesgo su vida y la de su familia. Ahora, el 17 de este mes, su esposa, Narcisa Isabel Silvero (34), perdió la vida al dar a luz a su octavo hijo, tras una cesárea practicada en la clínica Pigerl, de Santo Pipó.El deceso se produjo en horas de la madrugada en el hospital Ramón Madariaga, adonde arribó en estado desesperante desde aquel centro privado de salud.Según su relato, permaneció apenas quince minutos en el nosocomio estatal capitalino. “Entonces salió el médico de cabecera de mi mujer y me dijo ‘no aguantó, se murió’”.En una entrevista mantenida con este Diario, el trabajador agrario catalogó a Narcisa como “una mujer guapa”.Las dos primeras hijas, de 18 y 16 años, fueron producto de una relación anterior, “pero para mí son mías”.Helin confesó a PRIMERA EDICIÓN que aquel homicidio (la víctima fue Liliana Elizabeth Falcón, cuyo cuerpo fue hallado el 20 de enero de 2013) y el parto casero de su esposa, a la intemperie, hicieron que pensaran seriamente en la posibilidad de abandonar Puerto Menocchio y radicarse en Jardín América.Así lo hicieron, en busca de una vida mejor, de mayor protección y seguridad. El destino pareció jugarles una broma macabra. Narcisa Isabel murió horas después de salir del quirófano donde trajo al mundo a su octavo hijo, aquel que llevará el nombre Narciso, en su memoria. Un antecedente gravísimoEl 15 de febrero pasado, también en Santo Pipó, un niño de doce años dejaba de existir por ahogamiento después de atragantarse con un pedazo de carne.Primero lo llevaron a la clínica Pigerl, pero no había médico de guardia; entonces siguieron camino hacia el hospital de Gobernador Roca, donde fue auxiliado pero lamentablemente ya era tarde.El dueño de la clínica, Otto Pigerl, explicó a la prensa en ese momento que como a su c
línica, por su categoría (4), se le permite tener guardias pasivas, no estaba el médico sino una enfermera.En el caso de Narcisa Isabel Silvero, la Justicia determinará si hubo responsabilidad médica o no; pero sería bueno, más allá de leyes y categorías, que se encuentre la manera de que cada centro de salud, público o privado, tenga guardia médica. Porque antes que nada, hay vidas en juego. “Debo aguantar que me digan que soy culpable” JARDÍN AMÉRICA. “Quiero que la Justicia diga de qué murió mi mujer y si alguien tiene responsabilidad o no. Tengo que aguantar a mi suegra, a mis cuñados que digan que soy el culpable de todo esto”, consignó Carlos Helin al confirmar que el viernes presentó una denuncia por presunta mala praxis en la comisaría de este municipio, a raíz de los acontecimientos suscitados en una clínica de Santo Pipó y que terminaron con la vida de Narcisa Isabel Silvero.Esta mujer, de 34 años, ingresó a ese centro de salud el domingo 16 de este mes, a eso de las 13. Según el denunciante, había roto bolsa y las contracciones se agudizaron con el devenir de las horas. No había médicos cuando llegaron, sólo una enfermera. “Tanto tardaron que mi mujer ya se había cambiado para irse a San Ignacio”, pero justo llegó uno y la tranquilizó.Entonces ordenó a la enfermera que citara a los otros médicos para las 16.30 porque media hora después se haría la cesárea, como finalmente sucedió.El niño nació en perfecto estado, pero la cosa se complicó después, cuando la madre ya estaba en sala común. Uno de los médicos le informó a Helin: “El bebé está diez puntos, pero con tu mujer tuvimos el problema de que no le agarró la anestesia local y tuvimos que hacerle la completa, por eso la vas a ver dormida”.“Me duele todo”El tarefero ingresó a la habitación y su mujer le contó la experiencia: “Carlos, me duele todo, sentí cómo me arrancaban todo de adentro. Me duele demasiado, decile a los médicos que hagan algo”, recordó el hombre.Una enfermera le aplicó un calmante inyectable. Luego comenzó a transpirar en forma inusual, excesiva en la óptica del denunciante; a tal punto que le preguntó a la enfermera si era normal, a lo que esta le respondió: “En unas sí, en otras no”. Al rato reingresó uno de los médicos y encendió el aire acondicionado, pero a no menos de 26 grados porque el bebé estaba en la habitación.Pero el aspecto de Narcisa Isabel no mejoraba. Seguía transpirando excesivamente y a esa altura de las circunstancias sólo balbuceaba.A eso de las 18.30, ingresó una enfermera para controlarla. Pero todo se descontroló 30 minutos después, con la llegada de otra, al parecer por cambio de guardia. Allí le espetó: “Pero señor, ¿usted no se da cuenta cómo está su mujer, por qué no tocó timbre?”, y salió corriendo. A los metros Helin le escuchó decir “llamá a los médicos porque la de la cesárea está grave”.Al rato llegaron los tres médicos. “Yo no entré más para no entorpecer, pero miraba entre las puertas y los veía preocupados. Veía como exprimían los pomos de suero para que vaya más, porque el goteo ya no servía”.El traslado sí o síA eso de las 22, informaron a Helin que su mujer estaba grave, que se había descompensado y urgía trasladarla a Posadas.Pero entonces se presentó otro problema, en una situación de por sí compleja: no había ambulancias. El marido reingresó a la habitación. “Ella estaba en estado de shock, le faltaba el aire. Tenía una máscara pero no alcanzaba”. Uno de los médicos salió y trajo “el tubo de oxígeno, que lo conectó directo. Así y todo le faltaba el aire. Noté que tenía un pañal y manchas de sangre. Le dije que se quedara quieta cuando me miró y dijo ‘rezá por mí’”.Esa sería la última frase que el hombre escucharía de los labios de su mujer.A las 23, Helin fue advertido de que su mujer “entró en una infección generalizada, con un cuadro de anemia crítico” y le aconsejaron que rezara porque pudiera salir de esa situación. Al fin apareció la ambulancia, aparentemente de Santo Pipó, y Narcisa Isabel fue trasladada a Posadas.“Ahí vi que mi mujer estaba muy mal; blanca, intubada y con la panza hinchada, como si estuviera embarazada”, recordó Helin.A toda velocidadAl parecer, la idea del médico era llevarla a un sanatorio privado pero el conductor fue al Madariaga, por lo que debieron regresar al nosocomio de calle Junín casi Córdoba. Allí se percataron que ni Helin ni su mujer tenían el alta de la obra social, razón por la que debieron regresar al hospital. Aproximadamente quince minutos después del arribo al Madariaga, Helin fue notificado del fallecimiento de su esposa.“No podía asumir que había perdido a mi compañera. No sabía cómo llegar a mi casa y explicar a mis hijos lo que había pasado. Ellos la esperaban como un nacimiento más y no fue así, porque mi mujer salió caminando de casa y no podía volver con un cajón”.Ahora, Helin irá a la Justicia para pedir la exhumación del cuerpo para someterlo a una necropsia. “Algo no estuvo bien, porque ellos mismos hablaron de la anestesia local, que no agarró. ¿Por qué, sabiendo que rompió bolsa, no vinieron antes”, se pregunta el hombre. Quizás la Justicia pueda darle una respuesta.
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