POSADAS. Los policías golpearon a la puerta cerca de las 10 de ayer. Buscaban una máquina de coser y una notebook robadas horas antes a pocas cuadras. Algo les resultó sospechoso de la mujer que los atendió y, orden de allanamiento en mano, decidieron entrar. Lo que escondía estaba en una de las habitaciones, pero no era el botín del robo: se trataba de cocaína, nada más y nada menos.Enseguida, la casa de la manzana 57 del barrio Fátima, al sur de la capital provincial, se llenó de policías. Y no era para menos: en el lugar se incautaron de once “tizas” del estupefaciente, listas para la venta y a metros de una escuela provincial, como PRIMERA EDICIÓN pudo confirmar en una recorrida por la zona.En la vivienda del complejo habitacional también se secuestraron tres trinchetas y un vidrio, elementos utilizados para el fraccionamiento del estupefaciente, junto con tizas verdaderas, utilizadas para “estirar” o “hacer rendir” la droga. Además, la Justicia Federal ordenó el secuestro de tres teléfonos celulares y cinco chips que serán sometidos a pericias en busca de más pruebas.Sospechas ciertasLa historia comenzó en la madrugada del último jueves, cuando un grupo de delincuentes ingresó a una casa de la manzana 50, a pocas cuadras, y se llevó una máquina de coser, una notebook y varias prendas de vestir.Una vez que despertó, la dueña de casa notó el desorden y la desaparición de sus pertenencias. No lo dudó y radicó una denuncia por robo en la comisaría seccional Decimocuarta, emplazada en el corazón del barrio.Comenzó entonces la investigación de los detectives de esa dependencia, quienes mediante la recolección de pistas y el testimonio de informantes llegaron a la conclusión de que los autores del hecho eran de la zona y, por ende, los elementos siniestrados se encontraban aún en las inmediaciones.Informada la situación al magistrado Ricardo Balor, al frente del Juzgado de Instrucción 6 de Posadas, llegaron a la Decimocuarta cuatro órdenes de allanamiento a distintas viviendas de la zona.Luego del trabajo preliminar, un grupo de uniformados de la comisaría acompañados por colegas del Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional X llegaron hasta la vivienda de la manzana 57, emplazada a apenas 50 metros de la avenida de acceso al populoso complejo habitacional.Lo dicho anteriormente. Los policías golpearon a la puerta y fueron atendidos por una mujer de 38 años que aparentemente acababa de despertar. Le explicaron que tenían una orden de allanamiento y que debían revisar la vivienda en busca de los elementos robados a una vecina.La dueña de casa no se negó, aunque se mostró algo nerviosa. Pidió que la esperaran mientras se calzaba un par de zapatos, pero entonces los uniformados intuyeron algo más y entraron. La mujer había ido directamente hasta una de las habitaciones. Allí escondía su tesoro.En un principio, pensaron que podía tratarse de los elementos robados. Pero estaban equivocados. Es que la sorprendieron intentando esconder una bolsa que estaba dentro de una gorra de lana. En el interior había 11 “tizas” de color blanco envueltas en polietileno oscuro. Todo parecía indicar que se trataba de cocaína.No tardaron en llegar al lugar efectivos de la Dirección de Toxicomanía y el propio comisario general Juan Carlos Tainski, jefe de la Dirección General de Seguridad. También, autoridades del Juzgado Federal de Posadas.El test no tardó en arrojar resultados positivos y confirmar que, efectivamente, se trataba de cocaína. No era de máxima pureza, ya que había sido “rebajada” con tiza de en serio, hallada también en la misma habitación. Los detectives indagaron un poco más y dieron con trinchetas y otros elementos de corte, además de un vidrio. Todo utilizado para el fraccionamiento de la droga.Por orden de la Justicia también se secuestraron tres teléfonos celulares y cinco chips, junto con 330 pesos. Si bien aún es materia de investigación, los investigadores no tienen dudas de que el lugar funcionaba como una “boca de expendio”. En ese sentido, trascendió que cada “tiza” tenía un valor de entre 600 y 800 pesos, nada más y nada menos. Lo grave del caso es que el “kiosco” funcionaba a escasos 150 metros de la Escuela Provincial 857, donde asisten miles de niños y adolescentes del barrio. Esa cuestión geográfica no es menor, ya que podría agravar la situación de la mujer que quedó detenida, según el propio Código Penal (ver “Encuadre legal”).El procedimiento policial se extendió hasta las últimas horas de la tarde de ayer. Los policías continuaban recolectando pruebas en la escena y el testimonio de vecinos del barrio. A este diario muchos le dijeron que les llamaba la atención porque “se trataba de una familia normal”. Otros, desde el anonimato, reconocieron que en el lugar solían observarse movimientos extraños.
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