MONTECARLO. La escultura en madera es un arte que trascendió a través de los años. En nuestros días existen obras que van desde el estilo más abstracto hasta el más realista, como las figuras que resultan luego de que las manos de Marco Pintos se apoderan de este noble material.Gubias, lijas y meses de trabajo, siempre a mano, realzando cada detalle, convierten trozos de cedro, “para el que la herramienta tiene que estar bien filosa y la madera bien estacionada”; guayubiras “que también es una madera dura pero noble y te permite hacer muchos detalles”, y cañafístolas en esbeltas figuras femeninas, con rostros de rasgos bien marcados o, por qué no, en imágenes religiosas.En una charla amena con PRIMERA EDICIÓN, en la intimidad de su hogar del barrio Martín Fierro, el escultor comentó que “soy autodidacta, lo básico lo aprendí de mamá, que tallaba, me crié viéndola trabajar, y cuando tomé las herramientas e intenté esculpir me salió como si hubiera practicado durante años. Mi abuelo era carpintero ebanista, pero no lo conocí, mi mamá se fue joven de su casa e hizo su vida, pero a veces nos cuenta que veía como trabajaba su papá”. “Aunque me sigo perfeccionando, tuve facilidad de entrada. Las herramientas las fui incorporando según la necesidad, había cosas que no me resultaban, entonces tenía la necesidad de conseguir utensilios adecuados, fui viendo y averiguando acá y allá y por suerte en Montecarlo encontré una casa de artesanías donde conseguía todas las gubias. Hay herramientas ‘de alto vuelo’, de acero alemán y demás, pero el costo es imposible de afrontar”, agregó.Marco reconoce que “no terminé la secundaria, a lo mejor, si hubiera terminado, no estaría haciendo esto, pero dejé la escuela, comencé a trabajar y a probar de hacer de todo un poco. A fines del 90 le hicieron un encargo a mamá, ella no tenía tiempo y me preguntó si me animaba; así, con 18 años, comencé; pero es muy difícil vivir de esto”.Algunas de sus obras“Para hacer una muestra necesito piezas, y para hacerlas necesito tiempo, pero mientras tanto tengo que vivir”, mencionó Pintos, que exhibe con orgullo algunas de sus obras, como “Siembra” y “Sensaciones”.Sobre la primera contó que “fue una inspiración, la dama lleva en su cántaro semillas del monte y va sembrando. ‘Sensaciones’, por ejemplo, nació a partir de algo que escribí y me fue gustando, entonces comencé a dibujar bosquejos, fui viendo imágenes acordes con lo que estaba buscando” y derivó en una bellísima mujer, de rodillas, con el cuerpo desnudo.“Generalmente hago imágenes de santos, vírgenes, cuadros, por ejemplo, al Instituto Madre Teresa Michel le hice dos esculturas, una la llevaron a Formosa y otra a Buenos Aires, quedaron muy contentos con mi trabajo y al reportar sus actividades me incluyeron en el anuario que hacen en Roma”, explicó el artista. Añadió que “ahora estoy haciendo un encargo en cemento, para una escuela de Piray, en principio me trajeron una imagen para restaurar, pero como estaba muy venida a menos les propuse hacerla de nuevo”.Y así es como se gana la vida este joven, lejos de cualquier ayuda de los organismos del Estado, haciendo maravillas en un espacio que, según el mismo reconoce, “no es un taller, no sé como llamarlo, es un techito que tengo en el fondo”. Definitivamente, “una perla echada a los cerdos”.
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