POSADAS. El 19 de septiembre de 1974, fallecía con 55 años Mario del Tránsito Cocomarola, sancosmeño de cuna, autor de la música de “Kilómetro 11”, ese emblemático chamamé al que Constante Aguer le puso letra de amor para marcar el punto exacto de un camino que se habría de recorrer desde entonces. La fuerza de ese chamamé prendió en las voces hasta convertirlo en himno y la provincia se hizo nación y cruzó cuanto cielo encontró a su paso, para abrir los acordeones, rasgar las cuerdas de una guitarra, llorar por dentro a fin de memorizar la casa, la calle, el río y ese ansia por volver que se convierte en sapucay de ausencias.Hoy celebrando ese día y abrazando a un gran músico de esa tierra, Posadas recibe a Raúl Barboza, en una presentación que será a las 22 en el auditórium del Instituto Montoya. Luego de participar del Festival Mundial del Acordeón en Montmagny, Quebec, Canadá.Este gran músico, embajador del chamamé correntino, supo contar que “el acordeón llegó a mis manos -a mi alma, a mi corazón, en fin, a mi vida- una tarde en la que mi padre vino con un envoltorio. Lo abrí y era una acordeoncita, de las que acá comúnmente se llaman verduleras, técnicamente acordeón diatónico, porque no tiene las notas cromáticas, los semitonos: sería como un piano sin las teclas negras, pero eso no lo invalida para que existan bellas melodías como ‘Merceditas’, ‘Villanueva’, ‘La calandria’ o ‘A mi Corrientes porá’, que fueron compuestas con instrumentos diatónicos”.Hablar con Barboza es conocer un poco más en profundidad el lenguaje que emana el acordeón, así también supo contar que “hay que saber que el chamamé es una música muy descriptiva. O, en todo caso, yo hago que cada tema sea la descripción de algo que aconteció: el sonido del agua o el canto de los pájaros o el viento. Todo eso uno lo puede poner en música, pero hay que conocer bien las culturas para que la música tenga razón de existir y que no sea sólo un conjunto de bellas notas bien colocadas”.Entre sus recuerdos ronda la anécdota cuando conoció a Ariel Ramírez, “a instancias de mi papá, que me invitó a tocar la música de la película ‘Los inundados’, de Fernando Birri. Eso me hizo sentir muy bien. Luego Ramírez con Los Chalchaleros armaron tres temporadas de folklore en el teatro Odeón, estaban Cafrune, Los Huanca Hua. Y de repente me vi tocando en un teatro y me sentía feliz tocando en un teatro. Vinieron las giras por todo el país: tocaba chamamé ahí donde nunca se había tocado antes: Catamarca, Tucumán, La Rioja; allá arriba en Humahuaca, allá abajo en Río Turbio”. Hoy la cita será con ese genio que hace hablar a su acordeón y emite sonidos que llegan al alma.
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