PARAJE 20 DE JUNIO (San Antonio, por Martín Sereno). “No termino de caer, este reconocimiento nos merecemos todos los docentes; me tocó a mí, pero somos muchos los que dejamos todo por la comunidad”, expresó Fabián Figueredo ante PRIMERA EDICIÓN en referencia a la distinción que recibió en Buenos Aires.“Mi primera tarea fue convencer a los padres para que los niños vayan a clases”, recordó. Figueredo es director y docente en la Escuela 776 del paraje 20 de Junio, institución situada a siete kilómetros de la ruta nacional 101, a la que se llega por un camino de tierra que muchas veces está intransitable. La comunidad del paraje se dedica a la plantación de tabaco a pequeña escala, verduras y animales para consumo propio.Figueredo llegó a la 776 como suplente hace seis años y, según relató, fue un cambio rotundo en su vida: “En 2008 fui convocado para trabajar, yo era muy nuevo y sabía que la escuela estaba atravesando un período bastante conflictivo. En un primer momento dudé en aceptar, pero el que era mi director en ese momento me aconsejó sabiamente y me planteó que los desafíos hay que enfrentarlos, con lo cual junté coraje y acepté”, recordó.Un largo camino“Cuando llegué a la escuela noté que la mayoría de los niños y niñas del lugar no asistían a clases porque con la docente anterior habían tenido una mala experiencia y su salida fue básicamente a pedido de la comunidad. Nuestra primera tarea fue recorrer casa por casa para convencer a las madres y padres de que volvieran a mandarlos, que la escuela iba a tomar otro rumbo y que debíamos conformar una gran familia, en pos de los gurises y de la comunidad. Por suerte, nuestra propuesta (su esposa también es docente) fue convincente para los padres y los niños volvieron a la escuela. Hoy tenemos una matrícula de 48 alumnos, y también hemos logrado dar clases para adultos por la noche y extender la posibilidad de estudios al nivel secundario”.“La mayor satisfacción es saber que uno da lo mejor de sí”Figueredo contó su viaje a Buenos Aires como una experiencia muy valedera: “Pudimos conocer a educadores de todo el país, que ejercen la docencia en las más disímiles condiciones, los maestros rurales misioneros penamos mucho por la falta de condiciones, pude ver que esa situación también se da en otras provincias y que la manera de tratar de revertir eso desde nuestra función es la redoblar nuestro esfuerzo, nuestro compromiso con la comunidad y persistir en la batalla diaria de conseguir, para la escuela en la que ejercemos, las condiciones necesarias para los niños”, reflexionó. “Más allá de esta distinción, que la mayoría de los docentes misioneros merecería, la mayor satisfacción es el reconocimiento de los chicos, de los padres, y de sentir que uno da lo mejor de sí”, dijo.
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