POSADAS. Cómo sujetar una regla a nivel para levantar muros y paredes, ya no es un enigma para muchas mujeres, en especial para quienes sin querer se fueron reinventando a sí mismas, hicieron cursos de albañilería y trabajan de esto para poder mantenerse.Firmes en la construcción de viviendas sociales que se hace en colaboración entre vecinos, los días de calor son los más bravos, y ponen a prueba todo el tesón del que es capaz un grupo de señoras de más de 40, quienes un buen día tuvieron que ponerse detrás de una carretilla para sacar adelante a la familia. “La preparación de las mezclas para cargar un hormigón es lo más pesado. Después el trabajo va solo”, dice María (48). Ella llegó hace cuatro años a la albañilería, por caminos que nunca imaginó “pero algo tenía que hacer porque no conseguía trabajo. Hace cuatro años apareció esta oportunidad de realizar el curso de albañilería de la Uocra y acá estoy. Ya soy medio oficial de albañil”, señaló orgullosa. El dato no es menor, porque incide en el sueldo que percibe mensualmente, que en su categoría roza los 5.500 pesos.“No alcanza pero ayuda”, señala Rosa, una compañera. Tímida para hablar, la mujer aseguró que por sobre todo la profesión la hace “muy feliz”. Actualmente ellas forman parte de una cuadrilla para la entrega de 26 viviendas en el barrio Madres de Plaza de Mayo, situada en la parte más alejada de la zona sur, detrás del predio del autódromo. “Cada grupo (formado por cuatro albañiles) tiene a su cargo la obra de una vivienda. Somos 26 grupos, y el mío ya terminó el revoque exterior y techado. Ahora nos quedan los detalles de adentro”, explicó. Los plazos son cortos: seis meses y ni un día más. El tiempo no espera a nadie, y conscientes de esto “las damas de los ladrillos” se ponen a la par de los hombres. María empezó construyendo su casa propia y ya lleva hechas más de ocho. La dinámica de las viviendas sociales tiene como política el cooperativismo. Cada cual comienza por sí mismo y a medida que avanzan van sumando trabajadores dispuestos a construir su propia casa y también la de su vecino. Las mujeres de la obra, unas trece en total se sienten reivindicadas. Es cierto que trabajan de sol a sol y hay que ser fuerte para aguantar, pero no “hay nada como ver un trabajo terminado, porque detrás hay una familia agradecida”.
Discussion about this post