POSADAS. El martilleo seco, constante, resuena entre el caserío en “Los Patitos”, un barrio muy excluido territorialmente y donde la emergencia habitacional muestra una de las peores caras en todo el cordón de pobreza situado al sur capitalino. Para colmo, está muy alejado del asfalto: hay que recorrer casi tres kilómetros por un camino mal entoscado para llegar hasta allí. Y esa es la travesía que hacen los 40 voluntarios de la organización Techo, muchos de los cuales resignaron sus vacaciones de verano para ayudar a construir 27 casas, para que otras tantas familias posadeñas tengan acceso a una vivienda más digna. El día de la visita de PRIMERA EDICIÓN se aproxima una tormenta y las cuadrillas, que desde hace media semana ya venían trabajando a destajo en el barrio, se envuelven en mucha más adrenalina para terminar a tiempo. En la primera etapa se entregaron trece viviendas y entre hoy y mañana deberán estar listas las restantes catorce. Cada equipo trabaja en la edificación de tres hogares y confía en llegar, así sea que deban trabajar bajo lluvia intensa.Desde arriba de uno de los techos, como un símbolo genuino del compromiso de la entidad benéfica, la directora general de Techo en Misiones, Soledad Balán, se asegura de que los clavos que coloca con total concentración queden a la perfección. La casa tiene que superar la prueba más importante: por fin resguardar a la familia que tendrá allí su hogar… Dice Celia: “Es la primera vez que llueve y tengo la certeza de que no se van a mojar mis cosas, las ropas de mis hijos”, termina la frase mientras se asoman unas lágrimas que “son de felicidad”, asegura. Cuando se habla de “pobreza”, la trama de sentidos que se configura en la perspectiva de muchas personas, que desconocen esta realidad, suele dejarse convencer por algunos imaginarios sociales. Es que, a diferencia de lo que se puede llegar a pensar, hay familias con más de tres generaciones viviendo en el lugar hace más de 40 años. Es decir, no son un asentamiento originado de la noche a la mañana. Ese es el caso de Paola, una de las mujeres con quien también los voluntarios de Techo estuvieron construyendo. Ella nació en el barrio, pero antes estuvieron su abuela y su madre; mientras que ahora, su hija ya forma parte de la cuarta generación. Mientras el trabajo se intensifica, este diario releva fotográficamente el ritmo de las obras. No hace falta recorrer mucho para notar que la urgencia habitacional de los vecinos es sólo una faceta de la problemática generalizada. A diario conviven con otro tipos de problemas, como el acceso al agua. Un dato: para abastecerse del vital líquido cuentan con cuatro tanques con capacidad de 200 litros que la Municipalidad recarga con el camión sanitario entre una o dos veces por semana. Tiene que alcanzar para consumo, higiene personal y limpieza. Si el camino de ingreso se estropeó por algún temporal, se quedan sin servicio. El transporte público es aún más limitado, como ya reflejó este diario en ediciones anteriores. El primero en ingresar lo hace a las 6 de la mañana y el último en salir lo hace a las 20, pero hace un año después de las 18 ya no había, y fue una larga lucha conquistada por los pobladores que se garantice una unidad para los estudiantes de la escuela nocturna que aspiran cambiar la realidad con un título educativo bajo el brazo. Es que en más de 50 kilómetros a la redonda no hay escuelas. Tampoco salitas de salud. Herramientas para el cambio“Nosotros asistimos con algunas herramientas a las necesidades de los vecinos, pero son ellos los protagonistas de su cambio, por supuesto con la ayuda de los voluntarios que se comprometen con una sociedad más justa”. Lo afirma Soledad Balán mientras verifica el avance de las demás cuadrillas y concluye: “Es un barrio donde lo que primero uno ve es la emergencia habitacional, con más del 50% de las familias sin estar en posición de una vivienda digna”. La acompañan voluntarios de Corrientes, Chaco, Salta y distintas ciudades de Misiones.“Que el equipo sea dinámico enriquece el trabajo. Además tenemos la ventaja de que muchos vecinos con quienes construimos su vivienda, después se nos suman para seguir construyendo la casa de otros”. Tamara Carballo, de Oberá, residente en Posadas, es una de las voluntarias con mayor permanencia del equipo, para ella “trabajar y compartir una semana completa con las familias con quienes construimos sus casas siempre es una experiencia linda, enriquecedora, que nos permite ver una realidad muy distinta a la que solemos asistir cotidianamente. Cada vez que construimos las familias están muy predispuestas, nos hacen parte de su familia y eso nos hace absolutamente felices”, reflexionó. Sin embargo, para la joven, la experiencia de construir, no es lo mejor, sino lo que viene después del trabajo duro.“No cortamos vínculo con la familia, una vez terminada esa etapa empieza otra más linda, porque es la posibilidad de compartir con ellas, de ayudarles a buscar nuevas soluciones para el barrio, darles herramientas para que salgan adelante solos. Nosotros hacemos un acompañamiento, pero lo productivo viene de ellos”, insistió la muchacha. Sostuvo Carballo: “La vivienda de Techo es una solución transitoria, pero ayuda de primera mano para poder salir adelante y dejar de pensar en que si llueve se te mojan todas las cosas de la casa porque se chorrea agua por el techo y las paredes. La vivienda es un primer paso para pensar en otras cosas que ayude a salir adelante y la mayoría de los vecinos lo logra porque deja de preocuparse por la cuestión habitacional. Lo mejor es saber que ellos mismos terminan encontrando soluciones para la vida misma”. Los asentamientos en los cuales interviene Techo suelen no tener necesidades básicas satisfechas. Sólo cuentan con algunos servicios informales, donde el agua y la luz son deficientes, no hay recolección de residuos ni hablar de una salita de salud. Para ir a la escuela tienen que trasladarse hasta el barrio A-4 Nueva Esperanza o San Isidro, donde la matricula con la cual cuentan se encuentra desbordada de por sí. Por este motivo se suelen presentar muchas historias de vida que dan cuenta de la negligencia, de la exclusión, como casos de mujeres embarazadas que empiezan con dolores de parto pasadas las 8 de la noche y a quienes se les muere el bebé porque no tienen medios para salir del barrio para llegar hasta el hospital. Así las problemáticas se multiplican en muchísimas otras que van más allá de lo habitacional y por ello más allá de la construcción de viviendas van a continuar trabajando con las familias del barrio para hallar soluciones.“El déficit habitacional que existe en el país se l
ocaliza mayormente en las provincias del Nea: Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones. Si bien, esta es una provincia donde hay soluciones, pero evidentemente no es suficiente y por eso hay que seguir comprometiéndose, en especial desde aquellos organismos que tienen la capacidad de brindar respuesta.”, concluyó Balán. De “vacaciones” Carlos Casasola es ingeniero informático y vive en Salta. La empresa para la cual trabaja lo puso en contacto con Techo hace un año y como voluntario ya participó en cuatro acciones: tres en su provincia natal y esta en Misiones. Para poder estar aquí, se tomó las vaciones. “Para mí es muy importante ayudar mucho a la gente. Ocupar el tiempo que no estoy trabajando o en otras obligaciones, para brindarme a personas a quienes les falta de todo. Eso me llena el corazón”. Carlos está casado y tiene cuatro hijos. “Es mi deseo que ellos puedan estar pronto acompañándome en esto. Es muy importante lo que hace Techo, por eso insto a los jóvenes a que se involucren con el voluntariado. Es muy importante conocer la realidad de nuestra gente”.
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