POSADAS. No pasa un solo día en las oficinas de Cáritas de Oberá en que no reciban a una mamá, un papá o una abuela desesperados pidiendo ayuda para recuperar a un chico o chica envuelto en la adicción a la droga. El dato, triste reflejo de un drama, incluye a familias de las zonas rurales del Alto Uruguay que también están agobiadas por el flagelo, que hasta hace poco se creía un problema exclusivo de las áreas urbanas de la provincia. “La droga llegó a las chacras, a las picadas, a las colonias. Y lo peor es que también llegó la peor de todas, que es el paco”, aseguró la titular de Cáritas Diocesana de la Zona Centro, Zulma Quintana, en base a la información y los pedidos de ayuda que reciben de las 18 parroquias y capillas de la diócesis. La organización abarca las localidades y zonas rurales de El Soberbio, San Vicente, San Javier, Panambí, Colonia Aurora, Santa Rita, Alba Posse, en los departamentos de Cainguás, Oberá, San Javier, 25 de Mayo y Guaraní. Hasta hace poco se desconocía -al menos oficialmente- que la problemática incluyera a los chicos y chicas de las colonias y picadas, mayoritariamente hijos de colonos. Hoy “es una realidad con la que tienen que lidiar muchas familias, que no tienen ayuda y no saben qué pueden hacer o a quién recurrir cuando se enfrentan a un tema absolutamente desconocido”. Fronteras abiertasLa titular de Cáritas atribuyó la triste novedad a la falta de controles en las fronteras con Brasil: “En la diócesis tenemos 300 kilómetros de frontera de las que sacaron a los gendarmes. En los pueblos de la costa manda el que está armado, mandan las mafias”, disparó. Si bien asumió que la problemática de adicciones golpea a todas las clases sociales, advirtió que los sectores pobres son los más desprotegidos: “Vemos que la pobreza aumenta, y en respuesta a eso formamos grupos de merendero en los que van surgiendo los grandes dramas e inquietudes de las familias. Las mamás se acercan a charlar y el tema de las adicciones brota en muchísimos casos. Las familias no tienen ninguna herramienta ni lugar al que recurrir cuando un hijo tiene este problema”. Para encontrar una vía de acción “nos hemos reunido con el titular de Cáritas de Posadas, padre Alberto Barros, para aprender un poco de la experiencia que ellos tienen en los barrios y las parroquias con la problemática de la droga. Es que tenemos que estar preparados con otro tipo de intervención, porque ¿qué hago cuando viene una madre y me dice que no sabe que hacer con su hijo porque está hasta las manos? ¿qué hago cuando viene una abuela y me cuenta que no puede comprarse ni un termo porque el nieto le roba para comprarse la droga? Lo único que podemos decirle es que vaya al hospital para que lo atiendan y lo desintoxiquen, ¿y después qué?” se preguntó. “Nosotros hacemos ver”La enorme preocupación de la gente de Cáritas por el avance de las adicciones y el narcotráfico también derivaron en una reunión con la subsecretaria de Prevención de Adicciones y Control de Drogas, licenciada Mariela Aguirre, y acordaron trabajar en tareas de prevención y contención en tres parroquias estratégicas: Oberá, San Vicente y El Soberbio. “Estamos viendo que la gente se anima a reconocer esta situación, un drama que antes se ocultaba, del que no se hablaba”, refirió. “Hace dos años una señora me pidió ayuda para chicos adictos en una picada en Panambí y yo pensaba que no podía ser, pero lamentablemente es así, es la realidad”, se lamentó. La referente finalizó con un pedido: “Les rogamos a los intendentes que activen los consejos municipales de protección de niños, niñas y adolescentes, no para que estén de adorno, sino para que se ejecute la ley que prevé equipos multidisciplinarios en cada comuna. Esto tiene que tener un abordaje profesional porque nosotros estamos dispuestos a ayudar, pero las buenas intenciones sirven en un momento para contener, aunque sin resultados a largo plazo”. “La problemática nos desbordó a todos”La subsecretaria de Prevención de Adicciones y Control de Drogas del Ministerio de Salud Pública Provincial, Mariela Aguirre, fue sincera cuando admitió que la masificación del consumo de drogas entre adolescentes y jóvenes “es una realidad que nos desborda”, porque no sólo aumentó la demanda de atención de chicos adictos, sino que además deben lidiar con drogas nuevas, baratas y destructivas como el paco. De hecho, entre el 15 y el 20% de quienes consultan en el Centro Policlínico Manantial “han consumido paco”. “Sabemos que la problemática está instalada en todos lados y no escapa al área rural ni a la población indígena, y tenemos respuestas escasas cuando el drama se da en el interior de Misiones”, admitió. La funcionaria reconoció que fue advertida sobre el aumento de adicciones entre chicos de las áreas rurales de Misiones, aunque no existen estadísticas que puedan dimensionar el alcance de este drama para las familias. “Hay una gran preocupación en Cáritas porque la red de contención es insuficiente y escasa, están los centros de salud pero no es suficiente para el tipo de demanda que existe ahora”, señaló, y adelantó que, por ese motivo, se están rediseñando las políticas públicas “porque los escenarios cambiaron y la verdad es que estamos desbordados”. Desde la Subsecretaría trabajan en los colegios para apuntalar las tareas de prevención, pero la otra cara de la moneda, la adicción pura y dura y los cientos de chicos envueltos en el consumo abusivo de drogas genera paradojas cotidianas para los trabajadores del área. “El único centro al que se puede derivar es el policlínico Manantial. Cuando en otras localidades existe un caso que requiere internación se hace la derivación desde los efectores de salud del pueblo. Muchas veces los intendentes se hacen cargo y envían a la persona afectada con un trabajador social”, contó. Pero el mayor problema es que el tratamiento de las adicciones es voluntario, entonces se plantea la dicotomía entre una enorme cantidad de consultas y pedidos de turno, pero una escasísima asistencia del adicto a esa atención programada, al punto que sólo entre el 20 y el 30% regresa. Sin lugares a donde pedir ayudaHace varios años que la Zona Centro espera un Centro de Ate
nción a víctimas de la drogadicción, el que incluso fue anunciado como de “inminente concreción” por la entonces vicegobernadora Sandra Giménez (hoy senadora nacional) y el actual jefe comunal de Oberá Ewaldo Rindfleisch. El lugar previsto, que incluso se traspasó a Salud Pública, fue la exescuela Fontana, pero el edificio permanece cerrado, con los deterioros naturales por el paso del tiempo y el abandono. Hasta Eduardo Morales Lezica (hoy vocero del gobernador Closs) en su carácter de legislador provincial, en 2011, presentó ante la Cámara de Representantes un proyecto de declaración de interés provincial del Centro de Rehabilitación y Contención de Adictos, ubicado en Paraje Fontana en Oberá. Mientras tanto, la situación es cada vez más preocupante y difícil de abordar por la falta de herramientas. Hace dos meses, cuando murió Carmelo Sanfilippo de apenas 16 años luego de intentar ahorcarse tras haber consumido un cóctel de pastillas que le causó daños letales a su organismo, el obispo Damián Bitar cargó duramente contra el poder político que no se hace cargo del problema. Pero nada cambió desde entonces.
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