POSADAS. Julia Mabel Núñez (19) es la primera bombera certificada por la Federación Misionera de Bomberos Voluntarios y se desempeña en la Asociación de Bomberos Voluntarios de Posadas – Cuartel Itaembé Miní. Nació a pocas cuadras, en el barrio Centro Correntino y cursó el secundario en la Epet 36, desde cuyos ventanales observaba con curiosidad el movimiento de los uniformados en el predio de 60×80 que poseen en el barrio Terrazas.Cree que su vocación pudo haber nacido después de mirar una película donde ocurría un siniestro. “Todos corrían y los únicos que ingresaban eran los bomberos. Más allá de que es una actividad con mucha adrenalina, lo que me impacta es ayudar a los demás. La situación en que se encuentran es la peor para cualquiera y poder brindar ayuda y arriesgar tu vida para salvar la otra, es grandioso”, explicó a PRIMERA EDICIÓN, consciente, al igual que sus compañeros, de lo que ello significa.Menuda, de cara aniñada y amplia sonrisa, aseguró que ser bombera “es un logro, una satisfacción. Y ser la primera bombera federada de este cuartel es sentirte un ejemplo para los que vienen, saber que se van a reflejar en vos. Eso me impulsa a mejorar y a aprender más, siempre para ayudar”.Si bien aún no tuvo oportunidad de concurrir al incendio de una vivienda (estructural), en su corta carrera debió afrontar incendios forestales, pastizales y accidentes vehiculares, en los que asistió a heridos. “Cuando vas al lugar te imaginás las peores condiciones en las que se puede estar, y cuando estás ahí, estás pensando que de vos depende que mejore o empeore. Eso es lo que me exige a mí misma a capacitarme, especializarme y adquirir más experiencia para poder brindar lo mejor a la otra persona”, refirió la joven, que trabaja de niñera y cursa el primer año en la Escuela de Enfermería de la Unam.Su ingreso al cuartel se produjo el viernes 22 de agosto de 2014. Recuerda la fecha como si fuera una bisagra en su corta vida. Junto al resto de los camaradas recibió instrucción en distintas actividades físicas como bomberiles. En marzo rindieron el práctico y luego el teórico, en San Vicente. “Hice un curso sobre rescate vehicular, que es en lo que me especializo. Ahora estudio enfermería, entonces todo se complementa. A veces me pongo a pensar y todo lo que estoy haciendo va hacia un mismo fin: ayudar a la otra persona”, acotó.La más inquietaAl terminar el colegio y por medio año, trabajó como niñera en ambos turnos. Promediando el 2014, decidió ingresar al cuartel y pidió a una de sus hermanas que la acompañara a averiguar las condiciones. “Me explicaron cómo era, cómo se trabajaba, ingresé y me quedé”. Antes de egresar de la Epet, que queda en frente, “observaba el movimiento, las salidas, me llamaba la atención el bombero equipado que iba, volvía, traía, llevaba. Quería entrar pero mamá (Ignacia Almada) no me autorizó. Es que pensaba que era una idea más de las tantas que tenía Julia”, quizás la más inquieta de sus hijos: Karina, Marta, Ana y Cristian.“Ella estaba preocupada porque -con mi talle 35- no consiguiera botas para bombero, pero fui incorporándome y tengo un equipo completo. Ella es mi guerrera, está conmigo siempre. Ahora me apoya y está recontenta. Al contarle de esta entrevista me abrazó y me dijo que estaba orgullosa”, contó al borde de las lágrimas. “Y yo estoy embelesada. Me gusta muchísimo. Me motiva el hecho de que tengamos varios cadetes, un hermoso grupo que se interesa y a mí me gusta ayudar”, agregó Núñez que, a pesar del trajín, se hace tiempo para estar coqueta.Recordó que días atrás experimentó una falsa alarma, a la que también toma como aprendizaje. “Hubo un incidente en la casa de un vecino pero cuando me avisaron por el grupo de Whatsapp parecía que era incendio de estructura. Y en ese caso uno tiene que subir al cuartel lo más rápido posible. Ya estaba acostada y le dije a mamá que tenía que salir. Ella me dijo: ‘¿adónde vas? si es medianoche. Hace frío, llevate una campera’. No tenía tiempo de abrigarme, era salir y salir. Me puse las zapatillas y vine corriendo. Tras una hora y media volví y mamá me esperaba afligida. Se había quedado con el corazón en la boca”, graficó al relatar la preocupación de su familia.Los días de semana los reparte entre su trabajo, la facultad y el cuartel, pero el sábado “me paso acá la jornada completa. Por la noche voy a una iglesia evangélica donde doy clases a nenes de cuatro a seis años en la escuela dominical. Hago como una maestra jardinera, les cuento historias de la Biblia. El domingo me vengo de nuevo porque acá siempre hay algo para hacer: actividades, prácticas (enfermería, socorrismo, primeros auxilios, rescate vehicular), instrucciones o enseñar a quienes quieran aprender. Sabe que eligió una profesión sacrificada, de entrega. “Los demás son cadetes pero la relación con los chicos es muy buena. Saben que no me gusta que me subestimen. Me ayudan un montón. Soy de las que si no sabe, pregunta ocho mil veces, en ocasiones cosas muy obvias, pero me saco la duda. De todos modos creo que me aprecian un montón como yo a ellos”, manifestó entre risas.Soñar en grandeAl hablar de la visión que tiene del cuartel en unos años, Núñez aclaró: “Estamos arrancando. Cuando fuimos a hacer cursos, visitamos otros cuarteles que son una hermosura. La idea es tener un móvil para accidentes, otro para incendio de casas, para incendio forestal, cada uno equipado con sus propios elementos, para socorrismo, primeros auxilios, habitaciones para huéspedes, sanitarios para ambos sexos, el vestuario acomodado. Siempre lo mejor y lo más grande posible. Ahora es todo muy modesto”.Aclaró que si bien un incendio es la peor situación para los dueños de una casa “para nosotros es una picardía. Es nuestra pasión el fuego, poder extinguirlo y vivir esa adrenalina. Cuando todos salen, entrar y hacer lo posible”.Rememoró el primer siniestro al que asistió y dijo que “fue acá cerca, en el Club Policial. Fue un incendio de pastizales que no pasó a mayores pero fue como una primera práctica. Algo más grande fue detrás del cementerio, durante la noche y con corte de ruta debido al denso humo”.Cuando hay un incidente, cualquiera sea, todos los bomberos salen equipados con casco, pantalón, botas,
guantes, monjita, el chaquetón, además de las herramientas, el botiquín, la tabla, los collarines, los conos y las cintas para señalizar la zona de peligro. Una vez que sonó la alarma hay que equiparse lo mas rápido posible. El récord fue de 60 segundos aunque Núñez reconoció que todavía “no me tomé el tiempo”. Una vez en el lugar el móvil se estaciona y los bomberos descienden y se alinean. El oficial bombero a cargo de la dotación (Obad) es el que da las instrucciones a seguir. Es el más antiguo del grupo en caso de ausencia del jefe. Cada uno hace lo que le corresponde y luego se reporta, describió Nuñez, al tiempo que destacó la disciplina que se adquiere.Insistió con que siempre “tuve en mente lo de bombero voluntario, de acudir cuando te necesitan. Siempre fue esa adrenalina la que me llamó la atención. Lo de enfermería elegí en el último año. Pienso seguir los cinco años hasta alcanzar la licenciatura y después continuar especializándome. Eso sí, siempre acompañando al cuartel”. EsperanzadorPara Ernesto Romero, presidente de la Asociación, lo de Julia es “muy esperanzador” porque es una chica que se acercó por propia iniciativa. “La invitamos a que se integre y en poco tiempo demostró mucha dedicación, interés por aprender. Encontró un camino para desarrollarse y poder crecer como persona. Creo que le dio sentido a sus ideales. Reunimos en ella los objetivos que perseguimos”, dijo. Aseguró que es una chica que se capacita permanentemente, que estudia, trabaja y se prepara para la vida y para servir a la comunidad. “Es un símbolo para nosotros. Estamos tratando de sostenerla. Se constituye en un ejemplo, al igual que Nahuel, que también es estudiante universitario, trabaja y viene a realizar su labor como bombero. Son ejemplos, y los chicos los siguen. Es lo que nos motiva a seguir adelante”, sentenció.
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