POSADAS y PUERTO IGUAZÚ. Una labor estratégica fue la que permitió que el último jueves acabaran tras las rejas Ramón (36) y “Candé” (39), los dos sospechosos acusados de matar al “narcopiloto” Guillermo Ramírez (46) en un presunto ajuste de cuentas perpetrado a principios de año en Montecarlo.Como PRIMERA EDICIÓN ya informó en los últimos días, se trata de dos sujetos considerados de extrema peligrosidad que incluso compartieron varios años de cárcel, donde se habrían conocido. Para los investigadores, ambos serían los autores de numerosos hechos delictivos y de sangre perpetrados en el Alto Paraná en los últimos meses.Las fuentes los catalogaron como fríos y dispuestos a todo. De eso los policías que los detuvieron no tenían dudas y por eso debieron montar un plan pensado en detalle para evitar cualquier tipo de peligro, tanto para ellos como para civiles, así como para no permitir que escaparan.La moto amarillaRamón y “Candé” eran buscados desde la noche del lunes 19 de enero, acusados de acribillar de seis disparos a Ramírez, quien hacía pocos meses acababa de recuperar la libertad tras cumplir una condena por tráfico de estupefacientes.Desde entonces, el dúo delictivo se esfumó de Montecarlo, donde fue perpetrado aquel crimen. Las hipótesis eran varias: Paraguay, Brasil, otra provincia argentina. Pero un dato “fresco” llegó hace pocos días a manos de los investigadores de la Dirección de Homicidios y de la Unidad Regional V, con asiento en Puerto Iguazú.La información indicaba que, después de permanecer en el ostracismo durante todos estos meses, habían regresado a la “vida social”, aunque con limitaciones, en Iguazú. Allí habían conseguido trabajo en una obra en construcción emplazada sobre el acceso principal. No había más datos.Así comenzó el trabajo de los detectives. Vestidos de civil, disfrazados de cualquier otra cosa, el último miércoles los investigadores comenzaron un “trabajo hormiga” en la autovía de acceso a la ciudad de las Cataratas y en las inmediaciones. Recorrieron cada una de las obras, pero no encontraron nada.El jueves, al día siguiente, adoptaron otra estrategia. Alrededor de las 6 de la mañana se apostaron en una estación de servicios de la zona cual si fueran turistas, pero sigilosamente comenzaron a observar el tránsito que circulaba por la zona. Tenían el dato de que uno de los buscados se movilizaba aún en la misma motocicleta amarilla con la que había sido visto por última vez en Montecarlo.Por el lugar pasó un centenar de motos, pero no la que esperaban. Por eso alrededor de las 8 decidieron volver a la calle. Nuevamente se separaron en grupos, pero ahora decidieron cubrir un par de cuadras desde la autovía hacia el sur, detrás de la gasolinera.A la acción y a la experiencia hay que sumarle siempre una dosis de suerte, dicen los detectives más antiguos. Y no se equivocan. Así pasó en Iguazú: uno de los grupos pasó por una obra emplazada en la avenida de Los Inmigrantes y Papa Francisco, a una cuadra de la ruta, y vio una moto amarilla estacionada en la vereda.Sin levantar sospechas, los detectives tomaron los datos de la patente y los cotejaron en el sistema de dominios de vehículos. El trabajo no había sido en vano: la moto era la de Ramón. Ahora había que esperar. La parte más dura estaba por llegar.Espera y tensiónTras la confirmación, los policías montaron una guardia encubierta en la cuadra y debieron aguardar hasta el final de la jornada para actuar. Cerca de las 18 el grueso de trabajadores abandonó la obra, pero no fue hasta las 18.50 que Ramón salió, se subió a la moto amarilla y aceleró.Los detectives no hicieron nada. Pero no fue un error, sino una estrategia. Sabían que “Candé” aún estaba en la obra y no podían llamar la atención. No sabían si estaba armado y podía llegar a reaccionar al ver que su cómplice era detenido.Por eso es que dejaron que Ramón se alejara lo suficiente para arrestarlo. Lo interceptaron a unos 300 metros, lo rodearon y no le dieron tiempo a nada. El prófugo no los esperaba y poco pudo hacer para escapar (ver “No soy el que…”). Con las armas de los oficiales sobre su humanidad, el ciudadano paraguayo no tuvo más que entregarse, aunque no sin advertir a los policías: “Ustedes me podían haber matado, pero antes yo me iba a llevar a dos o tres conmigo”.Mientras tanto, la sigilosa espera continuaba a tres cuadras. Recién a las 20 se dejó ver “Candé”, que había salido a comprar algo a un kiosco de la zona. Como un familiar suyo sería el capataz de la obra, no tenía apuro en marcharse. No llegó a cruzar la calle cuando tenía a una decena de policías rodeándolo con sus armas. A la voz de “alto”, el hombre entendió que ya no había nada que hacer. “Perdiste, ‘Candé’”, le dijeron los policías. Y el hombre agachó la cabeza, cerró los ojos y se entregó. “No soy el que buscan, mi nombre es Carlos”Las fuentes contaron en detalle cómo fue el momento en el que Ramón (36), de nacionalidad paraguaya y con catorce años de cárcel a sus espaldas, fue detenido por los uniformados.Al verse rodeado por los policías, el hombre pidió: “Tranquilo, tío, tranquilo”, tras lo cual intentó engañar a los efectivos: “No soy el que buscan, mi nombre es Carlos”, sostuvo. Sin embargo, enseguida supo que los detectives no caerían en el ardid. Y lanzó la frase que encabeza esta página.Los investigadores no dudan de que aquella suerte de amenaza pueda haber sido verdad. Por eso es que armaron todo para apresarlo en la vía pública, de manera sorpresiva, para evitar así que tuviera a mano un arma, de filo o de fuego.Al respecto, en las últimas horas los pesquisas continuaban en busca de la vivienda ocupada por el sospechoso en Puerto Iguazú, que aún no fue hallada. Creen que allí podrían encontrar pruebas de contundencia.
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