La actualización al segundo trimestre de 2015 de las estadísticas de cantidad de cuentas abiertas activas vinculadas a créditos con garantía real, esto es de un bien físico, mueble como un automóvil, o inmueble como la vivienda, dio cuenta de un nuevo receso en comparación con el año anterior.Existen múltiples factores que provocan cepos cada vez más complejos para que en la Argentina pueda masificarse el crédito para adquirir bienes de consumo altamente durables, como la vivienda e incluso el automóvil.En primer lugar, sobresale la alta inflación. Una derivación de ese fenómeno es el cortoplacismo que caracteriza al bajísimo ahorro a plazo de los residentes en el sistema financiero, apenas 10% del PBI, con un promedio que no supera los 60 días, mientras que el crédito prendario o hipotecario, para poder ser repagable requiere de plazos de 3 a 5 años, en el primer caso y de 10 a 20 años en el segundo.Otra consecuencia que genera la inflación en el rango de los dos dígitos altos, como actualmente registra la Argentina de más de 25%, es el piso alto de las tasas nominales de interés de los préstamos, porque determinan niveles de cuota mensual a pagar que rápidamente excluyen a más de 9 de cada 10 argentinos.A esta coyuntura también se suma el control del crédito por parte del Gobierno, porque al forzar líneas subsidiadas para inversión y Pymes, resta oferta para otras necesidades de empresas y familias, y de ese modo contribuye a que se encarezcan el resto de las ofertas de préstamos.Además, desde fines de los noventa se sumó otro fenómeno no menor: la presión tributaria sobre los salarios se fue intensificando, por la decisión de la Afip y del Congreso de no actualizar los mínimos no imponibles en forma automática por la variación del promedio de los salarios, o de la inflación real.De ahí que en salarios brutos de más de $20.000 el fisco se queda sólo por Ganancias el equivalente a dos o tres meses de trabajo, con lo que minó la posibilidad de acceso a los créditos con garantía real a gran parte del 10% restante de la población.Mientras que en lo estrictamente coyuntural, al cepo cambiario, dolarización creciente de activos y señalada convivencia con alta inflación, los valores nominales de los autos y de las casas y departamentos han alcanzado proporciones promedio de 20 a 90 salarios brutos, en cada caso, y mucho más en términos netos de descuentos para la jubilación, la obra social y en cada vez más trabajadores del pago de Ganancias.De ahí que la capacidad de tomar deuda, con cuotas que no pueden superar el 35% del ingreso medio del hogar, se achica a menos de 5% de los habitantes, aunque en la práctica sólo lo utiliza en forma agregada menos de la mitad de esa proporción, según Infobae.com. En lo que respecta al mercado automotor, la magnitud de la caída de las operaciones financiadas con la constitución de prenda se redujo en más de 20%, superior a la baja del 11% de las ventas totales de los concesionarios.Descendió a 558.815 cuentas activas, la menor cantidad desde 2011, y retornó de ese modo a niveles que ya se habían alcanzado a comienzos del 2000.Y según la serie de la autoridad monetaria, semejante disminución no se debió tanto a la falta de ofertas crediticias por parte de las entidades financieras, en términos de plazo, como principalmente de tasas, en su mayor parte fijas, sino al repliegue de los consumidores que ante el cambio de escenario político que se avecina, parecen haber optado por disminuir su exposición al crédito.La contracción del crédito con garantía real resultó más atenuada en el caso del segmento de los hipotecarios, en su mayor parte vinculados con la compra de una vivienda, pero también con la refacción o adquisición del terreno para construir, con 7,3% de caída respecto del segundo trimestre de 2014, porque arrastra un proceso de baja casi continuado de 15 años.La estadística de cantidad de cuentas hipotecarias del Banco Central revela que desde que comenzó la serie en mayo de 1997, sólo se observó una senda expansiva en los primeros dos años y medio, y desde el récord de agosto de 1999 inició una persistente disminución de esta fuente de financiamiento que apenas se interrumpió en 2008 y 2009, pero luego retomó la senda declinante, pese a que a diferencia de los préstamos prendarios las entidades se esforzaron por ofrecer un mayor abanico de plazos y tasas variable, aunque también las hubo fijas.
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