Planteada a lo largo de todo el 2015, con inicio formal en abril con las Paso en la provincia de Salta y con elecciones desdobladas en distritos importantes como Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Ciudad de Buenos Aires, hace siete meses que de lo único que se habla es de la campaña. El problema reside en que sólo el “micromundo” de la política y de la prensa se alimenta de cada paso que dan los candidatos. Sin embargo, “la gente”, entiéndase como la gran mayoría de la sociedad, no sigue ni mucho menos el minuto a minuto de las actividades proselitistas y, por el contrario, observa cómo sus problemas no son solucionados por nadie. No es ninguna revelación señalar que el Congreso de la Nación está prácticamente paralizado este año porque sus integrantes, muchos de ellos candidatos, han estado haciendo proselitismo en sus respectivas provincias. En campaña, los políticos -sean autoridades del gobierno nacional, de las administraciones provinciales o dirigentes opositores- no dan ningún paso en falso, en función del resultado electoral. En esa lógica, es “mejor no hacer nada” o “hacer lo que no tenga ningún riesgo de un efecto negativo” en la imagen de un candidato presidencial o de una fuerza política. ¿Qué consenso puede haber entre fuerzas políticas en medio de una campaña donde debe haber confrontación? ¿Un año no es mucho tiempo para congelar decisiones y soluciones? ¿No hay problemas que solucionar de manera urgente? El país está parado. Realmente, los representantes del Gobierno nacional, los mandatarios provinciales, oficialistas y opositores congregados en las Legislaturas provinciales y en el Congreso Nacional debieran hacer una fuerte autocrítica acerca del desdoblamiento de las elecciones, motivados en todos los casos por intereses partidarios y sectoriales pero no en el interés de la ciudadanía.
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