Elsa Gismondi nunca va a olvidar su cumpleaños número 46, cuando le detectaron cáncer de mama. En ese momento, su hijo tenía cinco años, iba al jardín y ella pensó que tal vez, todo terminaría. Pero Elsa, no sólo venció a la enfermedad. También aprendió que el amor y la solidaridad de miles de personas puede curar.La historia de Elsa es prototípica por varias causas. La principal es por el amor y solidaridad que generó a su alrededor. La otra parte, es que ella, en dos oportunidades luchó contra el cáncer y logró vencerlo. Tiene 68 años, es jubilada pero por día recibe en su casa de Posadas, al menos cinco clientes que llegan para encargarle un vestido o algún corte de cabello con mucho estilo. Ella es peluquera y modista, los oficios que ejerce desde hace más de 40 años.“Cuando me enteré que sufría de cáncer de mama me desesperé, creí que no había esperanza porque sabía el costo del tratamiento y mi obra social no me cubría. La falta de dinero hace que uno se desespere”. En ese momento Elsa vio la aflicción de su familia y amigos. “Yo me dije, tengo que luchar por la vida y me aferré a Dios porque sentía que sin Él no había esperanzas”.Meses antes del diagnóstico, Elsa contó que había sufrido una gran desilusión en su vida y de alguna manera “le pedí a Dios que termine con mi vida. Lo que me llamó la atención es que a los tres meses tenía un bulto en mi pecho”.Debido a la gravedad, viajó a Buenos Aires donde se sometió a tres cirugías, ocho quimioterapias y 80 rayos de cobalto. El tratamiento en total, duró un año. “Y cuando me hicieron la tercera cirugía me llamaron los médicos y fue un renacer para mí, me dijeron ‘no tenes rastros del cáncer’”.Para Elsa, la experiencia de haber estado muchos meses fuera de su casa también la llevaron a comprender de que “no somos imprescindibles. Estuve mucho tiempo fuera de casa, donde me consideraba imprescindible, me costó dejarla porque mi hijo iba al jardín y cada vez que volvía veía que mi hijo progresaba, las plantas que tanto cariño les tenía estaban florecidas, entonces dije: ‘No, no somos imprescindibles’ por eso debemos dar amor, es el gran obsequio”. Veintidós años después, en el 2014 volvió a recibir la noticia de que se despertó un nuevo cáncer, esta vez en el útero. “Los médicos me preguntaron si estaba de acuerdo de vaciarme el vientre y les dije que sí. Pero lo superé porque lo detecté a tiempo, el cáncer se cura cuando se acude a tiempo, pero así también amar la vida y querer vivirla son fundamentales”. Para Elsa en su lucha fueron clave realizar una dieta que incluyó jarabes: de áloe, huevo y canela. “También comí todo lo que tenga proteínas, vitaminas y mucho hierro. Fortificar el cuerpo para que la enfermedad no gane. Si te debilitás el cuerpo cede y también las ganas de vivir. El apoyo es lo más importante en esta lucha, cuando uno tiene por quién vivir hace que valga la pena ganar esta batalla”. Por Susana Breska [email protected]
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