Los personajes de la mitología litoraleña han sido caratulados por Ramón Ayala como “los duendes tibios del litoral” en la letra que coplementa la galopa con música de Ricardo Ojeda. Son duendes de las siestas de la tierra roja, de las tardes correntinas, del verano santafesino o de las mateadas entrerrianas entre montieleras cuchillas y arroyos. Son los que hace un tiempo firmaron en conjunto un pedido elevado a la Justicia de los Humanos pidiendo respeten sus derechos ante lo que consideran “la invasión de “jalogüin”. Pero el Recurso de Amparo nunca llegó y Halloween sí, por lo que en Misiones, los mal llamados “seres de la nocturnidad o de las tinieblas” decidieron hacer frente a los “colegas extranjeros” utilizando sus poderes extraordinarios. Pobres duendes (la reunión)En las últimas brasas del ocaso, Pombero enciende su cigarro. Quizás sea el último porque la selva con sus escondites dejó lugar a un páramo donde la gramilla es lo único verde y ya nadie se anima a hacerle, ahí, a campo abierto, sus ofrendas. Ni tabaco ni caña ni frutas. Nada.Muere la tarde. Recostado en un tacurú, Curupí ve caer el sol. Antes el rojo del horizonte se filtraba hacia este lugar entre las ramas de altos inciensos, ivirá pytá, guayuvira, lapachos, palo rosa y en rayos que formaban un abanico luminoso llegaba al corazón de la floresta, ahora cae directo y calienta la tierra sin contemplaciones ni filtros.Sobre una mancha azul de verbena en el pastizal, Caá Yarí peina su rubia melena mojada con sus propias lágrimas. Añora la fronda donde descansaba de sus correrías por el yerbal y enhebraba con flores caídas de los lapachos y estrellitas del guayuvira, collares que cambiaba cada día. Pensaba en los tareferos desquiciados por su figura de hada, como se piensa en tiempos y aventuras que no volverán. Liviano y rubio, sobre la rama de un fumo bravo, dele lustrar y lustrar su bastón dorado, Yací yateré, observa a la diosa de los yerbales, al cariacontecido Curupí y huele el humo amargo del tabaco negro de Pombero. Las siestas ya no son como las de antes, piensa, mientras el Sol da sus últimos estertores de luz en tanto se sumerge en un mar lejano e ignoto que en estos pagos se conoce como noche. ¡Triste vida la de “los duendes tibios del litoral” sin selva! ¿Cómo la contarán ahora la erudita doctora de Apóstoles, o el maestro, legislador y estanciero de Ituzaingó o el comandante retirado, prolífico escritor, editor, protector de los ecológicos guardianes del paisaje, herencia natural de Misiones?Pombero duda si sabrán que, oculta en los bosques de pinos, una vil bruja acecha el trajín de los duendes nativos mientras prepara su pócima gaseosa, dietética y baja en calorías para aplacar la sed o para desoxidar bulones y que despierta en los argentinos el afán de vivir Halloween aun en desmedro de sus propias deidades mitológicas. Murmullo en la capuera (La decisión)Extrañas voces se oyen en la capuera, es decir en lo poco de la selva que queda. Es un llanto o una voz de protesta acallada que parte desde el pie de un árbol seco y de entre unos espinosos caraguatá. Sobre el enorme sombrero de Pombero pasean algunas hormigas que caen al pasto cuando el dueño del adminículo se convulsiona llorando. En las ramas bajas del árbol una sombra de tamaño respetablemente grande, con una suerte de grueso cinturón arrollado debajo de la camiseta, ensanchando su abdomen, escucha las quejas de su amigo. “¿Vite vó Curupí, vite?”. “¿Vó vite?”, insiste ante el silencio del amigo. “Vinieron todo lo periodista de Buenoaire, todo hasta el Graña, que fue a tomar la “payaguasca” entre lo chamán de “lamazona” pa vomitá lo malo y volvé a ser bueno. Pero no vinieron por nuestro pedido de Recurso de Amparo que salió en PRIMERA EDICIÓN”.El Curupí deja el lloro y desde lo alto asiente negando con la cabeza. “Y qué vó creé che Pombero: ¿Creé que vinieron a ayudar al pueblo a salvarse de lo duende importáo?”“No”, prosigue el duende rascándose la “hinchazón” abdominal. “No; a ello no le interesa nuestra desaparición. La instalación de lo hallogüines es má, ¿cómo se dice?, má “marquetinera” que nosotros. Si é como en la canción esa de Malinche “si un indio de andar la tierra se acerca a pedir limosna” lo sacamo a escobazo. Pero cuando viene uno de estranjia como la Bruja esa de la nariz horrible, o el destripador o el tipo que mató 25 mujeres, lo hacen entrá a la fresca y le ceban tereré”.“Tiene razón, don Curu, a nosotros nos desprecean por feos pero eso jalogüineros son ¡fieros mismo!”, asiente Pombero. "Y no nos quieren por que creen que somo malo, eso creen”.Levantándose, Pombero, sacudió las hormigas del sombrero, miró a su alrededor. Podía ver lejos, hasta los cerros azules allá en el horizonte. “(Y piensa, “”antes de venir lo monstruo de afuera no se veían, había arboles y lianas, esa gente nos dejó sin donde escondernos)”, se dijo. “A mal tiempo buena cara don Curu. Pero digamé chamigo que é eso de estranjia”. “Pero mirá que so burro, eso é por que no leé el libro de don Abad, el periodista. Estranjia é de donde vienen los estrangeros, che cambá”.Noche de Halloween (La lucha)Viernes de Halloween, luna llena; monte cerrado en algún barrio posadeño. Rancho onda tapera entre el sotobosque, chilla el suindá. “Llora el urutaú (dijo el poeta)”. Aromas acres anuncian preparativos de payés y gualichos. Un gato negro de tres patas se eriza y maúlla. Por la senda en la selva avanza la rara caravana. Dos brujas de negros andrajos, un duende sin cabeza y un dragón lanza fuegos que perdió el encendedor y un tal Jack que trae un zapallo calado y con luz. Desde el rancho, Pombero mirá asombrado. Caá Yarí pregunta quien viene. “Parece que é bruja” dice el del sombrero. Curupí da un respingo y se oculta en la fronda abrazando a la bruja. La pora de la yerba suelta su cabello y enreda en ella al duende de la calabaza. Pombero hechiza al dragón. Yací Yateré que recién se despierta silba y una de las brujas menores suelta la olla de los mejunjes y sigue como zombi al niño del bastón de oro. La otra bruja ríe y ríe y salta de entusiasmo con Curupí.Pombero le quita la escoba y baila con ella. El Sincabeza cautivo en el pelo de Caá Yarí y sus encantos duerme en el suelo. “Ahora digan para que andan por acá”, exhorta Pombero a las brujas. “Hoy es Halloween”, contestan las cachavachas importadas. Sin cabeza, sin darse cuenta delo que pasa reclama “&iex
cl;Dulce o broma!”. “¡Che añá memby amarillento. Jalógüin te vamo a dar!”, se enoja Pombero. El colectivo de espectros regionales espanta a la fantasmal caterva importada hacia la ruta. La bruja vieja dice con tonada anglo sajona “mi salvar por un pelo”. El “Sin cabeza”, al que le cuelga como bigote el pelo de la Caá Yarí indica “Yes mi women, pero mire nuestros pies. ¡Los tenemos para atrás!” El alarido pronunciado y agudo de la bruja mirando sus talones hacia adelante indicó que conocía muy bien la leyenda del Curupí.Por Esteban AbadPeriodista, escritor. Directivo de Sade Misiones. Redactor de PRIMERA EDICIÓN. En la actualidad se desempeña como vocal titular segundo (reemplaza al secretario), de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Escritores seccional Misiones con sede en Posadas. Integra, en conjunto con Isaac Sevi, el grupo denominado “Gira Poético Literaria para la difusión de las letras con identidad misionera”. En el marco de esa actividad itinerante visita las escuelas y bibliotecas de la provincia, dejando su libro “El amor de la Palmera y el Horquetero”, “Triángulo” de Sevi y otros de autores misioneros, sin cargo. En 2009 asistió a un congreso antropológico en Ituzaingó, Corrientes, el 31 de octubre, previo a las festividad de Todos los Santos donde pudo apreciar el carácter de religiosidad popular y tradicional de “Ángeles somos” y conocer personalmente al sacerdote, historiador y antropólogo Bartomeu Meliá, alta autoridad en el tema.
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