Las elecciones del domingo pasado, sobre las que se tejieron relatos anticipatorios de todo tipo desde por lo menos dos años antes, sorprendieron a más de uno por sus resultados, incluyendo a los operadores de la fuerza que se adjudicó el mayor impacto simbólico, forzando una segunda vuelta: el frente Cambiemos, con Mauricio Macri al timón y María Eugenia Vidal como figura sobresaliente.La escasa diferencia de votos entre el ganador, el oficialista Daniel Scioli, y el segundo, el líder del PRO, le aguó la fiesta anticipada al primero, que había diseñado una campaña montada sobre la autosuficiencia de quien conoce de antemano el resultado electoral, y se dedicó a repartir cargos virtuales cuando debía haber concentrado su energía en convencer a un esquivo universo de votantes, del cual casi el 60% se decidió en el cuarto oscuro por alguna variante “anti K”.El voto definido por la negativa, al que los analistas no suelen dar crédito si no viene empujado por un fuerte sacudón en la economía, colocó al Jefe de Gobierno porteño en la pelea final por la presidencia, desmintiendo las especulaciones de última hora en los medios y círculos políticos sobre un salto mágico de Sergio Massa al segundo lugar. Fue determinante el resultado en la Provincia de Buenos Aires; principal distrito electoral por concentrar aproximadamente el 40% del total de votantes, y, como tal, considerado “la madre de todas las batallas", a la que ninguna fuerza nacional puede ser indiferente.La victoria de Maria Eugenia Vidal en territorio bonaerense, lograda en base a un intenso corte de boleta -y facilitada por las internas peronistas en torno de la candidatura de Aníbal Fernández, su contrincante oficialista- actuó como una compensación de la reconocida debilidad territorial que le impedía hasta ayer al macrismo proyectarse seriamente como alternativa fuera de los límites del distrito porteño. La joven candidata de Cambiemos es la que mejor expresa el estado de ánimo del electorado que, mayoritariamente, no acató estrictamente los mandatos partidarios y -mediante un uso intensivo del corte de boleta- envió un mensaje no desprovisto de tonalidades críticas a un sector de la dirigencia. Los resultados, sin embargo, dejaron una imagen repetida de la realidad de la Argentina. En todos los comicios de 1983 a esta parte, la formación de mayorías ocasionales demostró que la volatilidad de los escenarios no excluye una referencia a las históricas “antinomias” del pasado. Las espasmódicas variaciones registradas en las elecciones de la década kirchnerista evidencian un electorado “líquido”, categoría que usa el sociólogo Zygmunt Baumann para definir a las democracias posmodernas, que flotan sin sujeción a las estructuras tradicionales; gravitantes, sin embargo, todavía en la actualidad. Macri y Scioli, que llegaron al ballotage tocando el techo de sus posibilidades, dejaron entrever en los días subsiguientes -con voz propia o a través de voceros- su voluntad de acomodar las promesas de campaña a las demandas de la puja final. La pauta definitiva , es de prever a la luz de los resultados del domingo, la darán los votantes más allá de estos intentos de seducción y/o las febriles negociaciones entre dirigentes. Polos opuestosLos resultados en las provincias, incluyendo el contundente triunfo oficialista en Misiones, y salvo excepciones, como el triunfo radical-massista en Jujuy, ratificaron la vigencia del kirchnerismo-peronismo en la mayoría de las provincias del Norte (NEA-NOA), tanto como la preeminencia de las fuerzas “anti K” en las provincias centrales. Sobre este escenario, en la reunión con los gobernadores peronistas en la Provincia de Tucumán, el jueves en ocasión de la asunción del cargo del gobernador electo José Manzur, Scioli definió la estrategia post electoral acordando con los mandatarios salir a disputar “puerta a puerta” la posibilidad de mantenerse en la punta en noviembre.La foto de los gobernadores con el candidato del FPV sugiere, o anticipa, una confrontación entre el país federal y el centralismo porteño, tensión histórica de las causas nacionales, resignificada por los términos de la coyuntura política actual, en la que no sólo se juega la suerte de un ciclo político a nivel país, sino también de un proyecto regional. En este contexto político, es difícil evaluar hasta dónde influirá la disyuntiva entre una devaluación gradual con ajuste suave que promueve Scioli, y la “política de shock” incluyendo una devaluación del 40%, ajuste y apertura súbita del cepo cambiario, que propone el macrismo. El gesto del juez Griesa, que dos días después de las elecciones habilitó el reclamo de nuevos fondos especulativos, y elevó e esa manera a 8.000 millones la cuenta que reclaman los buitres, da una idea de los hilos que se mueven en el trasfondo de esta elección, enfrentada a un contexto externo preocupante que influye sobre lo que va a pasar de aquí en adelante en el país en materia económica. Dato inmodificableLa escena política que dibujaron los resultados del domingo, por su parte, trae consigo una complejidad inédita propia de la apertura de un nuevo proceso, en el cual tanto del lado simbólico como por la concentración de poder que supone, el dato resaltante es el ascenso del macrismo en la Provincia y en la Ciudad de Buenos Aires. Aún en el caso de que el botón anti pánico que se reparte hoy en los espacios kirchneristas, o filo kirchneristas, favorezca una victoria apretada de Scioli, el escenario que queda, con el macrismo gobernando en territorio porteño y bonaerense en simultáneo, anuncia una etapa más que compleja. La reaparición de Cristina, por medio de una extensa cadena nacional, en un encuentro con la militancia K, fundamentalmente, la mostró consciente de la batalla definitiva que libra el modelo K, y no tan interesada en apoyar al candidato. La ausencia de una referencia directa a Scioli en el discurso dio qué hablar y se interpretó como un anticipado de la interna oficialista entre los duros de La Cámpora y el tibio “sciolismo”. La mandataria habló desde una mirada estratégica y consciente que el kirchnerismo, más allá del resultado electoral; tendrá que bajar a “revalidar títulos” , por fuera de la posición de poder que ocupó desde 2003 en adelante. El poder renovadorEn Misiones, el triunfo inapelable de la renovación ratificó la vigencia del Frente Renovador, que ganó en todos los municipios y no sólo permitió al oficialismo retener la gobernación, sino que le despejó el panorama en la Legislatura, donde retuvo la mayoría que, numéricamente y a priori, amenazaba con desaparecer en esta elección, en la que el oficialismo fue quien arriesgó el mayor número de bancas.El radicalismo y el PRO fracasaron estrepitosamente en su intento electoral y aunque pareciera que nunca pensaron seriamente en ganar las elecciones, el
acompañamiento que tuvieron de la gente fue mucho menor, dejando en manos del partido gobernante los 75 municipios. Las primeras consecuencias dentro del radicalismo se reflejan en el disperso pero ilusionado grupo de jóvenes dirigentes que, influenciado por el recambio generacional que observó en la renovación, infló el pecho y ahora busca desplazar del mando a los “antiguos” dirigentes, responsables de la entrega del partido.En tanto, para el PRO local de los hermanos Schiavoni, la consecuencia fue el rechazo de la gente a una forma de hacer política que restó más de lo que sumó, por la presencia de una fórmula a gobernador y vice adquirida y rentada, con representantes de otros espacios y un vacío de propuestas. Rovira, artífice de la estrategia electoral que representó haber apoyado a la fórmula ganadora frente al escepticismo de muchos cuadros de conducción, aparece como el ganador en esta instancia, reafirmando su liderazgo. En la Casa de la Militancia, encabezado por el presidente de la Legislatura, hubo un “festejo horizontal” y un notable cambio de estilo, eludiendo el filtro de la Casa de Gobierno, donde el paneo permitió apreciar el esquema de los tres tercios que se presenta para el futuro dentro de este espacio político: un tercio de dirigentes nuevos e independientes, un tercio de dirigentes de segunda línea con expectativas de crecimiento y un tercio de los dirigentes con mayor trayectoria y experiencia. Fue claro y contundente Rovira al anunciar el surgimiento de un “nuevo liderazgo” en la renovación, resaltando la figura de Hugo Passalacqua, que junto a Oscar Herrera fueron elogiados como “dos gladiadores de la militancia”.Felicitó también a los electos intendentes, quienes compartieron el festejo todos juntos mostrando una unidad política no observada en otros espacios. Asimismo, instó firmemente a “todos los renovadores” a “defender el misionerismo y los logros obtenidos en nuestra provincia”, más allá de los arreglos de cúpula que algunos pueden llegar a intentar egoístamente.
Discussion about this post