Mi abuela véneta solía expresar en su dialecto una cita bíblica hecha refrán que señala, con gravedad de sentencia, que “quien siembra vientos, recoge tempestades”. Tras la elección de ayer, el significado más crudo de la frase se corporizó en Cristina Fernández, algo que los ciudadanos parecen haberle expresado a la Presidenta de modo indubitable, a partir del terremoto que armaron con su voto: “el modelo se agotó”, dijeron las urnas. La “madre de la derrota”, describió un diario español a la jefa del Estado, a quien se le adjudicó, en medio de la crisis que le generó al Gobierno tamaño golpe electoral, el evitar la difusión de datos hasta ya entrado el lunes. Así, el minué esquizofrénico del fin de ciclo ha quedado expuesto en toda su dimensión y su modo más patético ha sido justamente no mostrar a tiempo los resultados para tratar de evitar que se le adjudique, aunque sea por un rato, un triunfo parcial a la oposición.O bien se podría especular que la demora se generó para esconder que el hijo presidencial perdió las elecciones en Santa Cruz, aunque igualmente entrará a la Cámara de Diputados, pero por la minoría. Quizás haya sido por sus genes que, igualmente, Máximo Kirchner se las arregló en Río Gallegos para disparar diatribas contra todo lo que no exprese su mismo pensamiento.La paranoia por imponer el relato propio está en la matriz autoritaria del kirchnerismo, aunque su vena principal corre por el hecho de creer que son todos comprables y que si no, son enemigos.Todo esto es lo que ha estallado en las urnas de todo el país y su víctima principal ha sido Daniel Scioli, ametrallado por “fuego amigo”, como dijo Aníbal Fernández que le ha pasado a él.Tampoco hay nada que exima al candidato oficialista de la responsabilidad en la siembra de sus propios vientos, debido a su propensión a poner siempre la cara, aunque la Presidenta le haya hecho sentir sistemáticamente el rigor de hechos y palabras, algo que él ha sabido matizar agachando la cabeza y diciéndose “leal”.Así, Scioli aguantó también, durante años, que la administración central ninguneara a la provincia de Buenos Aires sin darle los fondos que le correspondían y que lo obligara a endeudarse o a ejecutar un impuestazo monumental. Los habitantes de su distrito se lo acaban de cobrar.
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