A los aprendices de brujo el tiro suele salirles por la culata y muchas veces no reparan en que pueden ser ellos mismos los responsables de las atrocidades que les endilgan a sus adversarios. En medio de una campaña por un ballotage que tomó por sorpresa al scioli-kirchnerismo, los riesgos de una derrota impulsaron un viraje en el discurso del candidato oficial. Parece descolocada esta campaña sucia de cuatro semanas después de una década y media de “fe, esperanza y optimismo”, al punto que el propio Scioli, un experimento político de la década del 90, acusa a su contrincante Mauricio Macri de proponer una vuelta a esos tiempos iniciales… Y si con los 90 no alcanzan, habrá que probar con los 70.Y hacia allá, a aquellos tiempos en que los padres de María Eugenia Vidal y Silvina Batakis elegían el jardín de infantes al que enviarían a sus hijas, se remontaron los detractores para equiparar los lineamientos económicos del macrismo con los del exministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz. La política económica de quien fuera el hombre fuerte del dictador Jorge Rafael Videla tuvo un sinnúmero de puntos objetables, pero entre estos hay algunos que parecen reeditarse cuatro décadas después. En los dos escenarios hubo y hay un dólar subvaluado con el frustrado propósito de contener la inflación, fogoneada por la emisión monetaria y el déficit fiscal, a la par de una suba de tasas de interés, en una coexistencia que alimentaba y alimenta todo tipo de especulaciones. En la década del 70 no existían la Afip ni el “dólar ahorro”, pero tanto entonces como hoy hubo y hay ( habrá) pedales para todos los gustos. Los lingüistas sabrán explicar la relación entre la bicicleta de entonces y el puré de la actualidad. Y también de esos tiempos vienen los padecimientos de las economías regionales por la abrupta caída de su competitividad, reflejada en el derrumbe de la balanza comercial, luego de un comienzo promisorio. Es que en los primeros años de Martínez de Hoz el superávit del comercio exterior no paraba de crecer: 883 millones de dólares en 1976, 1.490 millones en 1977 y 2.565,8 millones en 1978. La combinación del dólar subvaluado y la apertura indiscriminada de la economía se hizo notar en 1979, cuando el saldo cayó un 56,7% a 1.109,8 millones de dólares, para pasar a ser deficitario en 2.519,2 millones en 1980. El proceso volvió a darse en la cuestionada década del 90, al compás del discurso de la eficiencia, la productividad y la incorporación de bienes de capital que dominó la era de la convertibilidad. Mal que le pese a los adalides de la nueva campaña sucia, es por estos días que se vive una tercera edición: el superávit cayó de 12.225,8 millones de dólares en 2012 a 8.005 millones en 2013 y 6.686 millones en 2014. La duda de 2015 pasa por dilucidar si terminará con un leve superávit o directamente con déficit. Los datos de los primeros nueve meses dan lugar a más dudas que certezas. El Indec presentó en su habitual informe de prensa un superávit comercial de 1.552 millones de dólares. Las proyecciones bastan para evidenciar un derrumbe de más del 80% en tres años. Pero aun así la información difiere de la que figura en la “Base Usuaria”, entregada por suscripción a economistas, consultores y grandes empresas y elaborada con más detalle que el “Intercambio Comercial Argentino”. En este caso hay un déficit de 1.716 millones de dólares. En homenaje a la verdad y la transparencia, sería oportuno que algún funcionario explicara a qué se debe esa diferencia de 3.268 millones de dólares entre las dos mediciones de un mismo organismo sobre un mismo período. La coincidencia del comercio exterior de las dos épocas es tributaria de otra que caracterizó a ambas administraciones, aunque algunos se resistan a admitirlo. La utilización de un dólar subvaluado como ancla antiinflacionaria no sólo tiene efectos nocivos en la competitividad, sino que su duración no es eterna. Y cuando concluye, la devaluación es incontrolable. La experiencia de casi cuatro años de “tablita” marcó a fuego a varias generaciones de argentinos, pero eso no impidió que, con las adecuaciones de caso, la iniciativa se reiterara a lo largo de más de una década kirchnerista. El tándem Videla-Martínez de Hoz dejó un quinquenio con una inflación en dólares de más del 1.100%, en tanto desde junio de 2002 al presente -salvo un breve lapso en enero de 2014- los precios al consumidor crecieron más que la cotización de la divisa estadounidense. Para cada ocasión, hubo un relato a medida. Y aunque ahora resulte increíble, Martínez de Hoz también decía abogar por un “tipo de cambio competitivo”. “Son demasiado recientes los ejemplos de lo que ha sucedido en la Argentina en las épocas en que la capacidad adquisitiva de su moneda ha sido sobrevaluada. Se ha seguido la tendencia de sobrevaluar la relación de cambio del peso argentino con respecto a la divisa extranjera”, aseguró en su discurso inaugural del 2 de abril de 1976.
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