Sin ir muy lejos, trascendió que la presidencia del Concejo posadeño realizó no menos de 250 pases a planta permanente de personas contratadas allegadas directamente a la titular del cuerpo, incluso de funcionarios recientemente designados en otro poder del gobierno municipal.Con estas designaciones, el cuerpo legislativo de la capital misionera tendría no menos de mil empleados. Entre los dos edificios con que cuenta el Concejo, difícilmente pueda entrar un millar de agentes que deberían prestar servicios como cualquier trabajador tiene la obligación de hacerlo para percibir sus haberes.Si cada presidente que pase, dejará semejante cantidad de pases a la planta permanente o de acomodos innecesarios, el gasto público será tal que ni la recaudación ni la coparticipación serán suficientes para abonar los salarios de tantos estatales comunales.En medio de estas designaciones a dedo, vuelve el debate por los concursos abiertos para que el personal que acceda a un puesto permanente en los municipios, sea el que -por su formación técnica y su experiencia- mejor le convenga a la estructura municipal, y no al revés, donde entra una persona según le convenga a la fuerza política de turno.Cuando se trata de cargos políticos, quien accede a acompañar a un legislador, sabe que al finalizar su mandato, finaliza también el de los asesores, secretarios. Resulta imposible que se cargue a los municipios con los colaboradores de todos los salientes.Sería saludable que los ediles no permitieran estas maniobras, por la salud de las instituciones municipales ante la sobredimensión de personal.
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