Si bien aún restan 17 días para el recambio presidencial, este breve período de transición tendrá enorme importancia para ir definiendo esas dudas que persisten y retrasaron en muchos una definición para la opción electoral.La etapa proselitista, de campaña, ha concluido. Habrá quienes estén felices por los resultados, otros se mostrarán disconformes o indiferentes y no pocos continuarán con las mismas incógnitas con que llegaron a la jornada del 22. Empero, lo cierto y concreto es que, definida la sucesión presidencial, en días más se cierra una gestión que en ocho años ha despertado numerosas simpatías o antipatías, y desde ahora deberá observarse y pensarse de manera diferente la acción de gobierno.Aunque, independientemente de la administración que se venga y se decidió ayer, la responsabilidad ciudadana seguirá depositada en cada argentino que, como habitualmente viene sosteniendo esta columna, con su participación y sus aplausos o críticas, deberá comprometerse y apostar a ese futuro. Es ese compromiso de cada habitante el que ha permitido a la Argentina superar los momentos más oscuros de la propia historia y la global, y dejar atrás cada obstáculo, cada frustración, transformando los retrocesos ocasionales en nuevos avances hacia una patria mejor.Concluye una etapa electoral de discrepancias -algunas rayanas con el fanatismo, de unos y otros- y es hora de volver a sumar el esfuerzo cotidiano hacia ese futuro mejor siempre deseado y que ha sobrevivido en los momentos más aciagos e ignominiosos; que ha sabido superarse más allá de quien circunstancialmente gobierne. Aun cuando vale reconocer que ese gobierno siempre es capaz de establecer lineamientos generales y cambios que todos deben respaldar o negar para que ellos den sus frutos.Han pasado 32 años desde el retorno a la democracia en 1983 y hoy vuelve a reafirmarse.
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