Miguel Bóveda (58) es tarefero y espera impaciente que comience la zafra de verano de yerba mate. Entre las zafras, él con dos compañeros, hicieron un campamento en el basural del predio Municipal de la Cantera y juntan metales para vender y poder sobre vivir estos dos meses. Bóveda es uno de los pioneros de San Vicente. Nació en 1958 en lo que hoy es “La Capital Nacional de la Madera”, en aquel entonces conocido como “El Cruce a El Soberbio”. Se fue muy joven a Buenos Aires y allí vivió hasta hace unos diez años y por un problema judicial, volvió a su lugar de origen. Es descendiente de una de las primeras familias que llegó a estos lugares a trabajar en los montes con la extracción de la madera.“Soy tarefero y hace nueve años que trabajo con el mismo patrón. En los meses que no hay tarefa venimos con dos compañeros de trabajo y nos rebuscamos en la ciudad. Esta ciudad donde nací y crecí. Como no tenemos un terreno decidimos acampar en este lugar (al lado del basural) y juntar metales como el bronce, cobre y aluminio para ganarnos unos pesos y sobrevivir. Por suerte el lunes comienza la cosecha de verano y nuestro patrón nos va a venir a buscar para comenzar a trabajar”.El improvisado basural municipal le dio la oportunidad de sobrevivir estos dos meses de inter zafra. “Con la tarefa se gana bien. Una persona saca unos 400 pesos por día. Hay quienes sacan más. Con mis dos compañeros estamos apurados para que empiece de nuevo para ir a los yerbales a ganarnos nuestra plata. En el basurero podemos sacar para comer. No somos los únicos que vivimos de esto. Acá hay gente que acopia cartones, otros que sacan leña de los gajos y otros, como nosotros que juntamos metales. Todos los días a la tardecita vamos a vender en el centro”.Sin elecciónDesde hace unos años, con la aplicación de la Ley del Inym, los tareferos tuvieron una mejora sustancial en sus ingresos. Desde los Ministerios de Trabajo de la provincia y de la Nación buscan que los tareferos sean “blanqueados” por sus patrones, contratistas o colonos, sin embargo más de la mitad cobra sin aportes y no figuran en los registros de trabajadores.En este sentido el hombre dijo “yo tengo 58 años y algunos problemas de salud. Pero necesito trabajar para poder vivir. Tengo que ver la forma de trabajar y muchas veces no miramos si nos dan aportes o no, sino que nos paguen bien. Hay patrones que te blanquean y otros que te preguntan si uno quiere o no”.“Vivir acá no es una elección, es una opción. Somos tres compañeros de trabajos que no tenemos terrenos y son muy caros para comprarnos uno. Cuando estamos trabajando nos ubicamos en los yerbales y pasamos. Estos dos meses que se suspende la cosecha son los que nos complica. Por eso venimos a vivir en este lugar y además necesitamos tener un ingreso para comer. La gente nos conocen y de los comercios nos traen algunas mercaderías que no van a vender y con eso pasamos. El lugar no es muy agradable, estos días lluviosos nos complica porque el lugar no es muy seco”.Bóveda contó que a los dieciocho años fue a hacer el Servicio Militar a Buenos Aires y luego decidió quedarse a vivir en esa provincia por las oportunidades que había. Se casó, tuvo una familia, pero una situación judicial lo obligó a volver a su terruño. Acá tiene otros familiares y se reencontró con otros amigos a los que visita cuando sus actividades lo permiten. “Estoy contento porque trabajo y puedo vivir de lo que hago. Con cincuenta y ocho años me siento bien porque hago lo que me gusta”.
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