Nosotros, los hijos de vecinos o si se quiere, la gente común, andamos sobreviviendo con distraído entusiasmo y aguante templado, los procesos electorales, las prometedoras campañas políticas, los desbocados agravios entre contendientes, el derroche obsceno de dinero en un festival de publicidad, fuegos artificiales y festejos y más festejos, casi todo acontecer es motivo de festejos. Este clima festejante nos envuelve y se convierte en una rutina cotidiana, meta y meta fiesta, nuestro país es una fiesta ¿no resulta encantador? Como si esto fuera poco, arribamos a las imprescindibles FELICES FIESTAS, de acuerdo con la costumbre de fin de año aunque el mundo se venga abajo y aunque haya poco que festejar. Bueno, tampoco es cuestión de convertirnos en AGUAFIESTAS, sino hacer notar que somos gentes privilegiadas por nuestras condiciones existenciales, o mejor por nuestra CALIDAD DE VIDA, según los estándares más exigentes.Se supone que nosotros, los argentinitos comunes y corrientes, vivimos en DEMOCRACIA de ahí que disfrutemos de un orden social en el que no existen prerrogativas, todos pueden votar y cualquiera que reúna las condiciones constitucionales podrá ser un gobernante, un funcionario estatal. Si esto es así, entonces hemos decidido evitar el obsoleto régimen ARISTOCRÁTICO en el que sólo gobiernan “los mejores”, los que pertenecen a una élite. Que gobiernen “los mejores” es una excelente posibilidad, si esa excelencia no responde a la “buena fortuna” de haber nacido en determinada familia o clase social, sino a los méritos personales, a logros profesionales, a una probada honestidad y a la vocación del servicio público. Al parecer en esta elemental y básica premisa, todos estamos de acuerdo, y nos sentimos alegremente privilegiados… Sin embargo dicen las malas lenguas que en “nuestra democracia” existen grupos de elegidos convertidos prácticamente en “castas privilegiadas”… O sea que esta hipótesis lenguaraz nos está insinuando que existen “privilegiados” entre nosotros “los privilegiados de base”?¿De qué privilegios hablan semejantes contumaces criticones? En primer lugar, señalan el privilegio de nombres ungidos por la mágica suerte y por las amañadas tácticas que giran y giran en una “calesita encopetada” a la que pocos pueden acceder y ni hablar de dar aunque sea una vueltita… Se dice por ahí que hay conciliábulos que denominan la “mesa chica” en la que se decide casi todo… Dicen, no sé si es cierto, dicen que se trata de una “danza distributiva” de previsibles coreografías, con un elenco estable, en la que, éste/a que hoy es diputado/a, en la próxima elección será intendente/a, en la próxima fungirá de ministro/a, luego será gobernador/a, en la siguiente será senador/a o director/a de un organismo estatal y así sucesivamente. Se rumorea (no hay pruebas fehacientes), que los protagonistas, los apellidos y los personajes se reiteran a la manera filosófica de un “eterno retorno”, como un recurso increíble que, a la luz de unas pocas lecturas, cualquiera sabe que homenajea nuestra inteligencia y enaltece nuestra dignidad democrática. Aducen esos confundidos inimputables, que el famoso NEPOTISMO (gobierno de parentelas), que hemos superado con creces desde que repudiamos las monarquías, aducen reitero, que tiene plena vigencia hoy, en pleno siglo XXI… ¿no estarán un tanto atrasaditos? ¿No habrá que propiciar un cierto decoro político? ¿Acaso puede haber tales privilegios en nuestra democracia tan bonita y emperifollada?Nosotros, los de por aquí nomás, festejamos con asombro y jolgorio que tal o cual fulano/a, nuestro vecino/a, hasta ayer nomás modestito/a y medio pelo, empleado/a, asalariado/a, en bicicleta, de a pie o con autito estándar, hoy gracias a sus méritos ha podido trepar al dorado aparato gubernamental y vuelta-a-vuelta, nos saluda democráticamente desde su móvil de alta gama, haciendo relucir su auténtico rolex para llegar temprano al reparto, habitando una casa que raja la tierra, explotando un campo de muchas hectáreas, indispensables para luchar contra los terratenientes y contribuir a “la equidad social”; además nos cuenta, el/la mismo/a fulanito/a, que ha viajado por el resto del mundo (pasajes y viáticos pagados por nosotros), y que estas experiencias le permiten diagnosticar los cambios que deberíamos emprender. Esto me parece el verdadero progreso, realmente los privilegios del progresismo nos deparan ventajas inigualables. Mientras tanto, otros resentidos vecinos chusmean que el/la tal fulano/a, integra cuanto fideicomiso se arme con miras a edificar torres, sin comprender (estos resentidos), que colaboran con el desarrollo y dan trabajo a los pobres; dicen también, sotto voce de calumnia, que tiene cuentas en blanco y en negro, aquí y allende los mares… Novelas, habladurías, fábulas y “falaces relatos” que nosotros, los ciudadanos-de-ley no creemos ni aceptamos porque habitamos alegremente nuestra impertérrita democracia exenta de ficticios privilegios.Al parecer (no estoy segura), se trata de PRIVILEGIOS que no hemos votado, que no se han tratado en los cuerpos colegiados, que no condicen con el orden republicano y democrático, no sé, disculpen mi ignorancia, quizá esté completamente equivocada. Porque tal como lo sugiere la misma palabra “privi-legium” (ley para otorgar un derecho privado), estas PREBENDAS que les enrostran a los abnegados y aguerridos funcionarios, no responden a un cuerpo legal establecido, al “plexo jurídico” in situ, ni a reglas para las que se haya consultado a la población. Dicho esto, doy por terminadas las infamias destituyentes, “la demonización de la política” y “las versiones mediáticas” que tanto daño infligen a las honorables investiduras. “Eso no está bueno”, seamos buenos… Me concentro pues, con espíritu edificante, en nuestra esfera cotidiana “NORMAL”, para inventariar privilegios diseminados como sahumerios cuyas brumas purifican el aire que respiramos y ahuyentan los mosquitos del dengue. Pululan en nuestra feliz atmósfera, dádivas, rentas, becas, gangas, ventajas, subsidios, planes, trampitas, trucajes, arreglos, transas y otros “provechitos” que se ejecutan “a cielo abierto” y con entera transparencia sin que a nadie se le “mueva un pelo”. Es maravilloso, nuestra paz sociocultural, ganada con muchos sacrificios, en realidad tiene innumerables alternativas para ciudadanos elegidos, acomodados, adherentes, punteros, asesores, mandaderos, chupamedias, contratados, secretarios, comunicadores, lleva-y-traes, referentes, alcahuetes, asistentes, organizadores, aguateros, charlatanes, prebendarios, ñoquis, coordinadores, aplaudidores y otros miles-de-militantes que con su participación activa han ido optimizando nuestro funcionamiento democrático y nuestras prácticas políticas en una lucha sin tregua para volverlas cada vez más sofisticadas, cada vez más entusiastas y por qué no cada vez más truchas.Cuando escuchamos a los amargos escépticos r
efunfuñar: “Por supuesto, qué esperabas”, “lógico, siempre los mismos”, “evidente”, “quién no sabe”, “de qué te asombrás”, “y vos qué pensabas”, “recién te desayunás”, “pobre de vos”, “para qué te calentás”, “yo no los voté”, “¿y qué podemos hacer?” y así podríamos seguir registrando frases quejosas, agobiadas y siempre creyendo que “esto es el colmo”… NOOO amigos vecinos-lectores, siempre habrá otro colmo, en flagrante confirmación del infinito, dado que nuestra viveza criolla tendrá siempre otro creativo privilegio bajo el poncho para desmentir tanta trapacería y mala onda. A esta protesta intersticial, venenosa y anónima, que “esmerila” (este término no puede faltar en un análisis político), que esmerila (reitero y aburro), nuestra democracia bien pintadita (no confundir con cartón-pintado), a esos cuchicheos chismosos tenemos que enfrentarlos recordando que para eso existe (¿existe?) el Poder Judicial encargado de investigar, indefectiblemente “hasta las últimas consecuencias”, estos detalles ligeramente evidentes que cualquier hijo-de-vecino está en condiciones de denunciar. Pero por qué habría de denunciar alguien que no tiene acceso a la información pública, ni tiene autoridad, ni tiene ganas, ni instrumentos para indagar tales situaciones… Pobrecitos nosotros, inocentes votantes y observadores-objetivos del paisaje-político, cómo podríamos emprender semejante épica-utópica, si para eso contamos con nuestros Fiscales ¿sabían que los valientes fiscales son defensores de nuestros derechos? Estos profesionales del derecho tienen las pruebas sobre la mesa, tienen los hechos a flor de piel y contra flor al resto, de modo que si detectaran algún privilegio en ciernes, no “sujeto a derecho”, al instante caerían como águilas sobre los desaguisados carroñeros. Aguarden tranquilos, “quédense en el molde”, que estamos protegidos y hasta vigilados por los guardianes de la ley. Los magistrados, los jueces de múltiples instancias, no permitirían los mentados y desmentidos privilegios. Bien ahí, por la democracia espectacular y cool que supimos conseguir… Queridos privilegiados, córtenla con la desmesura, los ciudadanos de a pie, agradecidos y en retirada ante el zafarrancho de combate.Colaboración: Ana CamblongEscritora
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