Que no ha colmado las expectativas no sólo a sus familiares y amigos, sino a la sociedad argentina en su conjunto. Porque no ha determinado -con las pruebas necesarias- si se trató de un suicidio, de un suicidio inducido o de un asesinato. En este último caso, de confirmarse incluso la hipótesis de los querellantes, no hay pistas de quiénes pudieron ser los autores materiales e intelectuales de un hecho tan trágico.Nos debe importar a todos saber qué pasó con Nisman, porque antes de morir, presentó una seria denuncia que involucraba a muchos funcionarios por entonces, incluso a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.Claro está que también es una Justicia injusta para los familiares de las víctimas de la Amia y de la Embajada de Israel en nuestro país, que realizan asiduamente marchas reclamando conocer la verdad detrás de semejantes hechos aberrantes.Si nos ponemos a revisar antecedentes, la Justicia argentina tiene en su saldo pendiente un largo listado de personas que siguen sin encontrar justicia. Y así como ocurre a nivel federal, ocurre con la Justicia de Misiones, abarrotada de causas, pero con ingresos de muchas el último año donde no basta con investigar robos de motochorros. Ahora hay asesinatos con el tinte mafioso que superaron todos los hechos conocidos en una provincia que se jactaba de “crecer en paz”.Para muchos, hablar de Justicia no es hablar de la institución, sino de quienes la manejan. Porque hay hombres y mujeres en los despachos que, por razones de fuerza mayor o por algún interés, se dedican a congelar el tratamiento de las causas. Mientras no resuelvan, habrá miles de personas castigadas por la injusticia.
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