Nuestros niños se cansan rápido. A pesar de que cada vez tienen más juguetes y están más estimulados, aunque la primera pregunta sería: ¿tener más juguetes, asegura mayor estimulación? ¿Quien no ha visto esta situación?Francisco, de seis años, está sentado en el piso del living, rodeado por sus juguetes, algunos completos y funcionando, otros por pedazos y casi descartados. Autos que se manejan con control remoto, hacen decenas de ruidos y encienden luces de todos colores. También personajes de dibujos animados, una guitarra que con sólo apretar un botón interpreta varias canciones, un pata-pata, un libro con sonido que relata en inglés y en español, tiene de todo, pero pasa de un juguete a otro en pocos minutos.Y cuando se cansa de todo eso, busca el celular de su mamá. Si ella se niega a dárselo, le pide, casi entre lágrimas, que encienda la computadora. Allí, frente al monitor, puede permanecer mucho más tiempo. “Hoy los chicos se aburren mucho. Hay mucha estimulación y muy poco espacio para la creatividad, algo absolutamente necesario para la construcción de un psiquismo sano”, dice la psicóloga Claudia Simonini, quien trabaja en el Hospital Materno Neonatal y es la responsable de prensa del Colegio de Psicólogos de Córdoba. “Claro que se van a resistir a armar, a construir, porque es más fácil jugar con lo que está hecho, que con lo que hay que inventar”, agrega Simonini a La Voz del Interior .Por su parte, Fabiola Saal, también psicóloga y especialista en niños, afirma que, en épocas anteriores, jugar era mucho más sencillo. “Nuestros padres nos resolvían el problema con dos muñecas o una pelota. Tener una bici o una patineta era una aventura. Para nuestros niños, en cambio, jugar es todo un lujo”, afirma.La especialista agrega que jugar es un entretenimiento que requiere poner en funcionamiento ciertas habilidades que se corresponden con la edad y evolución del niño.En tanto, Simonini aclara que estimular a los chicos es muy importante, pero que otra cosa muy diferente es exigirles. “Debemos escuchar qué quiere el niño y también marcarle límites. Una cosa es elegir con el niño y otra, muy diferente, es elegir por el niño”, sostiene. En este sentido, destaca que la frustración es algo absolutamente necesario, porque es lo que motiva la creatividad. “No es lo mismo un niño frustrado que aburrido”, asegura.Sobre este punto, Luciana Daniele Moreno, docente de nivel primario, cuenta que es muy común que la demanda de los alumnos durante la clase sea cada vez más innovadora. “Debido a la poca capacidad de asombro, los chicos se aburren o dispersan con mayor frecuencia y por cualquier cosa”, dice.Las exigencias a las que a diario están sometidos los padres, sumado a la tendencia de que muchas parejas tengan su primer hijo pasados los 30, cuando deciden con madurez lo que quieren para ellos, hace que trasladen esas aspiraciones a sus hijos.“En el contexto social en que nos encontramos, muchos papás que salen a trabajar y dejan a sus pequeños con niñeras o abuelas, sienten culpa, y eso los lleva, en algunos casos, a llenar a sus hijos de juguetes o juegos con los cuales creen tapar su función”, sostiene Saal. Y agrega: “A veces, la cantidad de tiempo no tiene relación con la calidad de tiempo. Con dedicarles sólo unos minutos de atención al día y jugar con ellos se fortalece el vínculo”.Por su parte, Simonini dice que los papás arrastran a sus hijos a la vorágine en la que ellos mismos viven. Sostiene, además, que la hiperespecialización que pretenden para sus hijos cuando los envían a clases de idiomas, de varios deportes, de computación, entre otras actividades, responde a lo que el mercado les exige a ellos.“Entonces, el juego del niño varía en función de las actividades de los adultos. Los chicos no están exentos del mundo que atraviesan sus padres”, recalca.Daniele Moreno subraya esta idea. Dice que todo esto produce chicos muy autoexigentes, con grandes problemas para aceptar alguna calificación que no sea un excelente. “También es notable que a los alumnos que están en contacto con actividades que tienen una serie de reglas les cuesta mucho llegar a acuerdos que no hayan estado preestablecidos, y muchos de ellos tienden a aislar a los compañeros que no están de acuerdo con sus propias reglas”, indica la especialista.“Y otra cosa que llama mucho la atención, es que algunos chicos nos cuentan a los docentes situaciones familiares, o sentimientos personales, manifestando que en la casa no los escuchan”, completa Daniele Moreno. Hasta aquí por hoy, la semana próxima continuaremos analizando qué podemos hacer para que nuestros niños no se aburran.¿Cómo jugar con ellos?Estimular la creatividad. Es bueno que jueguen con elementos simples, porque de esa manera se les está dando una herramienta para poder imaginar, construir, armar, desarmar, fantasear y, por qué no, ensayar el mundo de los adultosIntroducirse en su mundo. Jugar con ellos y compartir tiempo, pero no borrar la diferencia generacional, ya que así inhiben las potencialidades de sus hijos.Escuchar. Es importante no imponerles entretenimientos o actividades, sino preguntarles qué quieren hacer.Jugar en espacios al aire libre. Estos lugares los obligan a hacer un mayor esfuerzo motriz, los ayuda a volcar tensiones y descubrir nuevas maneras de jugar, incluyendo la dualidad mente-cuerpo.Juego con otros. Estar con pares les sirve para aprender a compartir, a respetar y a conocer otras maneras de jugar.Incitarlos a que armen su propio juego. Primero se resistirán, porque es más fácil jugar con lo que está hecho, pero luego aprenderán a crear.Todos las profesionales sostienen que lo más importante es escucharles, dedicarles tiempo y atención, establecer límites y facilitarles la creación e invención…Colaboración: Myrian Mabel BáezLic. en Psicopedagogí[email protected]
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