En Puerto Príncipe, la capital de Haití, las oportunidades escasean. El país centroamericano es considerado el más pobre del hemisferio occidental: según números, el desempleo alcanza el 50% y un 70% de la población está por debajo de la línea de pobreza. Con esos números, bien puede decirse que las expectativas de desarrollo no son de las mejores.Todos los años, miles de jóvenes emigran desde la isla en busca de un futuro mejor. Los destinos favoritos tienen que ver con la lengua francesa, idioma oficial de Haití. Sin embargo, unos pocos deciden torcer aún más la historia y cambiar de rumbo.En 2006, cuando pisó Misiones, Dimitry Dorcély no hablaba una sola palabra en español. Tenía 23 años y había abandonado la isla por una beca de estudio en Argentina, un país del que sólo había escuchado “Maradona”, “River?Plate” y unas pocas palabras más. Tenía miedo y en más de una oportunidad se habrá mostrado arrepentido. Pero en medio del choque cultural, lo salvó el fútbol. Sí. El fútbol. El idioma universal.Nueve años después, Dimitry pudo reconstruir su vida. Hoy vive junto a su mujer, misionera ella, que espera su primer hijo y que, claro, será argentino. Sigue estudiando y hasta es dueño de un local comercial en sociedad con un amigo, uno de los tantos que se hizo detrás de la pelota.“Misiones es mi lugar en el mundo. Volver a Haití hoy por hoy me parece que será muy difícil. Me siento un argentino más”, le dice a DE?PRIMERA?en el patio de su casa, en el barrio Miguel Lanús de Posadas. Su historia, atravesada por el deporte, es la de miles. Y merece ser contada.Francés sí, español noDimitry nació el 15 de abril de 1983, hijo de Pierre (58), un sastre de Puerto Príncipe, y Gillene (52), comerciante. Es el mayor de cinco hermanos: lo siguen?Petersky?(31), actualmente en Nueva York; Dorly?(29), Imly (30) y Vicky (24), los tres últimos con residencia en Haití.“Cuando llegué no sabía hablar español. Vine porque me ofrecieron una beca para estudiar medicina en Buenos Aires, pero cuando llegamos, el señor que teníamos que ver estaba en Misiones y nos dijo para venir. Desde entonces, no me fui más”, recuerda Dimitry de aquel 1 de diciembre de 2006. Dorcély no llegó solo. Otros tres estudiantes también formaron parte del sueño, pero de a poco todos regresaron al terruño. Dimitry es el único que soportó la distancia.La pregunta es obvia. Y la respuesta también. “Sí, claro que tenía miedo. No conocía a nadie. En Buenos Aires cada uno estaba en su mundo y nadie te daba bolilla.?Pero acá, como no había gente de nuestra piel, la gente venía, nos preguntaba, nos tocaba. Y yo me preguntaba ‘en dónde me metí’. La gente saludaba con buena onda, pero yo no sabía ni cómo contestar”.Dorcély confiesa que sabía poco de Argentina antes de venir. “Sabía algo de fútbol, de Maradona y de la selección. Me gustaba el nombre porque Argentina viene del francés ‘Arga’, que quiere decir plata, entonces de chico eso me gustaba”, asegura, y devela otro secreto. Boquenses abstenerse: Dimitry es hincha de River. “Me hice hincha allá porque me gustaban mucho Saviola y Aimar”.Fútbol, siempre fútbolFue allá en la isla donde comenzó su pasión por el fútbol. Era adolescente y aún no lo sabía, pero años más tarde la pelota iba a abrirle las puertas a más de seis mil kilómetros de distancia.“Yo siempre jugué al fútbol para mi colegio, allá en mi facultad, pero nunca profesionalmente porque a mi papá no le gustaba, porque en Haití es muy difícil ser profesional por el tema del dinero”, relata Dimitry sobre el fútbol de su país. Prueba de eso es el silencioso rendimiento de la selección nacional, que participó por última -y única vez- en un mundial en Alemania 1974. No le fue muy bien: quedó eliminada en primera ronda y se fue a casa con dos goles a favor y catorce en el propio arco.Pero más allá de todo, cierto es que la pelota abre caminos. Con el sueño de la medicina descartado, Dorcély comenzó a estudiar Enfermería en la Unam. Allí se hizo de amigos y un día, la redonda volvió a sus pies. “Tenía una amiga que el papá tenía un equipo de fútbol de salón. Yo había escuchado algo pero no tenía mucha idea, pero fui igual. Me acuerdo que fui, jugué y no era tan difícil. Después pasé a otro equipo y a otro equipo. Así me llené de amigos”, narra Dimitry, hoy conocido por todos en el mundillo del futsal posadeño.El fútbol terminó por darle todo. Y hace dos años, Dimitry fue convocado a la selección de futsal de la Unam para disputar los Juegos Universitarios Argentinos. En 2014 el equipo no tuvo suerte, pero en agosto del año pasado hubo revancha y lograron quedarse con la medalla de oro en el Cenard, en Buenos Aires, en un logro histórico para la casa de estudios misionera. “En semis dejamos afuera a la UBA y en la final le ganamos a la Universidad de Córdoba. Fue algo muy lindo e inolvidable”, subraya Dorcély con la medalla en sus manos.Raíces en la tierra coloradaNueve años después, Dimitry echó raíces en la tierra colorada. “Misiones es mi lugar en el mundo”, repite cuando se le pregunta qué siente por su nueva casa.En Posadas encontró todo. Incluso el amor. Hoy espera su primer hijo junto a Daniela, su mujer desde hace ocho años, y con la que vive en Miguel Lanús. Ojo, porque comparte techo con su suegra. “Ella está siempre buena onda”, admite con una sonrisa.Al frente del minimercado del barrio que abrió junto a un amigo, Dimitry agradece a Misiones por tanto afecto. “Este país y esta provincia me abrieron las puertas desde que llegué. Eso por ahí la gente de acá no se da cuenta, pero para alguien que viene de afuera, es muy importante. Es vital. Me gustó Misiones y me acostumbré a su gente. Acá nunca nadie me molestó, no me puedo quejar de nada. Tuve la suerte de conocer otras provincias, pero prefiero quedarme acá”, dice, feliz.Es esa forma de ser del misionero lo que cautivó a Dimitry. “Por ejemplo, yo no soy fanático de la carne, pero me gusta ir a los asados por ese ambiente que se forma, con tus amigos, que todos hablamos y conocés a las personas. La gente acá es muy abierta”, insiste.Aunque después de ocho años -en 2015- volvió a Haití para visitar a su familia asegura que volver a vivir allá “será muy difícil”. ¿Por qué será difícil? Porque Dimitry se siente uno más en la tierra del asado, el tango y la amistad. “Sé que soy haitiano y, con orgullo, voy a morir haitiano, porque nací allá y amo mi país. Pero la verdad es que hoy me siento un argentino más. Eso es más fuerte que cualquier otra cosa”, cierra Dorcély nuev
e años después de su llegada, en perfecto español.
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