En la actualidad , los profesionales que trabajamos con niños que presentan, en una medida u otra, dificultades del aprendizaje, observamos que frecuentemente resulta muy complicado establecer un diagnóstico diferencial claro. Es decir, nos encontramos con niños con una buena lectura pero muy baja comprensión lectora y, además, presentan muchas dificultades en la escritura en forma, contenido o faltas de ortografía. En este caso ¿cuál sería el diagnóstico de preferencia? Quizás una dislexia si tenemos acreditado un CI normalizado y dificultades específicas en la comprensión o una disgrafía ya que el niño cumple esos requisitos pero también presenta mala escritura o muchas faltas de ortografía que no se justifican todas por un desconocimiento de las reglas de ortografía. En la práctica, dislexia, disgrafía y discalculia, no deben entenderse como entidades diagnósticas separadas sino que, frecuentemente, se hallan muy asociadas. El niño que lee mal es muy probable que presente también desorganización en la escritura y el que tenga dificultades en el cálculo puede que también presente dificultades en la comprensión lectora. Aunque siempre puede detectarse un área que es la que se muestra con mayores dificultades para el niño, los Trastornos Específicos del Aprendizaje tienen una alta comorbilidad entre ellos, por lo tanto debemos trabajar con todos ellos en la medida que cada caso lo precise.En este sentido, creemos que los cambios del nuevo DSM-V aportan mayor claridad y facilidad para ofrecer un diagnóstico más coherente con la realidad de cada niño. La razón es que se unifican los diferentes trastornos (dislexia, disgrafía, discalculia, no especificado) en una única categoría: Trastornos Específicos del Aprendizaje y luego nos permite establecer las dificultades concretas (en escritura, lectura o cálculo) y su intensidad de afectación (leve, moderada o grave).Como señalan algunos autores, podemos delimitar cuatro áreas de deficiencias dentro del trastorno del cálculo:a) Destrezas lingüísticas: son deficiencias relacionadas con la comprensión de términos matemáticos y la conversión de problemas matemáticos en símbolos matemáticos.b) Destrezas de percepción: dificultad en la capacidad para reconocer y entender los símbolos. También para ordenar grupos de números.c) Destreza matemática: se incluye la dificultad con las operaciones básicas y sus secuencias (suma, resta, multiplicación y división).d) Destreza de atención: se trata de dificultades en copiar figuras y observar los símbolos operacionales correctamente.Las dificultades fundamentales se centran en torno a la simbolización y a la estructura espacial de las operaciones. Sus síntomas más característicos se manifiestan del modo siguiente:a) En la adquisición de las nociones de cantidad, número y su transcripción gráfica, el niño no establece una asociación número-objeto, aunque cuente mecánicamente. No entiende que un sistema de numeración está compuesto por grupos iguales de unidades, y que cada uno de estos grupos forma una unidad de orden superior. No comprende el significado del lugar que ocupa cada cifra dentro de una cantidad. A medida que las cantidades son mayores y si además tienen ceros intercalados, la dificultad aumenta.b) En cuanto a la transcripción gráfica, aparecen los siguientes fallos: • No memoriza el grafismo de cada número y, por tanto, le cuesta reproducirlo. • Los hace en espejo, de derecha a izquierda, y con la forma invertida.• Confunde los dígitos cuyo grafismo es de algún modo simétrico (p.e. 6 y 9).• Le cuesta hacer seriaciones dentro de un espacio determinado y siguiendo la dirección lineal izquierda-derecha.c) En las operaciones:• Suma: comprende la noción y el mecanismo, pero le cuesta automatizarla, no llega a sumar mentalmente ya que necesita una ayuda material para efectuarla, como contar con los dedos, dibujar palitos, etc. Relacionadas con la dificultad para entender los sistemas de numeración y su expresión gráfica espacial, están la mala colocación de las cantidades para efectuar la operación, y la incomprensión del concepto “llevar”.• Resta: exige un proceso mucho más complejo que la suma, ya que además de la noción de conservación, el niño debe tener la de reversabilidad. La posición espacial de las cantidades es, quizás, lo más difícil de asimilar por algunos niños, que restan simplemente la cifra menor de la mayor, sin tener en cuenta si está arriba o abajo. Cuando tiene que llevar, se pierden en el lugar donde deben añadir lo que llevan. Del mismo modo que en la suma, empiezan por la izquierda y colocan mal las cantidades. Es frecuente que confundan los signos y, por tanto, la operación, haciendo una por otra, e incluso, a veces, mezclan las dos (suma y resta).• Multiplicación: es una operación directa que no entraña tantas dificultades como la anterior. Aquí el problema reside en la memorización de las tablas y el cálculo mental.• División: en ella se combinan las tres operaciones anteriores por lo que de su buena ejecución dependerá el dominio de las anteriores. Las dificultades principales están, como en las anteriores, en su disposición espacial: en el dividendo, el niño no comprende por qué trabajar sólo con unas cifras, dejando otras para más adelante, y de aquellas no sabe por dónde empezar, si apartando unas a la derecha o a la izquierda. En el divisor le cuesta trabajar con más de una cifra, y es probable que lo haga sólo con una.Igual como ocurre con el trastorno de la lectura o la escritura, no se conoce la causa exacta. La opinión actual es que se trata de un problema de origen multifactorial en el que influyen factores madurativos, cognitivos, emocionales y educativos en distintos grados y combinaciones, vinculados a trastornos verbales y espaciales. Las capacidades viso-espacial y viso-perceptiva tienden a estar afectadas. Con frecuencia hay mala lateralización (lateralidad cruzada o contrariada), con los trastornos que conlleva de esquema corporal, falta de ritmo y desorientación espacio-temporal. En algunos niños, pueden presentarse además, problemas sociales, emocionales y/o comportamentales, siendo relativamente frecuentes las dificultades en las relaciones interpersonales.Por lo general los primeros problemas con el cálculo aritmético se hacen evidentes hacia los ocho años, si bien, algunos niños ya muestran síntomas hacia los seis. En otros no se detecta hasta los nueve, diez años o después. No se disponen de estudios concluyentes que puedan orientarnos de forma inequívoca de cuál va a ser el posterior desarrollo y progresión del niño que presenta el trastorno. Una vez identificado el problema (normalmente en primaria) hace falta recurrir a todos los recursos psicopedagógicos para intentar que el niño logre un mejor funcionamiento en este terreno. Lo que sí parece claro es que los niños con una discalculia moderada que no reciben tratamien
to y los que aún recibiéndolo no logran mejorar, pese a la intervención educativa, tiene una mayor riesgo de presentar dificultades académicas asociadas a baja autoestima, frustración e incluso depresión. Complicaciones pueden provocar rechazo a ir a la escuela y trastornos comportamentales.Hasta aquí llegamos hoy, la semana próxima analizaremos hacia dónde debe dirigirse una correcta evaluación psicopedagógica para ayudar a nuestros pequeños en estos problemas.Colaboración: Myrian Mabel Báez Lic. en Psicopedagogí[email protected]
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