Más allá de palpitar si el nuevo gobierno se viene debilitando más de la cuenta ante la opinión pública, sobre todo porque la economía se le ha encabritado demasiado y si, al respecto, la sociedad aparenta poca paciencia, o de ver si logra fortalecerse políticamente de modo transitorio por algunas de sus acciones y discursos, hay que hacer notar que los hechos y los protagonistas de la semana que pasó tuvieron un patrón común que bien podría estar señalando un giro estratégico del Gobierno: para bien o para mal, todo lo sucedido en estos días apuntó hacia el pasado, casi a contramano de los postulados de campaña de Cambiemos.Mauricio Macri, Alfonso Prat-Gay y Antonio Stiusso han sido los tres personajes más expuestos durante estos días. Es cierto que entre ellos no hay equivalencias, ya que mientras las fotografías de los dos primeros estuvieron en primera plana por sus dichos y acciones, fue por la irrupción del último en la escena política que se les puso candados a los pasillos de Tribunales para evitar preguntas indiscretas de los periodistas y, sobre todo, imágenes. En tanto, su probable voz fue protagonista de un insólito flash televisivo, con un mensaje de "aparezco cuándo y cómo quiero", quien sabe dirigido a quién.Pero, también es verdad que cada uno dejó estampado lo suyo en episodios que bien podrían tener hacia el futuro mucha trascendencia, ya que todos se apoyaron en sucesos ocurridos durante el período kirchnerista y ninguno lo hizo para tirar flores: la herencia recibida, que Macri sintetizó en "falta de planeamiento, pensamiento responsable y de largo plazo, más corrupción, desidia e incompetencia", el casi arreglo de una deuda que crecía y crecía y trababa el financiamiento, junto al puntapié inicial de Prat-Gay para convencer al Congreso que el acuerdo con los holdouts vale la pena y la muerte dudosa del fiscal Alberto Nisman, ligada nada menos que a la Amia y a Irán.En esa misma línea de hurgar en lo peor del pasado, no hay que desestimar a la hora del análisis dos cuestiones que también sucedieron en la semana, como la entrega del Oscar para "Spotligth", un impactante incentivo cinematográfico hacia la prensa que saca a la luz los trapos sucios y la declaración a la que fue sometido Lula da Silva, el expresidente de Brasil, bajo generalizadas sospechas de una matriz de corrupción que abarca todo el período del PT. Periodistas que buscan gloria y peces gordos que se derriten, "balas que pican cerca", diría un conocido relator deportivo mirando hacia lo que dejó en la oscuridad la Argentina de la última década.La de Macri tiene que ser necesariamente la foto número uno de la semana, por lo que significó su mensaje de apertura de las sesiones del Congreso y no sólo porque pronunció varias palabras malditas de la era anterior (inflación, inseguridad, corrupción, etc.), sino por aquella parte del discurso en la que aludió a la herencia cumpliendo con el Artículo 99 de la Constitución que le manda hacer conocer el "estado de la Nación".Ese discurso, que esta Agencia calificó de sobrio y duro a la vez y que describió como plagado de ejemplos numéricos, tuvo uno de ellos de una potencia inaudita que hasta ahora no parece haber calado en la sociedad, pero que es algo que, bien leído, debería hacer que todos los contribuyentes se pregunten, al menos, adónde fue a parar tanta plata."En los años que van del 2006 al 2015, los argentinos pagamos al Estado nacional casi 694.000 millones de dólares en impuestos más que en la década del 90", dijo Macri y repitió la frase para que no queden dudas de la presión fiscal a la que fue sometida la sociedad en nombre de la inclusión social, un capítulo que como tiene estadísticas sobre pobreza y empleo barridas debajo de la alfombra, hace sospechar que tanto dinero no se aplicó únicamente en ayuda de los más desfavorecidos.Para dimensionar el número en dólares, vale marcar que, según el Banco Mundial, la cifra involucrada significaba en 2013 mucho más que un PBI de la Argentina (1,3 veces), medio PBI de España o 12 veces el de Uruguay. Y aunque en tamaño misilazo hacia el pasado el Presidente casi dejó afuera el período de Néstor Kirchner, un devoto de los superávits, más allá de algún grito de "gorila", nadie en el recinto pareció darse por aludido.Sin embargo, el kirchnerismo reaccionó por otra cuestión más ideológica. "El modelo de inclusión social y crecimiento, del que tanto habló el gobierno anterior, nos llevó a la pobreza y a la exclusión", disparó Macri y puso los puntos sobre la íes sobre por qué se llegó a una inflación de "aproximadamente 700 por ciento en los últimos 10 años" cuando dijo que "existe porque el gobierno anterior la promovió, ya que creía que era una herramienta válida de la política económica" y concluyó que "daña, sobre todo, a los hogares que menos tienen".Esta última mención gestó un aquelarre desde el núcleo de las bancas que ocupaba el Frente para la Victoria y especialmente al camporismo se le soltó la cadena porque no pudo tolerar que se haya desmentido desde los números el relato de ser quienes beneficiaban a los pobres. Sin embargo, la situación tuvo un correlato político, porque finalmente, tantos abucheos y carteles acusatorios que recibió el Presidente de los camporistas puros y de otros legisladores que se han quedado pegados al pasado, lo único que hicieron fue contribuir a darle aire adicional a su imagen.El gran costo del berrinche de los cartelitos y los gritos lo pagó la bancada ultra K que ni siquiera tenía junto a ellos a su jefe moral. Un informante del bloque del Frente para la Victoria, aunque no uno de los más duros, admitió ante DyN que hubo "alguna zozobra" en la tropa K, ya que Máximo Kirchner los dejó solos para asistir, junto a su tía Alicia, casi al funeral de una provincia que viene gobernando el kirchnerismo desde hace décadas y que ahora se declara quebrada, como si la familia no tuviera nada que ver.El despiste del FpV fue más notorio aún cuando otro de los protagonistas de la semana, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, lo vapuleó de lo lindo el viernes al hoy diputado Axel Kicillof y logró callarlo
sin una mueca de desmentida, cuando fue a la Cámara de Diputados a explicar por qué el Ejecutivo necesita que el Congreso apruebe la ley que permitiría terminar con el default de la Argentina.Con una tranquilidad pasmosa, el actual funcionario replicó cada una de las críticas que le hizo su antecesor al actual proceso de negociación con los holdouts y en una de ellas lo desacomodó feo: "esos bancos que vos nombraste, Axel, son los mismos que vos contrataste para la última emisión de deuda y que se quedaron con una comisión de más de uno por ciento".Kicillof, quien había admitido que "recibí mejores ofertas que ésta", aunque nunca explicó por qué no hizo nada al respecto, enmudeció y Prat-Gay fue más fuerte aún, en relación a sus dichos sobre los "festejos" de Paul Singer, titular de uno de los fondos más duros: "Singer no sé qué está festejando, pero seguro que quien está festejando todavía es (Antonio) Brufau por los bonos que recibió de Repsol. No nos metamos en este barro, Axel", disparó antes de revelar otras cuestiones que muy bien se cuidó el exministro de dar a conocer en su momento como, por ejemplo, la impropia negociación que llevó a cabo con el Club de París.Si bien no era la primera vez que Prat-Gay hablaba sobre el tema, nunca lo había hecho con tanta crudeza y mucho menos, cara a cara. Hasta el propio Macri lo mencionó el su discurso ("se pagó sin negociar, intereses y punitorios. Y lo peor, es que seguimos teniendo la peor calificación en ese instituto de crédito") y el dato político es que tras haber quedado colgado de las cuerdas, Kicillof es mirado de reojo por sus pares, dicen en el bloque que conduce Héctor Recalde, ya que muchos sospechan que, en este último tema, él le contó una novela a la expresidenta Cristina Fernández, que ella abonó cada vez que puso la cara para defender públicamente esa negociación.En cambio, desde el peronismo más racional están jugando otro partido. Si bien Macri caminó por el filo de la navaja con sus denuncias, ya que muchos peronistas más profesionales, que antes eran colaboracionistas del kirchnerismo y que ahora están dispuestos a dar una mano para seguir bajo el sol, se han declarado ofendidos porque el Presidente no reconoció ningún logro del período anterior. Entonces, aprovecharon y, para olvidarse del enojo, le pusieron al Gobierno condiciones más duras a favor de las provincias, contra el apoyo a la sanción de la ley que permite endeudarse para pagar a los buitres y algunas otras que va a necesitar un Ejecutivo que tiene minoría en el Congreso.Stiuso, el tercer personaje de la semana, más que una figura una sombra, es quien declaró durante más de medio día sobre el caso Nisman en el juzgado de Fabiana Palmaghini, mostró su poder y terminó de desparramar el tablero del caso. Opinó que al fiscal lo mataron e involucró, "sin pruebas", nada menos que a toda la cúpula del gobierno anterior, con Cristina a la cabeza, al tiempo que, como si él no hubiese avalado con su firma aquella declaración, señaló que la fiscal Viviana Fein no había transcripto todo lo que él dijo cuando le tomó su primer testimonio y provocó que la jueza la denunciara penalmente.Todo el embrollo de la situación que provocó el exespía le permitió a la magistrada patear la causa hacia un juzgado federal, aunque todavía faltan algunos pasos en cuanto a apelaciones para que eso finalmente suceda.Luego, se verá en que juez recae, pero lo cierto es que se afianza la hipótesis del asesinato y existen serias posibilidades que quienes se fueron del poder el 10 de diciembre comiencen a desfilar por los Tribunales por éstas y otras causas dinerarias.De allí, la importancia de seguir de cerca lo que ocurre en Brasil, ya que las esquirlas del escándalo de corrupción que tienen en la mira a Petrobras y Odebrecht y a funcionarios de los últimos gobiernos petistas llegan hasta la presidenta Dilma Rousseff y se traducen en problemas muy serios de contracción económica. Los populismos latinoamericanos se escudan en que, al igual que el feo eclipse de Nicolás Maduro en Venezuela, se trata de la venganza de los poderosos.Por último, una mención a la película que ganó el domingo pasado el Oscar, dedicada a mostrar la importancia del periodismo que sirve a la ciudadanía a la hora de destapar las cloacas del poder. Bien vale recordar la escena, porque puede ser parte de lo que puede venir durante los próximos meses, en la que el director del Boston Globe le dice a sus periodistas: "vamos por el sistema". Más allá de los nombres, lo que terminaría de dinamitar al kirchnerismo sería demostrar que, si existía, detrás de la fachada del relato había una matriz de corrupción financiada con el dinero de todos.Fuente: Agencia de Noticias DyN
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