La visita de un presidente de los Estados Unidos a la Argentina nunca pasa desapercibida. Sobre todo en estos últimos días, donde (como lo había adelantado en la campaña) por el giro radical en cuanto a política exterior, el presidente argentino Mauricio Macri recibió a Barack Obama en la Casa Rosada. Semanas antes habían pasado por el mismo lugar los mandatarios de Francia e Italia, pero no tuvieron la misma repercusión que el líder norteamericano. Los últimos diez años del gobierno de los Kirchner priorizaron la relación con China, Irán, Rusia y Venezuela entre otros, pero lejos de Washington. Néstor Kirchner tuvo dos encuentros memorables con el expresidente George W. Bush. El primero fue cuando apenas había comenzado su mandato. Viajó al país del norte para mantener una reunión cordial con su par estadounidense. La invitación provino del mismo Bush, la cual fue aprovechada por Kirchner para buscar apoyo para la Argentina, 19 meses después de la debacle de diciembre de 2001. En la reunión ante la prensa se recuerdan dos pequeños datos. Uno, las cercanas palabras de Néstor hacia su interlocutor, al mencionarlo como su par, al ser “los dos de tierra adentro”. Bush se había criado en Texas. La segunda fue la imagen tan utilizada por el oficialismo de entonces en Argentina, donde se veía al santacruceño poniéndole una mano sobre la rodilla al texano. El segundo encuentro fue en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata de 2005. Allí la relación fue completamente distinta. El mandatario estadounidense venía a tratar de convencer a sus pares de la región de ingresar al Tratado de Libre Comercio para las Américas (Alca), pero lo que sucedió es que en vez de ingresos, a Bush le mostraron la puerta de salida. Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Lula da Silva y Evo Morales se plantaron frente a los planes de Washington. El kirchnerismo usa hoy aquellas duras palabras de Kirchner contra la administración estadounidense, acusando a Bush de ser el representante de los intereses que hundieron a la región en la década del 90, cuyas políticas no sólo conllevaron la miseria y pobreza, sino que también acarrearon inestabilidad institucional de los gobiernos. La frase de Chávez “Alca, al carajo” fue llevada como bandera, y cimentó el comienzo de la integración bolivariana que terminó por resquebrajarse en estos últimos tiempos víctima de sus propias contradicciones. Hubo dos visitas anteriores, la primera de los ‘90 fue la de George H. W. Bush (padre), un día después del último alzamiento carapintada que debió enfrentar Carlos Menem. El presidente de Estados Unidos fue llevado al Congreso de la Nación. Sentado en el estrado principal junto al vicepresidente Eduardo Duhalde, vía traductora, escuchó el rechazo a viva voz del diputado Luis Zamora, mientras era elogiado institucionalmente por la autoridad de la república. El resultado de esa visita allá por 1991, fue el inicio de las políticas neoliberales que fueron explicadas claramente años después por el canciller Guido Di Tella como “relaciones carnales” con Estados Unidos. La segunda de los días del menemismo fue en 1997. El presidente Bill Clinton también pasó por nuestras pampas. Estuvo cuatro días, dos en Buenos Aires y los otros dos los pasó en el Hotel Llao Llao de Bariloche. Menem recibía por segunda vez a un mandatario estadounidense, primero un republicano y después un demócrata. Clinton destacó la alianza de valores que tenía con Argentina respecto a Cuba, pero también uno de sus funcionarios le hizo saber a Menem que estaban preocupados por la corrupción y los riesgos jurídicos que percibían en el país. Fue apenas un tirón de oreja al amigo y aliado, que no hizo más que asegurar a Menem que sus políticas estaban en la dirección correcta más allá del reto. Por lo que dejaron estas últimas tres visitas de los líderes estadounidenses, resulta lógico que muchos hayan reaccionado de forma negativa al arribo de Barack Obama estos últimos días. Principalmente después que hayamos conocido y vivido en carne propia lo que fue la estrategia de Washington hacia la región en las últimas décadas. En ese sentido es normal que se mire con recelo si Estados Unidos vuelve a ponernos dentro de su panorama político y económico. Mauricio Macri giró abruptamente el volante diplomático hacia las naciones desarrolladas, asegurando que busca romper la idea de alianzas con países de “ideales revolucionarios”, para volver a insertar a Argentina en el mundo desde una visión inteligente, que no sea como una relación adolescente de amor y odio que ejercieron las últimas administraciones. Obama llegó a Argentina en el final de su mandato, intentado que su país recupere posiciones que habían sido desplazadas por las ideologías del eje bolivariano y captada por los capitales chinos que tomaron la región en los últimos años. Durante la conferencia de prensa que mantuvo en Casa Rosada, ante la punzante requisitoria de un periodista del diario La Nación, tomó aire y explicó a su entender por qué su país había apoyado en las últimas décadas a las dictaduras militares de la región. “He pasado mucho tiempo desde joven estudiando la historia de varios países. Hay momentos de gloria y momentos poco productivos o malos. También hubo momentos en la política de EEUU que no fueron productivos y que fueron contrarios a lo que yo creo debe representar”. “En los años ‘70 nuestro enfoque en los derechos humanos era importante como luchar contra el comunismo. Se volvió un tema muy importante tanto para republicanos y demócratas”, agregó. Y aclaró: “Pero si vemos cómo pensaban los países en los años ‘30, cómo hablamos hoy, vemos que todo ha cambiado en forma muy positiva. Nosotros hemos aprendido mucho de nuestra autocrítica. Hicimos mucha autocrítica”. “Quiero que sepan que la democracia es mejor que la dictadura de una sola persona. La gente no debe ser detenida arbitrariamente. Eso lo digo en China, Rusia y en todos los países que visito. Nuestra experiencia con Argentina nos ayudó a desarrollar una política exterior madura”, aseveró Obama. Esas palabras resultaron tranquilizadoras para algunos, porque de ser así, la nueva relación que Argentina inició con Estados Unidos deberá ser desde la cooperación mutua, conociendo y asumiendo los errores que ellos cometieron durante los años del “Consenso de Washington” sobre el neoliberalismo en la región, que terminó casi hiriendo de muerte a nuestro país. Por lo expuesto, conocimos que haber estado bajo el eje de Washington ha sido negativo. Primero, por el apoyo que recibió en 1976 la junta militar de parte del secretario de Estado, Henry Kissinger, y del presidente Gerald Ford.
Luego porque las visitas de Bush padre, hijo y la de Bill Clinton de los noventas, nunca dejaron beneficios para nuestro país. En el mejor de los casos al menos se consiguió ponerle freno a la voluntad de libre comercio, que como bien lo conocen los granjeros de Colombia, no fueron beneficiados por ese tipo de tratados con los Estados Unidos. Pero Barack Obama llegó con otro tipo de discurso, con la autocrítica cuando fue consultado por los errores de las administraciones anteriores. Sabemos que desde enero de 2017 otro será quien ocupe la Casa Blanca.El que lo suceda, cuando arribe se encontrará con que Macri reabrió las relaciones con Washington, pero nada nos asegura cómo habrá de ser el tipo de negociación que llevará adelante el próximo presidente. No sabemos si habrá diálogo y reconocimiento como pares, o volverán las viejas recetas de presión que hemos conocido de los Estados Unidos. El único reaseguro para que no despierten los viejos fantasmas que agita el kirchnerismo y la izquierda argentina, será la responsabilidad y la madurez con la que Macri deberá encarar el comercio y las relaciones con quien sea su par estadounidense desde el año que viene.Prácticamente todo el arco político, menos los mencionados en el párrafo anterior, están de acuerdo con el re-acercamiento hacia Estados Unidos. Si Argentina logra quitarse el complejo de inferioridad, ya sea “confrontativo por temor” como el kirchnerismo, o el “deslumbramiento ante una potencia” como el menemismo, podrá iniciar el camino inteligente hacia el desarrollo de la Argentina.Como el mundo hoy lo demuestra, es necesario poner en práctica el pragmatismo en beneficio de la nación. La Cuba de los Castro es el ejemplo palpable acerca de los rumbos que deben seguir las políticas exteriores de los países. El presidente Macri habló de “relaciones sensatas y beneficios mutuos, no alineamientos automáticos ni enfrentamientos infundados”, frente a Obama durante la cena de gala que ofreció en el Centro Cultural Kirchner. Mientras una parte de los argentinos desconfía, otros tienen la certeza que respetará su palabra. Pero estos últimos seguramente le piden que mientras avanza, no olvide de mirar cada tanto por el espejo retrovisor. Colaboración: Lic. Hernán Centurión
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