“No puedo decir que me cambió la vida, pero me cambió el ritmo de vida”, dijo Zulma Silvia Ayala, una vecina radicada sobre la avenida López Torres, que el 1 de marzo vivió un episodio inexplicable cuando <a href="http://www.primeraedicion.com.ar/nota/215287/por-poco-no-termino-en-el-arroyo-vicario-con-video.html">una unidad de transporte de pasajeros de media distancia se desbarrancó y detuvo su marcha a centímetros de su casa</a>, destruyendo el grueso muro que separa su terreno de la arteria y la rampa de acceso a su vivienda, aislándola por completo. A pesar de que transcurrieron más de veinte días, esta docente jubilada no sale del asombro, y se angustia por la facilidad con que la empresa propietaria del colectivo deslindó responsabilidades sobre la situación.“Digo que me cambió el ritmo porque siempre me movilice sola, no tenía que depender de nadie pese a la artrosis generalizada que padezco”, confesó Ayala. Pero a raíz de lo sucedido debe permanecer en otro sector de su hogar y por ende, “tengo que depender de otras personas, cuando los verdaderos artífices de este suceso se esconden, no dan la cara, y tiran a otros el problema, haciendo cargo a la firma que construye el puente sobre el arroyo Vicario. Es que, si bien tiene sus obras paradas, están señalizadas, cubiertas, nadie nunca antes había caído ahí”, explicó.Dormía y sintió el estruendoRecostada sobre el bastón con que se moviliza, recordó que estaba profundamente dormida cuando escuchó el estruendo durante esa madrugada “no me animé a salir porque no sabía lo que era, lo que pasaba. Pensé que habían tirado mi puerta abajo. Me invadió un estado de shock” que por momentos resurge. Eran entre las 3 y 3.30. A pesar que los aires estaban encendidos, el golpe fue tan fuerte que la mujer se sobresaltó. “Cuando pude recobrar un poco la conciencia, abrí la puerta que estaba en su lugar. Y me encontré con el colectivo incrustado en la pasarela que separa mi casa de la avenida. No lo podía creer”, acotó. Enseguida vino la policía, estacionaron ambulancias del hospital, se acercaron médicos y bomberos. Alguien llamó a los dueños del transporte que “hicieron su aparición alrededor de las 8.30 y comenzaron a delegar responsabilidades en la empresa que construye el puente. A mí nadie me preguntó cómo me sentía ni qué me había pasado, sólo quisieron saber si tenía otra salida. Les respondí que sí pero que yo no me podía movilizar, y me contestaron que eso era lo de menos. De hecho pasaron más de veinte días y mi drama sigue sin solucionarse”, manifestó indignada.Todos se fueron y el colectivo pasó suspendido en el aire durante toda la jornada. Por la noche se movió por quince centímetros hacia la casa de Ayala y “ese era mi miedo”. Contó que como no conseguían grúas "los de la empresa constructora introdujeron una retroexcavadora al arroyo para que sostenga la trompa del colectivo y no siga avanzando, y con otras dos grúas lo engancharon por el costado. Estuvieron más de dos horas trabajando para sacarlo porque se zafaba". La unidad quedó en el lugar por más de 24 horas, con los perjuicios que ocasionó. Aún se pueden observar restos de vidrios, hierros retorcidos del muro destruido y un poste de electricidad que sigue colgado a pesar de haber sido partido al medio.Pasó 48 horas sin luzTras el incidente Ayala estuvo 48 horas sin energía eléctrica, y un cable de alta tensión aún permanece a unos dos metros del suelo, con el peligro que ello implica. “Tengo miedo que caiga” y que complique aún más las cosas.Relató que un familiar la llevó para que hablara con los dueños y “me respondieron que no tienen nada que ver, que el único responsable de este desastre es la empresa constructora. Le pregunté ¿porqué?, si el micro que casi entra a mi casa era de su propiedad. Le dije que si no me daban una solución iba a actuar. Actúe como usted quiera me respondió. Le llevé varios presupuestos pero me atendieron en la vereda. Luego fue mi hermano y tampoco obtuvo resultados. Me preocupa la desidia de esa gente. Te destrata, te cierra la puerta en la cara”, contó.“El desastre que hizo fue increíble. Ahora no puedo salir por el frente porque destruyó la rampa que había hecho para que me busque el equipo del hospital para hacer kinesiología”. Y dejó rajaduras por doquier, en la casa que para Ayala tiene un valor sentimental incalculable porque la recibió en herencia de su abuelo joyero y su abuela modista.
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