El macrismo y el kirchnerismo quedaron presos de un cruce de denuncias por corrupción y lavado de dinero, que no hizo más que alejar a la dirigencia política oficialista y opositora de la ciudadanía, en una pelea por ver quién delinquió más.En pocos días, el ciudadano común observó cómo detenían al ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime, por la irregular compra de vagones a España y Portugal durante la década "K". Enseguida se sorprendió con la aparición en una sociedad offshore en Panamá donde figura el nombre del presidente de la Nación, Mauricio Macri. Y finalmente, el martes, asistió azorado a la detención de Lázaro Báez, un emblema de la sospechada corrupción kirchnerista que respondía directamente a Néstor y Cristina Kirchner.Truco, quiero retruco, quiero vale cuatro. La metáfora del popular juego de naipes argentino se aplica a la dinámica de la política/justicia argentina. Mientras, dirigentes, funcionarios y legisladores de Cambiemos, el Frente para la Victoria, el massismo y otros partidos pulularon en las últimas horas por canales de televisión y programas radiales defendiendo la quinta propia y atacando la ajena. En una patética película por demostrar quién era más corrupto que el otro, o quién era culpable de algún ilícito y quién no.En el caso del kirchnerismo, se multiplicaron las denuncias y causas por corrupción, malversación de fondos, lavado de dinero que involucran directamente a Cristina Fernández, Amado Boudou, Ricardo Jaime, Julio de Vido, Lázaro Báez, Cristóbal López, entre otros.En el caso del oficialismo, si bien desde el gobierno aseguran que el hecho de que el Presidente figure en una sociedad offshore no es delito alguno, la sospecha por parte de la ciudadanía es inevitable y provoca la duda. Es que a los paraísos fiscales como el de Panamá recurren desde quienes quieren sacar una ventaja impositiva en otros países hasta evasores y hacedores del crimen organizado internacional.Es menos clara la participación en sociedades offshore del actual intendente de Lanús y ex ministro de Hacienda del gobierno porteño de Mauricio Macri, Néstor Grindetti.Para colmo de males, la titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, salió de inmediato, y sin que nadie lo pidiera, a defender la inocencia de Macri. Sin embargo, ese “gesto político” desnudó otra problema: La Oficina Anticorrupción pierde credibilidad si se piensa que una funcionaria leal a Macri podría llegar a denunciar a su propio gobierno en caso de detectar alguna irregularidad.Claramente, si la Oficina Anticorrupción es un organismo serio, debe estar en manos de un opositor o un académico no oficialista, y fuera de la órbita del Poder Ejecutivo. De otra manera ocurriría lo mismo que cuando la creó el gobierno de la Alianza, de Fernando de la Rúa. Mientras investigó la corrupción menemista, lo hizo con profesionalismo. Pero, cuando le tocó investigar a su propio gobierno –como también pasó en el kirchnerismo-, terminó mirando hacia otro lado y siendo funcional a los intereses oscuros del gobierno de turno.
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