La particular realidad política provincial, en la que destaca la hegemonía alcanzada por el Frente Renovador en la última década, Ley de Lemas mediante, mantuvo a Misiones al margen de una conflictiva transición que se vive a nivel país y en otras provincias, con fuertes tensiones por la herencia de una década sin alternancia y el cierre de un extenso ciclo político.Para Hugo Passalacqua el horizonte parecería estar más despejado, ya que integró el anterior Ejecutivo como vicegobernador y hoy se encarga de la Gobernación con un mandato acotado en su duración y contextualizado políticamente en la misma cepa partidaria que produce gobernantes misioneros hace más de una década.En este marco, en el que no se puede hablar de transición, literalmente, llamó la atención que el anterior titular del Ejecutivo, Maurice Closs, como publicó recientemente este Diario, le haya dejado a su sucesor un presente griego de 3.000 millones de pesos de deuda con constructoras.Al estar repartida en varios organismos y en diferentes empresas, la deuda habría pasado desapercibida al nuevo mandatario; pese al elevado monto; que podría alcanzar un total de hasta 5.000 millones de pesos, equivalente al 13% del Presupuesto ejecutado en el último ejercicio. Más allá de que la deuda no estaría del todo documentada, y de los problemas que pueden surgir por desprolijidades en su conformación; en gran medida asociadas a la fiebre de inauguraciones que se vivió en la campaña electoral, es evidente que hay cabos sueltos que revisar en la gestión clossista. Una gestión que desde un principio faltó, al menos, al decoro, por la dualidad de intereses que generaba la empresa familiar como proveedora del Estado e integrante de la UTE que administra el primer atractivo turístico provincial. Es obvio que la sintonía política impide al actual gobernador mostrar toda la severidad que merece el caso. El episodio deja en evidencia, además, el daño institucional que producen, aún en democracia, los excesos de permanencia en el poder.
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