Una etapa de conflictividad aflora a partir de los recientes dichos de Pablo Moyano. “Se terminó la luna de miel”, dijo el hijo del capo máximo de la CGT, quizá parafraseando a su padre, uno de los sindicalistas más ariscos de esta parte de la historia nacional. “Nunca hubo una luna de miel”, aclaró un sector del sindicalismo opositor que supo estar al lado de Sergio Massa, y así se colocó en posición equidistante de una rebelión y de una alianza de facto con el macrismo.Las expresiones de Moyano hijo sonaron destempladas también porque las tres CGT y las dos CTA están en pleno proceso de lobby y presión para lograr cambios radicales en el impuesto a las Ganancias, para impedir despidos por un año y para que se abra más el grifo de la devolución de fondos a las obras sociales, entre otros objetivos.Además, hay muchas conversaciones bajo cuerda para morigerar otras situaciones negativas, como el impacto de los despidos en el Estado.Tanto así que los gremialistas convirtieron repentinamente la anunciada marcha de protesta y reclamos en un acto de recordación por el Día del Trabajador, previsto para el 29 de abril.Así las cosas, los dirigentes gremiales de todos los colores anduvieron por el Congreso tratando de convencer y captar voluntades para sus proyectos.Y es que los gremialistas no pueden darse el lujo de un respiro ante la continuidad de las negociaciones paritarias, el impacto del fuerte aumento masivo en las tarifas de los servicios públicos, con su inevitable influencia en toda la economía, y el flamante dato sobre la pobreza.Entre la herencia recibida del kirchnerismo y la fuerte caída del poder adquisitivo de los ingresos, en los últimos meses aumentó la cantidad de pobres.Al Gobierno no le gusta nada esto. Lo que no puede ni debe hacer es resignarse a no hacer nada rápidamente ante este difícil contexto.De no abordar enseguida la cuestión, aquella frase de Pablo Moyano se le vendrá encima a quienes hoy gobiernan.
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