Mencionar el apellido Oleksow en Posadas es sinónimo de joyería, pero también remite al tiempo, a las horas, a ese joyero al que recurrían todos para llevarle su reloj pulsera o el despertador que, si fallaba, lo haría faltar al trabajo. Este lunes se cumple un mes de la partida de Don Francisco Oleksow, el hombre que trabajó en la también reconocida joyería Alemana y quien en 1945 abre la suya al lado de la Catedral, donde hoy es el Salón Estrada. Con el paso del tiempo logró ahorrar un dinero para adquirir la propiedad de Bolívar y Colón, instalarse definitivamente y dejar su marca en la memoria de un pueblo. Su hija Liliana, reconocida arquitecta local, contó a PRIMERA EDICIÓN la historia de este inmigrante polaco. “Se fue Don Francisco Oleksow, un protagonista de nuestra historia, de nuestras raíces misioneras: mi padre”, reconoció con dolor y recordó -por historias contadas- que su padre nació en 1922, en la ciudad de Lwow, Polonia, “en una Europa convulsionada antes de la crisis de 1930 y la Segunda Guerra Mundial”.Fue en 1938 cuando partió el último barco del puerto de Gdansk, el “Pulaski”, y en ese buque se embarcó Francisco con solo 16 años en compañía de su familia.“Alemania invadía Polonia, venía la guerra y había que salir de allí, fue la opción que eligieron. Mi padre siempre culpó al nazismo de su exilio y en sus últimos años borró a Alemania de su mente, decía que ese país no existía más; creo que es lo que la mente necesita hacer para poder ¡sobrevivir!”, analizó su hija. Siempre iba acompañado por la imagen de la virgen de Chestochowa, emblema de la Polonia católica, como valiéndose de su fe para asegurarse un buen puerto. Barco, tren y barcoLlegaron a estas tierras en agosto de 1938, cuando los alemanes ya habían ingresado a Polonia. Primero desembarcaron en Buenos Aires y, como todos, descansaron en el Hotel de los Inmigrantes para continuar su viaje. “Tomaron el tren El Gran Capitán, hasta Posadas. Llegaron a la Estación de trenes que ya no existe más gracias a la EBY (Entidad Binacional Yacyretá), que tuvo la ‘galantería’ de dejarnos una triste fotocopia, una ordinaria maqueta a escala real”, acotó Oleksow como arquitecta y exdirectora de Patrimonio Histórico de la provincia.De allí, viajaron en barco a Colonia Wanda, para instalarse finalmente en Colonia J.J. Lanusse, al norte de la provincia. Era, según señalaba Don Francisco, “una tierra dura y pedregosa que supieron cultivar”. Desde los 17 años, el joven polaco trabajó en el establecimiento Bemberg, en las plantaciones de maní y yerba, también en talleres y tornería. Fue un obrero más en un entorno desconocido, tanto que además tuvo que aprender dos idiomas: el castellano y el guaraní. La joyería en PosadasPasaron los años hasta que Francisco llegó a Posadas para trabajar en la Joyería Alemana, ubicada en San Lorenzo y Córdoba. Allí cosechó “gratos recuerdos de la querida familia Rosse, dueños de aquel comercio”, destacó Liliana.En 1945 abrió su propia joyería al lado de la iglesia Catedral, donde es hoy el Salón Estrada. Y fue el carpintero Gregorio Oleksow, padre de Francisco, quien construyó los estantes y vitrinas de aquella primera joyería propia, frente a la plaza principal, cuando ya estaba la confitería “La Palma”.“En 1962, con mucho sacrificio, compró la esquina de Bolívar y Colón y allí sí ve plasmado su gran proyecto, que construyó con su esposa Alejandrina Horianski, hija de inmigrantes ucranianos”, contó Liliana.Asegura que “fueron muchos años de trabajo hasta 1985, de épocas difíciles, pero siempre adelante con sus sueños, su utopía de ‘hacer La América’… Nunca volvió a su patria. Cuando pudo hacerlo, no quiso y hace pocos años, cuando ya era difícil movilizarlo para semejante aventura, sí quería volver, pero no pudo cumplir ese sueño”.“¿Qué Polonia habría encontrado?”, se pregunta su hija y se responde: “no la de su infancia; ésa quedó en su corazón y es donde seguramente está hoy, tocando su violín, que allí quedó, patinando en los lagos helados, viajando en trenes de aldea en aldea para trabajar; mientras sus restos descansan hoy en nuestra querida provincia, en esta, su tierra adoptiva”. Y agregó: “Un país, Argentina, que le dio todo. Que le posibilitó un futuro, pero que él nunca llegó a comprender del todo porque siempre decía que nuestro problema como argentinos es que no somos patriotas, y seguramente tenía razón”.Pero Francisco dejó su impronta al formar parte del grupo de inmigrantes que construyó en Posadas la primera Asociación Polaca en la avenida Mitre y más tarde, la sede en la avenida Cabred y Estado de Israel.“Fue joyero, relojero, inventor. Un inmigrante, un colono polaco más de tantos que han hecho nuestra provincia con trabajo y convicción. Un ejemplo a seguir, un recuerdo vivo por siempre para sus hijos, nietos y bisnietos”, cerró Liliana.
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