Sobre todo, muchos se preguntan si la gente relaciona los padecimientos de hoy con el dispendio y el desvío de fondos públicos de ayer.Tres episodios de un mismo día, con sus respectivos dichos, se entrelazaron para poner en hilera sucesos en los que la corrupción ha sido el lei motiv y en los cuáles la Iglesia y Mauricio Macri no han planteado con sus declaraciones cosas diferentes, pese a que algunas señales puedan marcar divergencias, sobre todo cuando se habla de las que manda el papa Francisco. En este sentido, Margarita Barrientos recordó por televisión que el Pontífice no la quiso recibir en 2013, mientras las redes sociales estallaron de furia ante la posibilidad de que, a fin de mes, se reúna con Hebe de Bonafini. Más allá de sus blasfemias contra la Iglesia y contra Jorge Bergoglio en particular, Bonafini lleva en su mochila la oscuridad de Sueños Compartidos, un Programa de viviendas armado impunemente con dinero de los impuestos que se fueron por esa canaleta. Es bueno recordarlo, porque también habló el presidente Macri, quien, ante las asignaciones de obras a ciertos amigos por parte del gobierno anterior y al eventual desvío de fondos hacia quienes digitaron las licitaciones o no controlaron su ejecución, todos temas hoy en la Justicia, sostuvo que “las obras (públicas) no tienen que ser sinónimo de corrupción, sino de felicidad y solución”.La coincidencia mayor vino por el lado de los obispos, quienes relacionaron directamente, sin pelos en la lengua, la plata de la corrupción con la pobreza. El vicepresidente primero del Episcopado, el cardenal Mario Poli, advirtió que “cuando alguien se queda con un vuelto, eso significa que el pobre sufre. La corrupción se opone a los pobres”, graficó.En la grieta que es evidente dentro de las redes sociales, muchos estallaron por la supuesta selectividad del Papa al preferir a Bonafini sobre Barrientos, lo que atribuyeron al corazoncito político del “populista” Francisco. Entre ese grupo de gente, la entrega y el testimonio de la cocinera de Los Piletones, muy cercana a Macri desde hace años, fue comparada a favor con los hechos y los dichos históricos de Bonafini, defensora a ultranza de Cristina Fernández.No se reparó en que el Papa debe ser ejemplo de misericordia y que tiene que estar dispuesto a recibir a cualquiera, aún a sus enemigos más acérrimos. Un sacerdote nunca renuncia a encarrilar a las ovejas y, quizás, frente a él, Bonafini logre cambiar todo el odio que le dispensó otrora, por un modo de encarar sus pensamientos hacia el arrepentimiento y la enmienda. Esta visita no parece tener que ver con que el Santo Padre no avale que se investigue la corrupción en la Argentina porque, supuestamente, involucra a un gobierno de su palo político.Para otros muchos, la porteñísima frase de Poli sobre “quedarse con un vuelto”, no es nada más ni nada menos que un Francisco auténtico.Hugo E. GrimaldiDiarios y Noticias (DyN)
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