Simplemente al ponerse en el lugar de esta abuela de cuatro nietos, cuya hija, Lidia Rodriguez, murió en un accidente de tránsito donde el otro vehículo involucrado iba conducido por un irresponsable alcoholizado en valores superiores a los establecidos por la Ley Nacional de Tránsito que terminó impactando contra el remís parado en un semáforo donde viajaba Lidia.Una abuela que le pregunta al juez de la causa lo que el común de los misioneros esperamos que aun responda el magistrado Fernando Verón: ¿cómo puede estar libre alguien que protagonizó semejante tragedia que terminó destrozando a dos familias por pagar 500 mil pesos como si ese monto pudiese reparar todo lo provocado?En el caso de Francisca, de enorme templanza y fortaleza a pesar de haber perdido lo más preciado que le dio la vida; le tocó tomar y aceptar otra decisión sumamente difícil: quedarse sólo con uno de los nietos porque su situación económica no le permite mantener los estudios, la comida y demás gastos que demandan los cuatro pequeños juntos.Porque de la familia de Martinez, que apenas estuvo detenido 17 días, nadie se acercó siquiera para conocer las secuelas de su irresponsabilidad.Este desgarrador testimonio vuelve a poner sobre el debate cómo puede ser que nuestras leyes, nuestros jueces, nuestra institución Justicia permitan que quien salió a manejar alcoholizado, que chocó violentamente un auto estacionado en un semáforo donde perdieron la vida dos personas con hijos que dependían de ellos, pueda estar libre como si nada hubiera pasado y pudiendo volver a manejar, con el antecedente trágico tan vigente.Y los familiares de las víctimas tener que estar penando no sólo de dolor por los que no están, sino por ni siquiera poder mantener a quienes quedaron desamparados. La injusticia se apodera de nuestras vidas sumando ahora a otras cuatro víctimas de insensibles para quienes la vida parece no tener valor.
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