Pantaleón Santos Vega tiene sesenta años y, más allá de la precariedad de su situación, buscaba con calma el paso de los días en el barrio Paz de Montecarlo. Pero hace dos meses comenzó a percibir un adormecimiento en la pierna izquierda y, poco después, una inflamación que derivó en un “desgarro” en la piel y por el que concurrió al hospital, donde aseguró que no le pudieron dar solución a su problema. Por eso desde hace unos veinte días apacigua el dolor con algunos calmantes mientras cubre la herida con un paño que unta con manteca.La miseria recibe a quien llega a la precaria vivienda de “Panta”, quien comentó que acudió varias veces al hospital, ubicado a escasos metros, en busca de una ayuda que no recibió y añadió que su tormento empezó hace dos meses, aproximadamente.Según contó a PRIMERA EDICIÓN, “estaba preparando comida para mis perros cuando empecé a sentir un adormecimiento en el pie izquierdo y, al rato, se empezó a hinchar. Fui al hospital, me atendió un médico que dijo que no sabía lo que tenía, que vaya al Samic. Allá me dejaron internado sin acompañante por 24 horas, no me hicieron ningún estudio, me mandaron a mi casa y me dijeron que vuelva en una semana”, contó.“Panta” regresó transcurrido ese tiempo, pero “como no había cama disponible me tuve que quedar en el albergue con mi señora, tuvimos que limpiar los baños y pagar para comer”. Pero no permitieron que ella permanezca allí, así que la pareja aguardó en el pasillo del hospital hasta la mañana, según detalló.El diagnóstico concluyó que el hombre padece un problema de circulación debido al consumo de tabaco y que debía viajar a Posadas a hacerse atender. Al día siguiente, en compañía de su mujer, subió a una ambulancia rumbo a la ciudad capital junto a otros pacientes y una enfermera.En el nosocomio central le realizaron una cirugía a la altura de la pelvis para mejorar la circulación en la pierna y lo mandaron a su casa con instrucciones, un lista de medicamentos por comprar y un turno para sacarse los puntos.“De Posadas volví peor de lo que estaba, me dieron el alta y mi pierna estaba peor. Tuve que volver en colectivo, con la caminata se me empezó a abrir la carne y el dolor desde ese día es insoportable. Hasta ahora no fui a sacarme los puntos, no fui más al hospital porque esa gente no tiene ganas de atender, no entiendo porqué el Ministerio gasta tanta plata contratando médicos que no tienen ganas de trabajar. Si yo estoy vivo es gracias a Dios y a la Virgen, porque los médicos en lugar de ayudarme me hicieron un mal peor. Es como si de ellos dependiera quién vive y quién muere”, expresó.Vega se lamentó porque “los medicamentos son muy costosos” y no puede acceder a ellos ya que no puede continuar con las changas que hacía habitualmente.La familia, compuesta por él, su esposa y una hija de quince años, no cuenta con otro ingreso económico, es por eso que agradeció a la comisión del barrio y la iglesia, que realizan distintas actividades a fin de recaudar fondos para su causa. Mientras tanto, en el hospital le dicen que debe ir al Samic, desde donde lo derivan a Posadas, pero él está postrado en una cama y no se puede levantar. “Ya no siento la pierna, solamente en la punta de los dedos, como si me clavaran agujas todo el tiempo, esto te quita las ganas de vivir, te hace perder la cabeza”, se sinceró. Aunque sólo tiene palabras de agradecimiento para con las personas del barrio que lo ayudan, mencionó que “si pudiera pedir algo, me gustaría una frazada y un colchón, porque acá a la noche hace mucho frío” y señaló las rendijas entre tabla y tabla de su pequeña vivienda. En cuanto a su salud, luego de la decepción con la salud pública, “Panta” confió en la creencia popular. Fue a una curandera que le aseguró que lo que tiene “es una obra de maldad” y que con “oraciones y vencimientos” va a mejorar. Mientras tanto debe mantener la herida cubierta con un trapo con manteca y pólvora, y hacerse lavados con “hierba santa”.“Es una saladura lo que me hicieron, pero necesito conseguir un sapo, porque esto se cura pasando un sapo vivo por la herida. El problema es que ahora no se consigue ningún sapo, pero confío en que con la ayuda de esta ‘médica’ voy a mejorar”, dijo.“La vida del pobre es así, es sufrida”, se lamentó el hombre mientras con tristeza observaba a su hija adolescente que dejó la escuela en cuarto grado y por la que no percibe la Asignación Universal ni ninguna asistencia del Estado.
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