Esta semana, las manifestaciones de los productores tabacaleros en la zona de San Vicente y alrededores, volvió a mostrar la tardía reacción del Ministerio del Agro de la provincia, a fin de superar el conflicto mediante el diálogo, un acuerdo y la pacificación del sector, tras varios días de corte de ruta que terminaron provocando la irritación de quienes transitan por el lugar para trabajar, vacacionar o porque viven en cercanías.Si bien no es la provincia la que maneja los dineros del Fondo Especial del Tabaco (FET), en el Ministerio del Agro de Misiones sabían del malestar por las demoras, porque de hecho ya se habían expresado los gremios de plantadores no sólo por sus afiliados sino porque no llegan ni siquiera los recursos para sostener la asistencia sanitaria del sector en la tierra colorada.No es la primera vez que la renovación no reacciona ante un conflicto que es vox populi. Aun sigue fresca la revuelta policial cuando el clossista Jorge Franco era ministro de Gobierno. Todos los medios, en la misma fuerza de seguridad y hasta sus familiares anticipaban que -de no intervenir el poder político para lograr una mejora salarial- habría una manifestación sin precedentes. Franco miró a un costado, estuvo muy mal asesorado por las entonces autoridades de la Policía y pasó lo que tanto se promocionó: una protesta policial histórica.En el sector agrario, tampoco es novedad no escuchar que las cosas andan mal. Con los costos políticos que significa. Vale recordar el caso del ministro Néstor Ortega, un funcionario del riñón de Maurice Closs que terminó con un pedido de renuncia de cuanto sector productivo hay en Misiones. Un poco por su forma de manejar el Ministerio y otra por los funcionarios que lo acompañaban detrás de un escritorio, alejados de los reales problemas del agro.Hoy, José Luis Garay, demostró no haber aprendido de los errores anteriores. Un ejemplo de ello, fue haber enviado a un secretario para acordar el levantamiento de la protesta mediante la firma de acta que, como si algo faltara, fue rechazada por no contener los acuerdos y compromisos que de palabra habían pactado manifestantes y funcionarios.Cuando los ánimos se caldearon, los cortes no se levantaron a pesar de las gacetillas del ministerio que aseguraban el fin de la protesta y que varios medios publicaron; entonces Garay se dio cuenta que sólo con su presencia y su firma los productores en conflicto iban a tener la seguridad de un cumplimiento efectivo del acta.¿Cuánto tiempo se pudo ahorrar y cuántos disgustos menos para los terceros en el conflicto que se vieron perjudicados por los cortes de ruta si el ministro Garay encabezaba la negociación personalmente en una zona que no le resulta desconocida?
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