La eliminación de las retenciones agrícolas, el quiebre definitivo del cepo cambiario y la culminación del vergonzoso del default cambiaron el clima en el país. Hay que reconocerlo.Sin embargo, las tres medidas que completó el presidente Mauricio Macri al inicio de su gestión no parecen suficientes a la luz del actual ciclo inflacionario combinado con una marcada caída de la actividad económica que coloca a la Argentina en una estanflación de difícil resolución.El sábado pasado en la tradicional expo de La Rural, el Presidente -que viene desgastando su imagen positiva a un ritmo desesperante-, intentó mullirse de aplausos y mimos provenientes de un sector que, quince años después, se congratuló con la presencia de un primer mandatario.Como viene sucediendo en cada una de sus presentaciones, Macri argumentó que las difíciles decisiones que viene tomando en materia económica y social son para evitar males mayores, producto de las varias “bombas” que heredó de la gestión anterior.El Presidente tenía el sábado la oportunidad de cambiar su proyección discursiva y hablar de medidas concretas a problemas urgentes como lo son la lechería, el precio de la yerba, la olivicultura y el algodón (por nombrar algunos). Sin embargo se decantó por lo mismo que viene haciendo de un tiempo a esta parte. Habló el Presidente de pasar de ser “el granero del mundo al supermercado del mundo”, una síntesis de deseos que se vienen verbalizando desde hace décadas, idealizaciones de un país promisorio y pujante, una eterna promesa sinsentido a la luz de los problemas propios de países subdesarrollados como los que padece Argentina.La actual administración, que ya no es flamante, necesita urgentemente cambiar el proceso de “prueba y error” en energía positiva que se derrame en el sistema económico y en el humor social. De otra forma todo quedará en meras justificaciones de medidas cada vez más duras para desactivar bombas que ya no se sabe si van a estallar o ya estallaron.
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