Próximamente celebraremos la fiesta de San Cayetano, a quien recordamos como el “Patrono del pan y el trabajo”. Dos realidades esenciales, pero insuficientes en la vida humana. La vida y testimonio de San Cayetano siempre ha sido una inspiración para los cristianos al instalar el valor y la dignidad del trabajo, como también la solidaridad en el compartir para que no falte el pan digno en ninguna mesa. En el marco de la fiesta de San Cayetano quisiera que reflexionemos sobre estas dos realidades esenciales de nuestra vida: pan y trabajo.Por eso considero oportuno preocuparnos por revisar sobre el valor que damos al trabajo en nuestra vida personal y en nuestra sociedad. A veces cuando visito algunas oficinas del medio, la verdad que se puede constatar la enorme cantidad de recursos y capacidades que desperdiciamos, ya que se observa gran número de personas que malgastan el tiempo y esperan que se termine la jornada laboral, a costa de quienes aportamos con gran esfuerzo los impuestos para el bienestar de toda la sociedad. El trabajo en muchos casos ha dejado de ser el resultado del esfuerzo y aptitud, sino se trata de las influencias… San Cayetano le escribía a un amigo: “Me siento sano del cuerpo, pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse”. Éste era el más grande anhelo de su vida: que la gente adoptara una vida más acorde con el Santo Evangelio. Ojalá que como Nación rica por todo lo que Dios nos regaló, vivamos esta profunda conversión hasta conformar una sociedad capaz de esforzarse en su entrega y generosidad para alcanzar el bien común.Si contemplamos la realidad de nuestro trabajo, muchas veces esperamos que alguien nos genere trabajo: el Estado, las empresas, etc. El ejemplo de San Cayetano nos llama a un gran protagonismo para ser creativos y fuente de inspiración a la vida desde nuestro esfuerzo y trabajo. Esto nos exige una renovación interior y una mirada llena de amor generoso hacia la vida. En Nápoles un señor rico quiso regalar al Santo unas fincas para que viviera de rentas, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no era tan generosa como en otras ciudades. El santo rechazó la oferta diciéndole: “Dios es el mismo aquí y en todas partes, y Él nunca nos ha desamparado, ni siquiera por un minuto”.De allí que San Cayetano es un gran ejemplo de confianza plena en la Divina Providencia. En su vida personal demostró que la confianza en Dios era el camino para superar todas las adversidades y carencia de la vida. Más de una vez cuando faltaba alimentos para los pobres, San Cayetano iba al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le solía decir a Jesús con toda confianza: “Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer”. Al rato la providencia hacia posible que personas de corazón generosa enviaran provisiones para la comunidad. San Cayetano es ejemplo de una vivencia plena del amor de Dios en la vida personal. El amor a Dios lo vivía profundamente en la adoración al Santísimo y en la oración personal y compartía con sus hermanos más necesitados alimentando a los pobres, atendiendo a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes.Que el ejemplo de vida de San Cayetano sea nuestra fuerza en estos tiempos de crisis y que él interceda para que haya pan en cada mesa de nuestros hogares y seamos bendecidos con un trabajo digno. Pero por encima de todo, nos ayude a poner nuestra confianza en un Dios providente que nos sostenga y convierta en personas llenas de amor y misericordia.
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