Una de las maravillas de los medios de comunicación es que nos permiten que el mundo hoy esté unido a miles de personas que permanecen en Río de Janeiro, participando de los Juegos Olímpicos. Esto sin duda, es un acontecimiento que marca la comunión entre los países, naciones y culturas. Y todo esto se puntualiza en el lema donde se propone, que es posible construir “un mundo nuevo”, capaz de apostar al ser humano por encima de las diferencias religiosas, culturales y de nacionalidad, que nos permita compartir como hermanos. Nos enseña el valor de una búsqueda permanente de comunión, armonía y paz, superando las diferencias que nos alejan a unos de los otros. En medio de la gran ola de violencias, pobreza y el flagelo de las migraciones a causa de las guerras y el terrorismo, la llama olímpica es una nueva luz de la esperanza en nuestra comunión. Que estos espacios de encuentros deportivos nos ayuden a construir una mayor amistad entre las naciones para superar tantos problemas comunes que sufre la humanidad y donde muchas veces nos sentimos solos y olvidados en la pobreza y la marginación. Ojalá que estos acontecimientos, que observamos desde nuestras pantallas, no solamente sean para que admiremos un par de atletas y deportistas que surgen como los mejores del mundo, sino que nos movilicen a realizar un gran esfuerzo para poder lograr los objetivos y metas en la vida. Porque todo éxito en la vida requiere de esfuerzo y autodisciplina, hábitos que tanto necesitan nuestros niños y jóvenes, en un mundo actual competitivo, pero que a la vez no le ofrece medios que ejerciten estos hábitos fundamentales, sino que le propone “tener” antes que “ser”.Como nos recuerda una de las metas de los juegos olímpicos es un llamado a lograr la “excelencia”, que significa dar lo mejor de sí mismo, y esto lo debemos trasladar a todos los ámbitos de la vida. No se trata sólo de ganar, sino de participar, progresar en los objetivos personales, esforzarse por dar lo mejor de uno mismo en la vida diaria y beneficiarse de la saludable combinación de un cuerpo, una mente y una voluntad fuertes. También nos recuerda de la necesidad de tomar conciencia del poder transformador que tiene cada ser humano, superándose cada día más.Que esta nueva edición de los Juegos Olímpicos sea una inspiración para construir un mundo nuevo, con iniciativas transformadoras, donde los protagonistas van cambiando, pero se mantiene vivo el objetivo y el afán de seguir creciendo y fortaleciéndose para que juntos tengamos una sociedad que sea capaz de generar el cambio que necesita el mundo actual. Es una oportunidad para estar abiertos a las novedades, desde el respeto hacia al otro, a lo diferente, alternativo. Es una coyuntura para seguir celebrando las novedades de la vida.Como nos recuerda nuestro Santo Padre Francisco, “en un mundo que tiene sed de paz, tolerancia y reconciliación, deseo que el espíritu de los Juegos Olímpicos pueda inspirar a todos, participantes y espectadores, en combatir “la buena batalla” y terminar juntos la carrera (cfr 2 TM, 4, 7-8), deseando conseguir como premio, no una medalla, sino algo mucho más precioso: la realización de una civilización en la que reine la solidaridad, fundada en el reconocimiento de que todos somos miembros de una única familia humana, independientemente de las diferencias de cultura, color de piel o religión”.Que esta nueva edición de los Juegos Olímpicos sea una inspiración para adoptar actitudes diferentes: basta tener voluntad de cambio. Porque la vida es movimiento, pasión, transformación. Juntos, podemos transformar el mundo. Y esta victoria será de todos, pero en la medida que el compromiso sea también de todos.
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