Las señales de un reacomodamiento de la economía con perspectivas de que el año próximo se vea un retorno al crecimiento parecen, por ahora, sólo visibles para algunos funcionarios nacionales, en tanto el ciudadano común resiste un encarecimiento del costo de vida que no cede y se combina con ingresos que no superan a la inflación.En este contexto, en el que hay que contabilizar los efectos de una ola de despidos que, a nivel país, habría arrasado con 140.000 salarios formales en sólo 8 meses, según estimó recientemente el diputado y exfuncionario nacional del área de seguridad social, Daniel Arroyo, resulta inocultable que en el balance de lo actuado en lo que va del año, la pérdida de empleos es el dato más alarmante. Entre los sectores más golpeados, por otra parte, se encuentran las Pyme, tanto industriales como comerciales, las cuales resultan afectadas, paradójicamente, por acción y omisión. En el caso de la acción, hay que contar medidas concretas que se toman, progresivamente, para liberalizar el sector externo, dejando entrar productos extranjeros “más competitivos”, como es el caso de la carne de cerdo de Dinamarca, que tiene en jaque al sector de la producción porcina. La Pyme soportan, además, el impacto de la constante caída del consumo que genera la pérdida del poder adquisitivo de las familias. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came), anunció ayer que en agosto las ventas de los comercios minoristas cayeron 7,4% anual, a pesar de las estrategias de “emergencia” para impulsar el consumo con ofertas y cuotas. En los primeros ocho meses de este año, en comparación con el mismo período de 2015, las ventas minoristas cayeron un 6,7%; porcentaje sin duda preocupante, al expresar una tendencia sostenida que, de no ser corregida con urgencia, no sólo no generará el crecimiento que esperan algunos estrategas de las políticas de gobierno, sino que profundizará al extremo lo que se ve como una creciente fractura social.
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