El oficio de soldador es una actividad de hombres, eso dicen. Al menos hasta ahora. A fines de abril mi hermana, Liliana Sisterna Breska necesitaba colocar rejas en la casa y buscó herreros. “Fui a tres y todos me dijeron que tenían mucho trabajo, debía esperar”, cuenta la Licenciada en Trabajo Social. Pero como el tiempo es oro decidió aprender: buscó un curso introductorio en el sitio Web YouTube y conoció los pasos fundamentales. Días más tarde compró una máquina soldadora, la máscara fotosensible, guantes de cuero, mechas de electrodos y se animó. En el patio realizó las primeras pruebas, simples. Tomando los recaudos que también aprendió por Internet.Pero ¿por qué? “lastimosamente me decidí después de una mala experiencia”, resume Liliana, mientras muestra las rejas que colocó en la puerta de entrada. Y agrega “a mediados de abril mi familia tuvo la mala suerte de ser víctima de un asalto en nuestra casa. Un ladrón ingresó por el balcón tras forzar el ventanal. Una vez adentro, buscó la llave y les abrió la puerta a otros cuatro. Fue terrible, robaron todo lo que pudieron. Nosotros dormíamos pero cuando escuchamos el ruido bajamos a ver qué ocurría. Los ladrones huyeron a los tiros”. Con la práctica realizó verdaderos trabajos, delicados y prolijos. Y principalmente, cumplió con su objetivo “asegurar nuestro hogar”.Por Susana Sisterna [email protected]
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