Si es cierto que el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos, como alguna vez postuló el escritor y analista ruso Fiodor Dostoyevski, la situación de la?Argentina no es, quizás, propia del país que todos queremos ser. “Si es por las cárceles, la verdad es que la sociedad argentina está mal”, confirma Enrique Font, palabra autorizada si las hay en la cuestión.El vicepresidente del Subcomité para la Prevención de la Tortura de Naciones Unidas estuvo ayer en Posadas, donde brindó una conferencia sobre el rol de las instituciones en el abordaje de la problemática y, en un breve parate, intercambió ideas del tema con PRIMERA?EDICIÓN.El funcionario fue invitado por la Comisión Provincial de Prevención de la Tortura, creada recientemente, que tiene como objetivo garantizar los derechos de los internos en los lugares de encierro de Misiones. Font es un especialista del tema: recorrió América Latina y otros países en pos de asegurar que los estados no cometan delitos en contra de presos y procesados.Doctor, si las sociedades pueden evaluarse según sus cárceles ¿qué análisis hace de la sociedad argentina?Bien, si vemos las cárceles, la verdad de la sociedad argentina es que está mal. Es muy difícil generalizar, porque tenemos los dos extremos, una provincia como Tierra del Fuego, que tiene apenas 150 presos y del otro lado Buenos Aires, con 35 mil y en pleno crecimiento. Es difícil generalizar porque no hay una cárcel igual a otra, cada una tiene sus poblaciones, con internos por cierto tipo de delitos. En Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba hay una complejidad que no se ve en otros lados, como por ejemplo la participación policial en el delito o la organización de bandas, cuestiones que después repercuten dentro de los penales. Es una situación compleja.?Hay cárceles de todo tipo, pero una cárcel complicada con una conducción política que decide modificarla no es lo mismo que una cárcel complicada con una conducción que mira hacia otro lado.¿Qué sucede cuando el Estado falla? ¿Qué sanción puede tener?Mirá, un ejemplo es la condena que recibió el Estado?argentino hace muy poco tiempo por parte del Comité por Desaparición Forzada de la ONU. Se trata del caso Irusta, un preso que estaba en Córdoba y que entró en conflicto con el Servicio Penitenciario porque quería ser trasladado a Santiago del Estero. El Servicio Penitenciario de Córdoba lo trasladó a la cárcel de Coronda, en Santa Fe, sin informar a sus familiares y, de hecho, ocultó el traslado. Cuando Irusta se dio cuenta que estaba en Coronda, inició una protesta. Y al poco tiempo aparece colgado o “suicidado” en su celda.Es, como ya lo dijo, una realidad crítica detrás de los muros…Cosas como estas marcan una realidad crítica, es cierto, pero también hay indicadores de que tenemos condiciones para modificarla. Por ejemplo, desde que la Procuración Penitenciaria tiene un equipo consolidado, se están consiguiendo sentencias por casos de torturas y malos tratos en las cárceles. Asimismo, comisiones como la de Misiones permiten abordar la problemática de manera concreta.¿Cuál es la situación de los lugares de encierro en Misiones?Mirá, la única cárcel que pude visitar fue la Unidad Penal IV de Miguel Lanús, el lunes junto a la gente de la Comisión. La verdad es que no me animo a hacer una comparación, pero sí te puedo decir un dato: en Misiones hay cerca de 1.200 presos, una población penal "manejable", si se quiere. Tenés tres mil presos en Santa Fe, unos cinco mil en Córdoba, que son las poblaciones más grandes. Después vienen las medianas, como Chaco y Mendoza. Misiones sería una de las medianas más chicas.En el ideario popular muchas veces se dice que los presos “tienen que pudrirse en la cárcel” ¿Cuál es su opinión?Es una opinión con la voz muy fuerte, repetida por los medios, pero no es necesariamente la opinión mayoritaria de la sociedad argentina. Creo que es un 20 por ciento el que cree esto, que quizás alcanza un 25 por ciento de la opinión pública cuando hay un caso grave.?Sin embargo, cuando se hacen encuestas más profundas, hay un porcentaje amplio que reconoce que se trata de un fenómeno más complejo que se debe abordar desde la educación, el trabajo y la salud.La acción punitiva no resuelve todo…Es decir, el castigo es un gran ordenador simbólico, tiene un valor, pero sabemos que no resuelve el problema. Nuestro problema en la Argentina no es esta opinión, sino la forma en que los partidos políticos y los gobiernos creen lo que la gente cree, porque así terminan reforzando lo peor de estas opiniones. Entonces cuando un político hace política creyendo que la opinión predominante es “a los presos hay que matarlos a todos”, genera y refuerza ese modelo. Lo complicado es cuando los actores políticos asumen eso, la famosa “demagogia punitiva”, y ahí si la cosa se complica, porque esa retórica se materializa en las prácticas de la Policía y de los servicios penitenciarios.Al respecto, muchas veces un sector clama por la pena de muerte…Sí, pero primero que nada, la pena de muerte es ilegal, inaceptable y viola todas las convenciones de derechos humanos. Yo tengo una visión jurídica, filosófica y ética en contra de la pena de muerte. Sin embargo, además de eso, la pena de muerte no ha tenido ningún resultado efectivo y es costosísima. Sé que al que cree esto no lo voy a convencer, pero la realidad es que está probado que no produjo ningún impacto en materia de seguridad.¿Es una utopía lo que proponen este tipo de comisiones?No, pero sí es un objetivo en el mundo que no se ha cumplido. Y es también una obligación, erradicar totalmente la tortura y el maltrato. Por eso casi todos los estados crearon protocolos y los firmaron, es un reconocimiento de que es un tema complejo y no se resolverá fácilmente. ¿Qué implica esto en términos de optimismo? Que existe un avance institucional que reconoce este fenómeno, porque no debe suceder que el Estado, que debe proteger, cometa ese tipo de delitos. Argentina ha dado un salto cualitativo al respecto y Misiones más aún, pero ahora hay que darle tiempo y acompañamiento. ¿Se va a resolver el problema totalmente? Probablemente no, pero sin lugar a dudas que va a reducir la gravedad. Esto es optimismo con una pizca de escepticismo, que tiene que ser el motor para hacer las cosas.
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