La Corte Suprema de Justicia de la Nación desestimó una queja presentada por Román Manubens Calvet sobre falsedad ideológica y, según Antonio Manuel Manubens Calvet, quien desde hace más de 30 años lucha por su identidad y por la herencia que le dejó su padre, el estanciero cordobés Juan Feliciano Manubens Calvet, “arrastra con todos los inventos que hicieron sobre mi persona, sepultando las mentiras e injusticias”.Indicó que “es una inmensa satisfacción, es como si hubiera nacido de nuevo gracias a este fallo ejemplar de la Corte, que declara inadmisible y que rechazó la queja de uno de los sobrinos de Juan Feliciano, que era lo último que quedaba de tantos inventos y barbaridades”.Recordó que le habían hecho retener el DNI, injustamente, durante doce años. De esta manera “no podía votar, no podía sacar un préstamo, era un chimbo, un indocumentado en tiempos de democracia. Y me dio satisfacción que la Corte haya cerrado y terminado esa tortura. A veces pensaba si Dios me daría vida para vencer esta adversidad o debía dejar este fenomenal problema sobre las espaldas de mis hijos y nietos. Me preguntaba ¿por qué me tienen así?, ¿por qué me tratan así?, y al enterarme de este fallo del 27 de diciembre, fue un regalo de fin de año. No hubo necesidad de jugar a la lotería”, indicó quien fue invitado a exponer su caso ante la Cámara de Diputados y Senadores de Corrientes cuando reanude sesiones.Agradeció a Dios porque este fallo “es estrictamente justo porque no soy invento de nadie. No me crié en ese mundo de lo que me acusaban, serán ellos así por eso tanto saben sobre cómo hay que delinquir. Soy el hijo, estoy reconocido, y ahora que la Corte hizo este cierre, mi familia, mis amistades y la gente que piensa bien del prójimo, se alegraron mucho. No era capaz de andar fraguando documentos. Mis abogados saben que nunca defendieron a un fabulador o estafador”. Indicó que llegué a esos lugares “porque fui detrás de mis orígenes, de mi lucha incansable. El Superior Tribunal de Justicia de Córdoba fue el primero en reconocer mi partida de nacimiento y mis documentaciones”.Margarita Woodhouse, la mujer que vivió muchos años con el terrateniente manifestó a Manuel Antonio en reiteradas oportunidades, cuando el correntino viajó para cuidarla, que Juan Feliciano Manubens Calvet “no quería a sus sobrinos como herederos de su fortuna” y que a ellos “les dejaba un pico, una pala y una carretilla, en caso que quisieran tener dinero. Pero los sobrinos esperaron años para que cayera la presa. Ella era la que sabía, porque vivió con él, no los sobrinos a quienes no recibía siquiera en el portón de la casa”. Quienes trabajaron con el acaudalado por más de 40 años “también sabían que con los sobrinos no había relación” y que “siempre hablaba que tenía un hijo”.Alegó que sus parientes “manejaban la fortuna y un juez Civil y Comercial fue pasando los bienes de mano en mano. Lo que yo quería saber sobre mi origen, mi identidad, y después, por añadidura, lo demás. Ahora la Corte puso fin a esto, más allá que algunos decían que no iba a terminar nunca”. El jueves 27 de agosto de 1998 el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba habría ordenado que todos los bienes que forman parte de la herencia de Juan Manubens Calvet sean anotados como litigiosos, decisión que en la práctica representa una inhibición para cualquier transacción comercial. El Tribunal Superior habría dispuesto, además, que la medida se cumpla sin contracautela. Quien escuchó hablar por primera vez de su padre en la emisora correntina LT 7, admitió que “recién parece que empiezo a entender, a tranquilizarme porque en esta causa y con mi identidad se hizo estrictamente justicia. Es por eso que también agradezco a aquellos que fueron honestos, justos y actuaron con toda la imparcialidad y la fuerza de la ley. Nunca decaí por la fe en el Juez Supremo. Decía que si Dios quiere me harán desaparecer pero Dios no quiso, y aquí estoy. Siempre confié en Él. Los jueces quisieron hacer justicia y la hicieron”.Contó que cuando la situación se normalice por completo, “trataré de crear alguna oficina para asistir a aquellas personas de la región que deambulan, sufren injusticias, persecuciones, porque este peregrinar me enseñó mucho. Tenía 32 años cuando me largué de lleno a luchar por mi identidad, hoy estoy a punto de cumplir 64. Lo que aprendí, me apasionó, me dio mucha fuerza”.Una historia documentadaManuel Antonio Manubens Calvet nació en 1953 y salió de la zona de los Esteros del Iberá a los once años, aunque dijo que buscó su identidad desde los ocho, “que es cuando uno empieza a acordarse”. En una entrevista contó a PRIMERA EDICIÓN que su abuela era nacida y criada en los Esteros, y que su mamá trabajaba en las estancias de la zona. Los patrones no querían tener a las empleadas con los hijos porque representaban una molestia por lo que “la casa de mi abuela era como la guardería. Yo era el más chiquito. Ella nos criaba, y los que iban creciendo, salían a buscar su norte y a procurar ser alguien en la vida. Salí para aprender aunque más no sea a leer sabiendo que los patrones le decían a mi mamá que solamente la firma tenía que saber hacer”.Agregó que “escuchaba que mis primos y mis medios hermanos tenían papá y me preguntaba ¿cómo yo no? Cuando pregunté a mi abuela, me hizo arrodillar sobre las raíces de un árbol. Es que para ella era delito, y yo muy chico para cuestionar esas cosas. Cuando cumplí los once, en 1964, mamá decidió traerme al pueblo de Ituzaingó. No hablaba en castellano, solamente en guaraní. No conocía un pueblo, mucho menos Córdoba, no conocía un mapa. Hice silencio hasta que crecí un poco más”.Los docentes de la escuela a la que asistía “me conocieron de chico y supieron mi inquietud. A ellos recurrí cuando me enteré bien dónde estaba mi origen, que no era en Corrientes. Fue así que supe que mi padre venía a visitar a su amigo Luis Francisco Patri Cremonte, que también era un terrateniente de entre 40 y 50 mil hectáreas. Lo hacía en avión y el piloto era Carlos Manuel Barberán, que también declaró en la causa”, dejando en claro cómo nació la relación entre su padre y su mamá, Julia Valenzuela.
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