Nina Borszcz de Cybulka llegó a la Argentina en barco cuando aún era una niña y dejó su Ucrania natal junto a sus padres y hermanos. Todos labraron la tierra en el municipio de Gobernador López entre teales y yerbatales, mientras su padres y hermanos hacían, además, docencia por las chacras de la zona, enseñando cómo plantar las distintas especies, a veces bajo la luz de la luna, para escapar del fuerte sol misionero. Su hermano Jacobo (que vivió hasta los 102 años) tanto como Juan y Alejandro y sus padres: Demetrio y Catalina, recorrían la provincia a caballo llevando a otras colonias la visión de plantar y cosechar la tierra, mientras hacían lo propio en sus nuevas tierras. Entre los teales, Nina ayudó también a su hermano Juan a criar a muchos de sus 21 hijos, porque su primera esposa, Eudosia, falleció cuando varios de los niños eran chiquitos. También colaboró con Anastasia, con quien tuvo otros tantos hijos. Ya casada con su carpintero Wladimiro (con quien formó una hermosa familia y tuvo tres hijos: Daniel, Mirta y Alicia, siete nietos y una bisnieta) su legado se centró en la hospitalidad de su casa de Alem, haciendo también de “Dama Rosa” con sus visitas al Hospital Samic que queda a media cuadra de donde vive, y brindándose tanto a conocidos necesitados que venían de las chacras y muchas veces a otros que no conocía.Sus vecinas incondicionales, Marta Wieler, Rosita Kapman, Ema, Anastasia, Ana, María, Hayde, Custodio, Ema y Amelia y una larga lista de las que aún están, por más de 40 años siguen festejando entre ellas sus cumpleaños con un fuerte lazo de amistad y vecindad. Y como dicen Marta y Rosita: “Nina es una mujer fuera de serie, es única, en ella no existe la maldad, es una mujer puro amor y solidaridad, algo que poco se observa hoy en esta sociedad tan ocupada, algo que no hay que perder y practicar como ella lo hace, espontáneamente”.Todos los que la conocen recuerdan con amor, su especialidad en el arte culinario por lo dulce que caracterizaba a Nina: su pan de miel y la pastafrola que convidaba a todos semana a semana. Y como dice Doris Ryzko (que la recuerda desde USA y podría ser su sobrina postiza tanto como su familia): “Extrañamos las tortas de Nina”, porque ya Nina no cocina. Nina no pudo terminar sus estudios porque el trabajo llamó primero. Pero su amor incondicional engalardona Alem como tantos inmigrantes en Misiones que sienten el orgullo de pertenecer por adopción a nuestra tierra colorada. Hoy soplará sus 90 velitas, y como ella dice cada día: “Gracias a Dios, vivo!”. Pues ella vive con la alegría y el agradecimiento a Dios de contar con familia y amigos que la acompañarán en su añorado festejo: y a esta vida que le ha dado tanto!
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