Caminando. De la misma forma que hace 200 años lo hicieron los soldados de la columna del general Juan Gregorio de Las Heras, el exmilitar posadeño Mario Gallardo recorrió 120 kilómetros de cordillera para conmemorar el Bicentenario del Cruce de los Andes. En marzo de 2016, se inscribió en la Asociación Cultural Sanmartiniana “Cuna de la Bandera”, de Rosario, y logró el cometido junto a otros 150 expedicionarios. Era el único misionero del grupo y a su regreso, se mostró satisfecho por la travesía en la que “trataba de imaginarme un poquito en carne propia lo que sufrieron estos soldados cuando les tocó recorrer ese mismo tramo”. Aseguró que “fue una emoción muy grande estar pisando o pasar la noche en lugares en los que estuvieron los héroes de la Patria. Conocía el tema del paso desde mi época de militar y ahora con la conmemoración de los 200 años era una oportunidad que no quería desaprovechar. No era lo mismo hacerlo el año pasado, o el que viene, que concretarlo en esta fecha. Fuimos por el paso que desandó el general Las Heras, detrás de quien se encolumnaba el grueso del Ejército. Se llama Picheuta. Actualmente es un paisaje compuesto por piedras, montañas y un arroyo. Ahí fue ese primer combate”. A Gallardo le tocó el Paso de Uspallata. Completar los 120 kilómetros de a pie les llevó seis días, recorriendo entre 20 y 30 kilómetros entre cada posta. “Salíamos a las 6 para ganarle al sol que se asomaba a las 9 y comenzaba a quemar. Llegábamos entre las 15 y las 17. Recorrimos los puestos de Picheuta, Polvaredas, Punta de Vacas, desvío Las leñas y el Cristo Redentor, donde terminó el recorrido y se hizo el traspaso al Ejército de Chile. Pasamos frío y temores”, contó. Confió que “cuando estás arriba, no te das mucha cuenta de lo que sucede porque estás concentrado en que tenés que ir alcanzando cada uno de los objetivos para poder terminar. Una vez que estás ahí, ya no hay vuelta atrás. La montaña es la que decide qué se va a hacer ese día porque de repente está despejado y cambia el clima, llueve o cae agua nieve, o aparece el viento frío. Y hay que seguir. Cuando llegamos al Cristo Redentor nos subimos a los vehículos militares que nos trajeron nuevamente hasta el Regimiento. Cuando vas bajando reflexionás sobre la travesía, lo que uno hizo, una epopeya para la época: nosotros fuimos con equipos de supervivencia y tecnología, ellos, a poncho y cuerpo para atravesar las montañas por caminos de 50 centímetros de ancho”.“Es algo para no olvidar. Es para pensar en lo que recorrieron, sentir un poco de lo que sintieron y transmitir el legado sanmartiniano. Cada uno sabe lo que tiene que hacer desde el lugar que le toca, el trabajo, la política. Cada uno hace Patria desde su lugar todos los días”, reflexionó.PreparaciónDespués de anotarse y cumplir los requisitos de aptitud mental y física, Gallardo tuvo un año de entrenamiento para poder estar en las alturas. Lo realizó en varios lugares de Posadas (acceso oeste, escalera cerca del anfiteatro), y los fines de semana hacía caminatas de 20 kilómetros en inmediaciones de Cerro Corá y Bonpland. Si bien no se asemeja a aquel paisaje “tenía abundante pedregullo como para ir amoldando los pies y el calzado. Todo el entrenamiento que hice acá me sirvió, además de los consejos que me dieron compañeros míos que estaban destinados en Mendoza, sobre lo que tenía que tener en cuenta, algunas cosas básicas”, recordó. Los familiares y allegados “me decían que estaba loco, pero como siempre realicé ese tipo de travesías, no tenía problemas más que entrenar y cuidarme en las comidas. No padecí apunamiento. En una ocasión me dolió la cabeza y me dieron de tomar un geniolito. Mi problema eran las ampollas”.
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