“Cuando el hombre ha sido cabal y ha pensado en los demás, la muerte come su cuerpo pero no su recuerdo”, dice Macario en “Hijo de Hombre”, primera novela Augusto Roa Bastos, obra fundamental de la literatura latinoamericana, que el escritor paraguayo parece haber adoptado como premisa, pues su nombre, en el centenario de su nacimiento, se encuentra casi tan vigente como cuando firmaba sus publicaciones, que sus hijos, Mirta y Carlos Roa, se ocupan de retransmitir.Responsabilidad que los convocó a la capital misionera, donde fueron parte de las Jornadas Literarias convocadas por Sociedad Argentina de Escritores filial Misiones (Sadem) por el Centenario del nacimiento del autor, marco en el que recibieron por parte del Concejo Deliberante local la declaración de Huéspedes de Honor, y se dieron un momento para una charla distendida con PRIMERA EDICIÓN.“Nuestra misión actual es llevar a conocimiento del público el conjunto de la obra de Roa, sobre todo destacar su filosofía, su sentido ético, político, de justicia social, de respeto”, dijo su hija, Mirta Roa, legado que le pertenece tanto a Paraguay como a Argentina, país que sienten como propio y en el que encontraron un importante apoyo, tanto de la Biblioteca Nacional como de otras entidades. Para sostener esta memoria y con el acompañamiento de amigos del escritor y personalidades de la cultura de la nación vecina, “porque luego de cien años la gente tiende a olvidar; pedimos al Congreso que se hiciera una ley, porque sin ella las currículas no son modificadas, que nos permitiría que el Ministerio de Educación trabaje con los estudiantes, que es a quienes queremos llegar realmente; que se firmó en diciembre del año pasado pero por razones políticas el presidente vetó el Presupuesto de 2017 y eso significa que tenemos que usar el presupuesto de 2016”, explicó la heredera. Sin embargo igualmente se formó una comisión que de forma muy creativa logró llevar a cabo varias actividades, con un importante efecto multiplicador incluso en el exterior. Además, la Secretaría Nacional de Cultura implementó “Las maletas de Roa”, exhibición itinerante que contiene láminas que reflejan gráficamente y por escrito la biografía completa del Premio cervantes 1989.Alguna vez Roa escribió “‘el hombre es como un río, mal río el que va a parar a un estero’, queremos que no muera en un estero, que siga siendo vigente, que no muera el recuerdo, creemos, no porque sea nuestro padre, que es un legado de la humanidad que merece que la gente conozca, sobre todo porque los problemas que denuncia en su obra están vigentes todavía”, subrayó su hija y destacó que se ocupó de las situaciones que enfrentaron los obrajes madereros, los mensúes, los cañeros; también de la destrucción de la naturaleza, el respeto a las diferencias y a la mujer, “admirada por Roa por ser la gran reconstructora de su país, que todavía no ha logrado tener un lugar de respeto en la sociedad, si bien se ha avanzado, todavía falta”, destacó.Herencia Mirta Roa afirmó que uno de los principales valores que adoptaron de su padre es el respeto. Fue “nuestro alimento de toda la vida, a él lo respetábamos muchísimo, no es una persona que no haya tenido defectos, al contrario, tenía muchos y nosotros podíamos reprocharle muchas cosas, no obstante tenemos gran respeto por él y por su conducta y si bien no satisfizo de repente todas nuestras expectativas, comprendimos muy después que solamente así podría haber hecho la obra que hizo, entonces pasamos páginas, como en todos los aspectos de la vida”.Y recordó a su padre como “una persona austera, sencilla, que no se agrandó por el éxito, que no vivió ese éxito de una forma ostentosa, siempre se mantuvo en una misma tónica en su vida y creemos que hemos sido así”.“Vivimos su vida desde el principio, cuando no era famoso, cuando empezaba a editar y a ser conocido, tuvo sus grandes triunfos en Buenos Aires, con varios premios, ahí empezaron sus éxitos, su reconocimiento, publicaba en el cultural de los periódicos, y eso exigía mucho de él porque tenía un trabajo de tiempo completo para sostener la familia y el resto lo tenía que dedicar a leer y escribir, no hay escritor que pueda escribir sin leer, no existe, la medida de tu literatura depende de la medida de tu lectura, el universo de tu vocabulario y él tenía un vocabulario extensísimo, como no le bastaban las palabras que sabía inventaba algunas y jugaba mucho con ellas”, memoró. “Pero nunca nos empujó hacia la literatura, al contrario, decía que para él había sido un trabajo doloroso, porque exige mucha dedicación y soledad; era una persona muy exigente con él mismo y le costaba mucho decir que un trabajo estaba listo, siempre estaba corrigiendo, perfeccionando. Por otra parte, su temática era de cosas dolorosas, no escribía para divertirse, sino para denunciar, entonces escarbaba en todas esas cosas tristes de la vida y creo que por eso también era dolorosa su escritura”, reconoció.“Tuvo una vida desde chico de gran exigencia para sí mismo, de gran lucha por el saber, el aprender, escribir. Nosotros tuvimos una etapa en la que tuvimos que luchar mucho en la parte económica, éramos una familia humilde realmente, primero era el sacrificio de mi madre, que me parecía injusto con ella, entonces trabajamos desde muy chicos y nunca nos permitimos ese tipo de estudio profundo ni dedicarnos a una cosa, a lo mejor justamente por verlo a él, como la literatura nos quitaba un padre, estuve enojada con ella mucho tiempo, me relacioné de nuevo después de mucho tiempo, de mucho aprender”, admitió.Aunque Mirta no pudo alejarse mucho de los libros, de hecho se dedica a ellos, al diseño gráfico de los mismos, para lo que se entrevista con los escritores, vive sus emociones y los entiende, “porque he oído mucho a mi papá quejarse de los editores, afortunadamente en eso hemos avanzado mucho, los contratos antiguamente eran muy leoninos, todos los derechos prácticamente eran del editor y no del escritor y él protestaba mucho contra esos excesos, aprendí mucho en ese sentido y lo practico”, confió.Un párrafo en un universo de palabrasLa descendiente del escritor consideró imposible elegir un texto en la vasta obra de Roa Bastos, “no me podría quedar con uno, hay frases que recuerdo más que otras, porque son muy particulares, como por ejemplo cuando dice ‘no tengo lugar porque mi lugar se ha llevado mi lugar a otro lugar’; y eso es lo que dice su placa en el cementerio”, e hizo hincapié en que “nos ha pasado a nosotros, hijos del exilio de estar buscando siempre nuestro lugar y vivimos la mitad de la vida en Venezuela, la otra en Buenos Aires y cuando creímos que veníamos a Paraguay, a nuestro lugar, descubrimos que teníamos que conquistarlo también porque no éramos del todo paraguayos”.“También dice ‘siempre hay tiempo para tener más tiempo’, a veces nos quejamos tanto del tiempo, vivimos acelerados, tenemos que aprender a parar”, a&ntil
de;adió; y Carlos sumó “’la luz se está acabando, voy a aprovechar el tiempo para no errar el camino’”.
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