Señora Directora: Los yerros no son de ahora, ya es una mala e ingrata costumbre e incomodan para quienes conocen la verdad histórica de nuestra provincia y por supuesto que nos tienen hastiados. Nunca existieron pueblos, ni reducciones, ni caminos jesuíticos en estas regiones de América desde aquellos tiempos y menos aún en la zona de Itapúa (30 pueblos guaraníes).Nuestros ancestros en su mayoría –no estoy diciendo inmigrantes porque los sacerdotes no lo fueron–, los guaraníes, se agrupaban en reducciones y sin perder tiempo en pueblos. Jesuitas mediante, obviamente en fundaciones con la bendición de Dios, gracias al llamado del gobernador criollo don Hernando Arias de Saavedra.Para corregirnos, únicamente leer la brillante obra del P. Guillermo Furlong S.J., su libro “Misiones y sus pueblos guaraníes”, avalado por una rigurosa bibliografía… y ya no más charlatanerías, escribiendo sobre Misiones con altura y respeto.Es mala intención pretender cambiar nuestra identidad, los misioneros jesuitas llegaron a esta región a pedido de los nativos, precisamente. Así con dulzura y mucho amor los grandes maestros aprendieron el idioma guaraní cautivante y dar a conocer con la enseñanza el mensaje del Señor. Cada misionero jesuita poseía especiales conocimientos de trabajos para la creación de pueblos para los nativos, hechos por ellos mismos y guiados por los jesuitas, para hacer realidad las futuras misiones jesuíticas con el amor apasionado de los guaraníes como autores y propietarios de la Tierra sin Mal.Nuestra provincia necesita ser reivindicada con la activa participación de sus habitantes y de los estudiantes que sueñan con la tierra roja, con esta sentencia: “Nadie es dueño de la verdad, ni patrón de la libertad”.Las reducciones y los primeros pueblos fundados nunca fueron jesuíticos, pero su realidad fue toda una hazaña en esta región convertida en una potencia guaraní y al recordarlos sea con la verdad y el respeto.Ya estamos transitando otro noviembre, mes de mucha significación para los misioneros, que jamás sea algo menor pues ella nos marca el antes y el después de la historia primaveral de nuestra región guaraní y argentina. El 30 de noviembre nació nuestro adalid nacional, el glorioso integrador, general don Andrés Guacurarí y Artigas. Más si este apellido fuese pronunciado con el debido respeto, con desagravio por pertenecer al del ilustrado Padre del Uruguay.Aunque pasen los tiempos y muchos más sin que se enseñe nuestra verdadera historia misionera, nuestra verdad siempre brillará, pese a nuestra comprobada discriminación por este caso, aunque duela a muchos en Misiones, sería la abanderada. La bandera tricolor que nació ya antes de jurar la primera independencia por la Liga y Alianza de los Pueblos Libres, gracias a su protector y padre adoptivo de su brazo derecho, el general Guacurarí, también es el día de la bandera misionera.El 30 de noviembre, fiesta memorable de toda la provincia, es día de gala en todas las casas de altos estudios en que los estudiantes rememoren con recordaciones alusivas nuestro glorioso batallar de argentinos y guaraníes.No más discriminación, que nuestra tricolor, junto a la celeste y blanca, se ice en todos los hogares, instituciones y empresas como en los pechos de los apasionados habitantes de la Tierra Colorada. No tenemos ninguna deuda con ninguna provincia hermana. Nuestro existir es exclusivo de los bravos guaraníes, quienes nos enseñaron el amor a la tierra y cómo defenderla, tal como lo hicieron los miles y miles de nativos hasta perder la propia vida sin que nadie nos iguale.¡Viva Misiones! ¡Viva Argentina! ¡Viva su historia!
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