De un tiempo a esta parte, el puente internacional que une Posadas y Encarnación exhibe una intensidad jamás vista.
¿Cuál es el límite entre el abuso y el correcto ejercicio de la función pública? ¿Quién determina que miles de personas deban soportar penosas e interminables esperas flanqueadas por calores insoportables? ¿Qué organismo se arroga la facultad de tratar a la gente como si fuera ganado? ¿Cuándo notarán que lo que hacen lo hacen mal? ¿Acaso esperan algún tipo de desgracia para admitirlo y cambiar la manera de proceder?
De un tiempo a esta parte, el puente internacional que une Posadas y Encarnación exhibe una intensidad jamás vista. Las razones no son materia de esta columna aunque, de hecho, las asimetrías son harto expuestas por este Diario desde que existen. Es en el trato de las autoridades que controlan el viaducto donde ancla este cuestionamiento.
Para quienes transiten por la zona es común observar que los vehículos que transitan desde y hacia el vecino país permanecen por largo tiempo sin moverse siquiera un centímetro en colas interminables. Impresiona ver la forma en que las autoridades migratorias se toman entre dos y cinco minutos por auto para cargar la entrada o salida. Scanner para el DNI, en tiempos tecnológicos, no existen. Todo a mano y con poca agilidad para el tipeo. Incluso a veces ocurre que una visita internacional de una hora a comer, a dar una vuelta, a comprar algo, concluye en más de cuatro horas o más de espera para volver.
En noviembre de 2016 y ante un panorama similar que se advertía por una cola de vehículos que llegaba hasta la costanera encarnacena, los medios del vecino país lo resumieron de manera inequívoca: Argentinos torturando a argentinos.
No existen razonas válidas para esa agonía. No valen las explicaciones que puedan exponer las autoridades migratorias argentinas y que seguramente radican en el aumento de vehículos y la reducción de personal por las vacaciones. Viene pasando desde hace algunos años y se intensificó en los últimos meses. Sabían que podría ocurrir y nada hicieron para evitarlo.
Mientras ellos ensayan promesas de más casillas y exponen sus tibios argumentos, en el intenso calor de cualquier jornada miles de personas sufren los efectos de la incompetencia que solo espera alguna desgracia para entenderlo y actuar en consecuencia.
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