Al amanecer del martes 11 de enero de 1994, las llamas que se desprendían del edificio comunal, sobre las calles Rivadavia y San Martín, mantuvieron en vilo al vecindario que observaba azorado las dimensiones del incendio que consumió totalmente el lugar. El misterio rodea aún hoy al episodio.
Este jueves se cumplen 24 años del incendio que destruyera completamente el edificio de la Municipalidad de Posadas, del que nunca se llegó a un total esclarecimiento.
Las circunstancias que rodearon el siniestro nunca fueron esclarecidas y, aunque fueron detenidas varias personas, los avances de la investigación quedaron en un “stand by” eterno.
El incendio se produjo en medio de una tensa situación política que había desembocado en un pedido de licencia del intendente Eduardo Fragueiro, pasando a desempeñar la titularidad del Ejecutivo municipal el presidente del Concejo Deliberante, Antonio Barón Viana, quien había asumido como concejal el 10 de diciembre de 1993.
Previamente, un principio de incendio registrado el 15 de diciembre de 1993 en el archivo municipal, que en su momento no había sido considerado importante, pero que más tarde se comprobó que había sido intencional, fue tomado como un primer intento fallido de destruir intencionalmente el edificio o al menos alguna documentación que tal vez sería comprometedora.
A dos semanas del incendio, un informe preliminar elaborado por especialistas del Cuerpo de Bomberos de la Policía provincial confirmaba que el siniestro que afectó al edificio municipal fue intencional.
Los peritajes indicaban que el principal foco fue en el subsuelo, en el sector de archivos -curiosamente coincidente con el principio de incendio de diciembre- y desde allí se propagó al resto del edificio.
Se detectaron además tres focos de fuego: en el archivo, en el despacho del intendente y en un pasillo peatonal interno.
Los peritos concluyeron que las temperaturas alcanzadas en ciertos lugares habían alcanzado los 1.800 grados (cuando la temperatura media de un incendio normal no supera los 1.000 grados), que produjo la rotura de vigas de hormigón, provocando a su vez la caída de paredes y el desprendimiento del techo al doblarse las vigas de acero reforzado.
A poco más de tres años de aquel día, quedaba habilitado el nuevo edificio, emplazado en el mismo lugar y que sigue funcionando actualmente.
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